Diario de León

«Hay que disfrutar del peso de la piedra»

Vicente Muñoz nos muestra sus avatares literarios y vitales en un libro que reúne 17 años de poesía. Filandó n Confiesa que es un escritor autobiográfico que refleja todo lo que vive en sus versos. «hago de mi vida poesía», asegura en esta entrevista, en la que revela sus claves vitales «Es cierto que mi obra es muy nihilista y existencial, pero amo la vida y no quiero vengarme de ella» «Haber podido siempre publicar mi obra y tener un puñado de lectores fieles ya es en cierto modo triunfar» «La memoria es un mundo caprichoso y extraño que no refleja exactamente la realidad»

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Vicente Muñoz acaba de publica Gas, un volumen que recoge su obra poética, una obra con la que puede trazarse la biografía lírica de un autor que no casa con el conformismo literario.

—¿Dónde se quedó el realismo sucio?

—Si te refieres a mi obra en concreto, supongo que reflejado en mis primeros libros, Canciones de la gran deriva, Perro de la lluvia y Los que vienen detrás., sobre todo, aunque mezclado con otras muchas influencias y lecturas, por supuesto, y siempre impregnado de una fuerte crítica social. Como corriente literaria, donde siempre ha estado: como una variante del realismo, con sus pros y sus contras, detractores y seguidores.

—Diecisiete años son muchos años. Son tantos, Vicente. Dime cómo te ha cambiado la vida y cómo lo reflejas en tu poesía.

—Son años, sí... Mi vida ha dado mientras muchas vueltas, han sucedido muchas cosas buenas y malas, he ido madurando, dándome cuenta de lo rápido que pasa el tiempo, y todo ello se ha ido reflejando, efectivamente, en mi poesía. Soy un escritor autobiográfico y todo lo que voy viviendo y experimentando se refleja de un modo u otro en mis libros.

—La vida literaria te ha regalado lectores, que al final es lo importante. Quiero decir que ya has triunfado. En qué punto queda el reconocimiento de la ‘crítica’?

—El concepto de triunfar en este gremio es muy relativo... De escribir viven hoy en día muy pocos autores en este país, desde luego no los mejores, y a costa de ciertas servidumbres que personalmente no estoy dispuesto a aceptar. Mi apuesta ha sido siempre escribir lo que siento y me realiza y quiero sin preocuparme de tendencias ni modas, qué pide o exige en cada momento el mercado, y sin venderme nunca al sistema... Para eso, para no tener que pasar por ahí, ya tengo otro trabajo, y en él me rijo por otros principios. La literatura es para mí sagrada, algo que no quiero contaminar. Y a ese respecto, dentro de mis posibilidades, haber podido siempre publicar mi obra y tener un puñado de lectores fieles ya es en cierto modo triunfar. Si nos atenemos sólo a criterios económicos, obviamente no, no vivo de mis libros, me moriría de hambre si dependiera sólo de eso. Y a nivel de la crítica, bueno, sucede algo curioso en este país con ciertos autores, y es que por diversos motivos están vetados en los circuitos y suplementos culturales oficiales, simplemente no existen... Y hablo de autores con una extensa obra a sus espaldas, reconocidos por la crítica alternativa pero inexistentes para la oficial. Lo cual no depende, en absoluto, de la calidad ni cantidad de su obra, sino más bien de motivos puramente canónicos y logísticos, incluso políticos, amistades, influencias, concesiones, etcétera, etcétera... No sé si eso cambiará algún día, tampoco me importa mucho, pero la evidencia está ahí.

—¿Se puede vivir de acuerdo a la voz poética? Y si es así ¿Cómo se hace? ¿Cuáles son los esquemas en los que ha de moverse un poeta?

—No tengo ni idea de en qué esquemas ha de moverse un poeta, supongo que no hay reglas preestablecidas y cada uno encarna a su manera la poesía. Lo que sí sé es que, en mi caso al menos, lo que experimento y vivo es lo que reflejo en mis libros, el amor y el desamor, el paso del tiempo, lo efímero y lo pasajero, las desigualdades sociales y esta crisis económica y de valores que desde hace años nos asola. O, dicho de otra manera, hago de mi vida poesía y mi poesía refleja mi propia vida.

—Comienzas con la frase de Cendrars ‘Escribir es quemarse vivo’ Vuelvo en realidad a la pregunta anterior, pero, ¿hasta qué punto se puede uno desnudar sin dejarse demasiados pelos en la gatera?

—Hasta el que cada uno quiera. Cada escritor decide qué parte de su vida quiere hacer pública, qué quiere contar y poetizar, y dónde y por qué encuentra la poesía. Es una cuestión de principios y elecciones.

—Tu familia, tus padres ocupan un lugar importante en lo que escribes. ¿Hasta qué punto escribes para resarcirles a ellos?

—No escribo para resarcirles de nada, la verdad, están ahí porque son parte de mi mundo interior y exterior, e igual que mi trabajo, mis parejas y amigos, mis alegrías y fobias y miedos, aparecen en mi obra. A ellos les debo mucho, sin duda, pero resarcirles, lo que se dice resarcirles con la poesía, creo que no ha sido jamás mi intención.

—¿Puede uno vengarse de la vida a través de la literatura?

—Imagino que sí, en el caso de algunos autores. Céline o Thomas Bernhard, por ejemplo, dos de los escritores más grandes del pasado siglo, es posible que en parte pretendieran eso. O quizás sería más acertado decir de la humanidad, que no les trató demasiado bien. Pero no es mi exactamente mi caso. Yo amo la vida y no tengo por qué vengarme de ella, sino muy al contrario agradecer estar vivo. Otra cosa es que, por mi forma de entender la literatura, opte por escribir sobre el lado más crudo y oscuro de la humanidad. Es cierto que mi obra es muy nihilista y existencial, me lo comentan a menudo, pero sencillamente porque a la hora de sentarme a escribir me motiva más poetizar ese lado, no porque me quiera vengar de nada ni nadie.

—¿Qué poder tienen las palabras para forjar nuestra vida? ¿Qué poder tienen en la tuya?

—Te contesto con uno de los poemas de Gas, que viene bastante al caso: Piedras/están ahí/las palabras/como piedras/en el camino/sueltas/no son nada/juntas/son tu destino.

—¿Encuentras alguna luz entre tanta podredumbre?

—Claro que sí. Todo depende, como diría Carlos Castaneda, del punto de enfoque y del prisma por el cual se mire. La amistad, el amor, la familia, la solidaridad, el arte, la empatía... La vida está llena de causas por las que luchar, aunque normalmente el poeta tienda, por su propia naturaleza, a denunciar lo que considera injusto y se puede cambiar, y el resto de valores los encarne sin más en su propia vida.

—¿Hasta qué punto todo lo que recuerdas lo has ido fabricando?

—La memoria es un mundo caprichoso y extraño que no refleja exactamente la realidad, selecciona y distorsiona a su gusto las cosas, las sensaciones y los recuerdos, y con todo ello, sí, construye nuestro presente.

—Dices que toca repasar la lección. ¿Crees que la manera de sentir también la aprendemos?

—Me refiero, cuando afirmo eso en uno de los poemas del libro, a que tropezamos una y otra vez en la misma piedra, creemos que vamos aprendiendo de nuestros errores, pero una y otra vez volvemos a cometerlos. En ese sentido a todos nos toca repasar la lección e intentar comprender el mundo y la realidad que vivimos, y el por qué de nuestros actos.

—¿No es cierto que lo único que hacemos con el tiempo es perderlo? ¿Qué otra cosa se puede hacer?

—Escribir para retenerlo, por ejemplo, y dejar testimonio de nuestro paso fugaz por la tierra.

—Hay que imaginar a Sísifo feliz, a pesar de la piedra, a pesar de que nunca logrará llegar arriba y permanecer allí. ¿Cómo tenemos que imaginarte a tí?

—Sí, hay que imaginarlo así, aceptando su destino y disfrutando incluso del peso de la propia piedra... Todo, insisto, depende del punto de enfoque...

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