Diario de León

«Las hermanas Galiana podrían ser leonesas»

‘Tiempo de tinta y ceniza’ (Ediciones B), fenómeno editorial de Lidia Herbada, autora vinculada a León

Portada de /Tiempo de tinta y ceniza/, de Lidia Herbada, una de las sorpresas de la temporada literaria. DL

Portada de /Tiempo de tinta y ceniza/, de Lidia Herbada, una de las sorpresas de la temporada literaria. DL

León

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Tiempo de tinta y ceniza (Ediciones B) se asociaría, aunque en este caso no de manera invasiva, a lo que representa El tiempo entre costuras, convertida casi en una marca temática célebre por la televisión y sobre la que conviene subrayar su origen en la novela homónima de María Dueñas. Por ello, la novela de Lidia Herbada, lejos de ser una irrupción en un terreno trillado, cuenta con sus propias características y un hilo narrativo en el que ofrece esa mezcla siempre atractiva del devenir general con los sueños de las personas de aquellos tiempos. Si a eso se añade que ese periodo en España resulta tan fotogénico para todo tipo de ficción, con Tiempo de tinta y ceniza, la novela de Lidia Herbada que está siendo una de las sorpresas del verano, el artefacto funciona y transmite al lector el sabor añejo de la lectura de siempre.

En este caso la historia gira entre dos mujeres, esas dos hermanas que representan la vida total y la dual, la de los sueños, el qué querer ser, y el amor... cada una con aspiraciones. Anhelos de libertad y convencionalidad. Todo en un contexto y un ambiente histórico tan rico como se interpreta el principio del siglo XX. «En mis novelas me gusta mucho jugar con las dualidades, y esa misma dualidad se vivía en esa época en España. La gente que quería seguir avanzando, nutriéndose a través de la cultura y otra parte que prefería que las cosas no cambiarán tanto. Por eso Helena Galiana se ata a su Singer y cose sueños alrededor del hombre ideal para formar una familia, y sin embargo su hermana Carmen Galiana vive el ambiente bullicioso de los cafés literarios, se mezcla con la generación del 27, se adentra en la Residencia de señoritas, conoce e intercambia veladas con Lorca, con María Teresa León, la mujer de Alberti, Maruja Mallo la pintora, y un sinfín de personajes que están ávidos de cultura y que buscan cambios en la sociedad de las primeras décadas del siglo pasado. Fui construyendo los personajes a través también de mi legado familiar. Tuve la suerte de contar con fotografías y cartas de mi abuelo, que narraba su vida en esa época. Y a eso hay que unirle que yo he vivido siempre en la Calle Mayor, por lo que los olores, las experiencias, las tiendas y en general ese ambiente me eran familiares. El trabajo del escritor consiste en observar mucho, en detenerse en la Gran Vía, o en el Barrio Húmedo y esperar a que los personajes pasen. Y el escritor les da vida a través de las letras», explica esta autora madrileña pero con familia y vínculos con León.

Chile

Cuánta parte de creación, de invento, y cuánta parte de lo que las circunstancias imponen es también ingrediente de la novela. «Todo escritor bebe de muchas fuentes para crear novelas, hemeroteca digital, periódicos de la época, libros, cine, teatro. Por suerte hoy en día contamos con mayor accesibilidad a cualquiera de estos medios y es una gran ventaja. Para mí la historia es importante, y no quería salirme de los acontecimientos reales, soy muy exhaustiva para contar los hechos tal y como sucedieron. Tocar ciertos temas puede levantar ampollas. Por eso, para mí era importante no remover heridas, sino utilizar la ambientación para que las hermanas Galiana fueran transformándose y conociendo el amor. Tuve la gran suerte de conocer a una catedrática de Chile, Elena Romero, que tuvimos contacto directo durante muchos meses, para ceñirme de forma objetiva a la historia. Mi familia estuvo asilada en la Embajada de Chile, y creo que esa parte de la historia se conoce menos y me parecía muy interesante contarla. Allí estaba el diplomático Morla-Lynch, amigo íntimo de Lorca. No solo es un homenaje a los hombres y mujeres de la generación del 27, a la Edad de Plata de la cultura de nuestro país, sino un homenaje al pueblo inocente, que se le embarcó en una guerra injusta. Y mi segunda obsesión era que los pecados del pasado vuelven a repetirse de generación en generación en el futuro. Es casi una obligación curar las heridas para seguir avanzando. Algo muy curioso es que mis tíos, que viven en León, se conocieron en Madrid, trabajando los dos en la Fundación Jiménez Díaz. Mi tío leones llegó a Madrid a hacer la especialidad y conoció a mi tía trabajando como secretaria en la clínica. En mi novela, la fundación Jiménez Díaz tiene un papel muy importante que descubriréis», avanza Herbada.

Grandes historias cercanas

Así se va atisbando que Tiempo de tinta y ceniza contiene esas historias pequeñas de personas en donde se escriben luego las grandes. «Así es, no hay que buscar grandes historias. En las más ínfimas, en las de patio con ascensor de polea se esconden las grandes novelas. En mi caso en las cartas amarillentas que guardábamos en un buró salió la historia que está emocionando ahora a tantos lectores. Amas a las protagonistas por igual. Esa dualidad de la que hablaba antes se vive a veces en primera persona. En ocasiones juzgamos al que tenemos a nuestro lado, sin conocer de verdad qué circunstancias le han movido a hacer ciertas cosas. Y en las pequeñas vivencias, las del día a día, las que heredamos de padres a hijos, en esas son en las que todos nos sentimos identificados porque son las historias que acaban en puntos suspensivos y solo esas las que están destinadas a volver a empezar. Y quién no querría si pudiera comenzar de nuevo».

Buscar el lector

Como toda autora, en Lidia Herbada hay aspiraciones de encontrar al lector fiel. Ante esta idea, la madrileña afirma que «ante todo me gusta brindarle al lector la posibilidad de abrirle ventanas al jardín, que se evada, que vibre, que sienta que se sumerge en la historia y se olvida por un rato de sus problemas, de su rutina, que disfrute como si fuera uno más de los personajes. Disfruto recreando una época maravillosa, cuando en un café cualquiera podías escuchar un discurso de Gómez de la Serna, y en el sótano de ese mismo Café del Pombo descubrir una cripta escondida. Trasladar esas experiencias al lector como si las viviera en primera persona para mí es muy importante. El lector va a pasear por las calles de aquel Madrid, que podría ser cualquier otra ciudad de España a principios de siglo, porque sobre todo pretendo que sientan la pasión de un amor inolvidable y vibren con las emociones de los personajes».

Al respecto, Herbada reflexiona: «Al final la única forma de conocer nuestra historia es contarla tal y como pasó para aprender de la misma. Y educar a las nuevas generaciones como pensaba Josefina Aldecoa, una gran leonesa: ‘Educad a los niños. Educadlos en la tolerancia, en la solidaridad. Transmitirle lo más importante que tenemos: la herencia cultural’».

Desde ese contexto de la importancia cultural, la autora reivindica León: «Estoy muy unida a León, mis tíos, mis primos y sobrinos viven en León. He hablado muchas veces con mi tío José Labanda, que era un reconocido otorrino en la ciudad, que se casó con la hermana de mi padre, Pilar Herbada y siempre me ha contado historias fascinantes de León. Es una ciudad a la que admiro y creo que sería fácil que Tiempo de tinta y ceniza se desarrollara allí. León es un enclave cultural, histórico y literario donde fácilmente los personajes se desarrollarían de la misma manera que en Madrid. Mi historia nace en la Calle Mayor de Madrid, y en la ciudad de León las hermanas Galiana podrían vivir en la Plaza de San Marcelo, que tiene ese lado castizo y de señorío, donde todos se saludaban y se daban los buenos días, como pasaba en Madrid. León y Madrid son ciudades notables porque las forjaron sus vecinos, esas son las verdaderas ciudades con alma».

lectora

Con todo, en Lidia Herbada hay una autora que es lectora, tal vez por eso su ejercicio intelectual y literario le permita crear largas historias: «Intento escribir todos los días, aunque sean pensamientos, leo muchísimo y aprendo de los grandes escritores. Soy una escritora pasional, necesito viajar por el mundo para vivir. Solo me pongo a escribir una novela cuando siento que tengo algo que contar. Me han planteado muchos proyectos en los que no he creído y no he podido hacerlos. Soy honesta conmigo misma y sobre todo con el lector. Por eso cuando escribía Tiempo de tinta y ceniza lloraba, me emocionaba y explosionaba, sabía que iba a suceder lo que está pasando. La gente me escribe dándome las gracias por crear una historia inolvidable y recibo por parte de ellos muchísimo cariño. Mi editora siempre me dice: quien lo lea lo recomendará. Y eso espero. Que esta historia encierre besos, como decía Neruda», asegura. Y al hilo añade: «Soy una persona muy inquieta, un ser muy sociable y no me gustaría encerrarme en mi cuarto propio durante años. Necesito a mi alrededor mundos de creatividad, y al mismo tiempo un horario disciplinado, seguir aprendiendo. Además, sinceramente, cuanto más experimentas la vida a tu alrededor, conoces gente, intercambias ideas, visitas lugares, es más fácil desarrollar y narrar historias como escritora», relata casi como una radiografía de sí misma.

la gran novela sobre león

Tal vez, ya puestos, su novela sobre León pueda empezar ya, en cualquier viaje o a raíz de una lectura. Recuerdos tiene de sobra y los conserva con cariño y memoria para tenerlos siempre presentes: «Recuerdo cuando era pequeña ir a la plaza de las Palomas, que por cierto ya no están. Los domingos de premio alguna vez me llevaban a los caballitos. En mi familia leonesa, muchos de mis primos y sobrinos tradicionalmente salen como hermanos en Semana Santa en la Cofradía de Angustias y Soledad. Dar la mano a los papones imponía mucho. Por supuesto, soy una aficionada a los butanitos. Ahora, de mayor, tomar algo en Húmedo....», dice, en uno de esos por supuesto leoneses.

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