Diario de León

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La novela de los pantanos

JESÚS LÓPEZ PACHECO (1930-1997) MURIÓ EL JUEVES HARÁ VEINTE AÑOS EN CANADÁ, DONDE PROFESABA, DESPUÉS DE UNA JUVENTUD REBELDE, QUE PRODUJO HACE SEIS DÉCADAS ‘CENTRAL ELÉCTRICA’, CONSIDERADA COMO LA MEJOR NOVELA SOCIAL DE LA POSGUERRA. . divergente

El escritor Jesús López Pacheco, en una imagen de juventud

El escritor Jesús López Pacheco, en una imagen de juventud

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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A unque bien hubiera podido escoger para su novela nuestro embalse de Villameca, Central eléctrica se sitúa en el de Villalcampo (1943-1949), ubicado en el Duero zamorano, junto a la desembocadura del Esla. Sobre todo, porque allí trabajó su padre. Antes de escribir su primera novela, Pacheco había sido finalista del Adonais 1952 con Dejad crecer este silencio , después de pasar un par de veranos en Cudillero, saliendo a la pesca para cumplir el Servicio Universitario del Trabajo. Su tributo de gratitud a la villa asturiana se expresa en los versos de Mi corazón se llama Cudillero (1961) y en su decisión de legar archivo y biblioteca a Asturias, pendiente de materializarse. Colaborador en los cincuenta del Acento cultural dirigido por nuestro Carlos Vélez, su poemario Pongo la mano sobre España (1961) verá la luz en Italia, mientras él ejerce como traductor y director literario de la editorial Horizonte: «Por eso pido siempre / gritando un nuevo día / un amor como lava / que queme la tristeza».

APEADA DEL NADAL.

La noche de Reyes de 1956, cuando se falló aquel Nadal, Pacheco estaba en la cárcel, por su participación en el frustrado Congreso Universitario de Escritores Jóvenes, y la empresa Destino no atendió al criterio de su jurado. Vergés le antepuso La frontera de Dios , la novela milagrera y maragata del cura Martín Descalzo. Aquel Nadal descabalgó también las primeras novelas de Ferres, del hermano de Cela, de Ángel María de Lera, del luego ministro Fernando Morán y de Hortelano. Pero la crítica más solvente apreció en aquel montón la excelencia narrativa de Central eléctrica (1956), la novela de Pacheco que puso al descubierto las contradicciones y miserias escondidas en las grandes construcciones de la dictadura. En ese sentido, el argumento de Pacheco guarda evidentes similitudes con los sucesos posteriores de Riaño, donde los vecinos se resistieron hasta el final a que las aguas ahogaran su territorio. En la novela, Norberta trepa a su tejado para tratar de parar el avance del agua y uno de los ingenieros estima en medio centenar de muertos el lógico tributo en víctimas de una obra tan monumental. Por eso, no se detiene la labor cuando un obrero cae accidentalmente en el cemento de la presa. El pueblo de Aldeaseca ha quitado de en medio (como Fuenteovejuna) al Cholo, un tipo joven y fuerte que se dedica a perpetrar hurtos y a seducir casadas: lo linchan y ejecutan todos a una, en común acuerdo. Los campesinos son despojados de sus tierras y se incorporan al trabajo en el pantano. Una vez acabada la central, en la inauguración del nuevo poblado faltan los vecinos detenidos por el crimen del Cholo y los asistentes con dificultad se acomodan a unas viviendas más higiénicas, pero que carecen de los establos necesarios para el ganado que ha de facilitar su trabajo del campo. El autor valora los adelantos, pero destaca el sacrificio humano que conllevan; entiende su temor atávico a la luz eléctrica, aunque interpreta la llegada del maestro que gira el interruptor como una ventana abierta a la esperanza. La novela exhibe una destreza narrativa que la aleja de los moldes tradicionales y en su estilo emergen las sutilezas de lenguaje del poeta. Su prosa ajustada y repleta de sugerencias ofrece destellos de pincelada impresionista. Enseguida es traducida, alcanzando los cincuenta mil ejemplares, mientras en España sólo recibe el respaldo de la crítica académica y los tres mil ejemplares de abril de 1957 no se agotarán hasta 1970.

LA HOJA DE PARRA

Jesús López Pacheco en 1965 gana el Premio Sésamo con Maniquí perfecto y en 1967 publica en Lima su novela corta El hijo , donde aborda los conflictos familiares derivados de la guerra. En 1970 ven la luz en Méjico los versos de Delitos contra la esperanza , donde recoge su experiencia carcelaria, y Algunos aspectos del orden público actual y la histeria de España . Cuando la policía prohíbe el homenaje convocado en Madrid para entregarle una distinción del gobierno italiano, toma la decisión de dejar España, escribe cartas pidiendo trabajo a diversos amigos y recibe la invitación del departamento de italiano y español de la universidad de Ontario, en Canadá, donde pasa las tres últimas décadas de su vida. Un largo período alejado de su país durante el que no cesó de perfeccionar su obra, tanto poética como narrativa, con un progresivo refinamiento formal y una indagación infatigable de nuevas técnicas expresivas. La hoja de parra (1973) supone su regreso a la novela con la ambición de forjar un realismo global capaz de englobar relatos fantásticos y ficciones populares, que envuelve con humor sarcástico. La anécdota es el fracaso de la noche de bodas y primer día de casados de Pedro y María Cristina, dos chicos bien de Ávila, «cárcel amurallada y cinturón de castidad de España», a cuyo asalto se entrega con alegre descaro, dispuesto a despojar la pudibundez española de la hoja de parra que la disimula. Lucha por la respiración (1980) es su bitácora de creador, donde reúne textos breves dispersos. Asilo poético (1992) agrupa los poemas escritos en Canadá, que acusan la alianza de una madurez abierta a las innovaciones formales. Ecólogas y urbanas (1996) se ofrece como manual irónico para evitar un fin de siglo siniestro. Ya póstuma, vio la luz su voluminosa novela El homóvil (Debate, 2002), racimo de episodios contemporáneos acogidos a la estela cervantina. Un libro audaz y arriesgado en el que lo menos feliz es su título (referido al centauro mitad hombre, mitad automóvil), poseído por el clamor frente a la deshumanización.

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