Diario de León

El vértice de la magia

«León tiene una historia subyugante y sobrecogedora»

Ncaho Ares presenta ?La pirámide blanca', en la que acerca a los lectores los misterios de la construcción de la gran tumba de Keops, como que tiene capas cubiertas y rellenadas de arena

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León

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Año 2589 a.C. El faraón Keops, preocupado por un reciente intento de saqueo en la tumba de su padre, recurre a un sacerdote mago, Djedi, para que participe en la construcción de su pirámide. Djedi, un joven culto y carismático de quien se cuenta que ha llegado a dominar los secretos de Heka, las artes oscuras, acata a la orden del faraón y empieza a colaborar con el jefe de los constructores, Hemiunu, y su bella y altiva hija Seshat.

—¿Cuéntame de qué trata ‘La Pirámide blanca’?

—La pirámide blanca es una novela que pretende aportar el conocimiento sobre cómo se construyó la Gran Pirámide hace casi 5000 años. La pirámide de Keops es quizá uno de los monumentos más carismáticos de la humanidad y todavía hoy guarda muchos misterios en relación a su construcción. La expresión «pirámide blanca» alude al aspecto que debió de tener en origen cuando fue levantada y recubierta de piedra blanca de las cercanas canteras de Tura dándole un tono muy especial que era visible desde cualquier zona del valle. Por su parte, la figura del faraón Keops está sumida en un vacío histórico que convierte este periodo en uno de los más apasionantes de la historia de los faraones. Para reconstruir cómo fue el proceso de levantamiento de la pirámide me baso en documentos contemporáneos de la época de los faraones en donde se entremezcla el conocimiento arquitectónico y la magia, por lo que se obtiene un escenario muy propicio para poder imaginar cómo debió de haber sido aquella construcción dentro de la mentalidad de los antiguos egipcios.

El arqueólogo, periodista y escritor Nacho Ares es uno de los grandes expertos europeos en egiptología

El arqueólogo, periodista y escritor Nacho Ares es uno de los grandes expertos europeos en egiptología

—¿Cómo fue?

—El método de construcción es seguramente uno de los mayores misterios de la arqueología. No sabemos cómo se llevó a cabo, aunque tenemos pruebas indirectas que nos hablan de la utilización de rampas o incluso pequeñas maquinarias para poder elevar los bloques de piedra. Pero realmente desconocemos absolutamente todo sobre su construcción y estas propuestas que acabo de hacer al final se convierten en meras especulaciones contemporáneas. El primer testimonio que nos habla sobre el problema de la construcción de las pirámides viene de la obra de Heródoto, escrita en el siglo V antes de nuestra era. Este escritor griego, el denominado padre de la historia, fue el primero en hacerse preguntas sobre cómo pudo haber sido construida esta pirámide de 146 m de altura y 230 m de lado. Para un griego de aquella época, una construcción de este calibre era algo sorprendente y que nada tenía que ver con todo lo que él había observado de primera mano en su Grecia natal.

—¿Qué diferencia hubo entre esa obra y la de las dos otras pirámides?

—El sistema de construcción debió de ser muy parecido, aunque, insisto, lo desconocemos. Hay un detalle que se suele olvidar y pasar por encima y es que la Gran Pirámide, por ejemplo, está construida sobre una loma natural de roca. En los últimos años la geología ha demostrado que al menos el 25% de la pirámide es roca natural del suelo de la meseta, lo que nos está diciendo que cientos de miles de bloques de piedra que se pensaban que se habían utilizado para esta zona, en realidad no lo son, facilitando mucho la construcción de los estratos inferiores del monumento. Además, en las últimas décadas se ha sabido que hay numerosos vacíos en el interior de la pirámide, algunos de ellos rellenados con arena lo que nos está haciendo pensar que la pirámide tal y como la vemos desde el exterior no es una construcción totalmente sólida sino que tiene capas cubiertas y rellenadas de arena qué facilitarían también el método de trabajo.

—A día de hoy, Egipto sigue siendo un lugar mágico. ¿A qué lo achacas?

—Nos seguimos sintiendo a traídos por el antiguo Egipto porque de alguna forma vemos en su cultura, en sus textos o en su literatura una suerte de recuerdo de nuestros primeros tiempos. La tradición judeocristiana bebe completamente de fuentes egipcias, además de otras fuentes, y eso es algo que nosotros podemos interpretar y ver a simple vista cuando nos enfrentamos a una pintura, a un relieve o a una construcción egipcia. Siempre vemos esos paralelos que nos recuerdan incluso a nuestra vida cotidiana. La egiptomanía nacida después de la llegada de Napoleón a Egipto en el año 1798, lo único que hace es recuperar la imagen de una cultura que hemos sentido siempre muy cerca de nosotros. Yo siempre he sido de la opinión de que la egiptomanía, tal y como la entendemos hoy, es algo que nunca ha desaparecido y que viene estando presente en Occidente desde la época grecorromana donde también sintieron una fascinación increíble por el mundo de los faraones.

—¿Tienes a día de hoy más interrogantes o más certezas sobre Egipto?

—Egipto es una cultura llena de interrogantes. El día que podamos decir que lo sabemos todo de los antiguos faraones será el momento en el que Egipto perderá el interés para todo el mundo. Precisamente el atractivo con que cuenta esta cultura trasciende y reposa en los misterios que hay alrededor de todo lo que está relacionado con ellos. De esta forma el hecho de que no sepamos cómo se construyeron las pirámides, cómo se iluminaban en el interior de las tumbas, a qué se refieren los textos religiosos que nos han llegado, todo ello cubre con cierto halo de misticismo a una cultura que realmente podemos decir que era muy humana y mucho más parecida a la nuestra de lo que pensábamos. Por ello hoy puedo decir que Egipto cuenta con más preguntas que respuestas, pero eso es precisamente lo que convierte esta civilización en algo tan interesante para seguir buceando en su historia y en su arqueología.

—¿En qué otros lugares del mundo has sentido la energía que se experimenta en el país de los faraones?

—La energía que se siente estando en Egipto es una sensación muy especial. Conozco muchos otros lugares con yacimientos arqueológicos impresionantes tanto en Europa como en África o en Asia o incluso en América. Sin embargo, quizá porque desde niño me he sentido muy atraído por el mundo de los faraones las vivencias que yo haya podido tener en otros lugares no puedo compararlas con las que he tenido en Egipto. Estando allí siempre he percibido esa sensación de estar ante algo que ya hemos vivido antes. Es una especie de viaje en el tiempo que nos hace conocer nuestros propios ancestros, recuperando la idea que comentaba anteriormente de que nuestra tradición judeocristiana es una tradición basada totalmente en culturas orientales y especialmente en la egipcia. Todo ello me permite crear una especie de escenario a partir del cual puedo encontrar respuestas a muchas de las preguntas que nos hacemos casi en el día a día.

—¿Por que cae una civilización? ¿Hay conexiones entre lo que ocurrió en Egipto y lo que está pasando hoy?

—Una civilización cae por el simple proceso natural que lleva a que nazca, crezca se desarrolle y finalmente decaiga. Hay que pensar que no estamos solos en el mundo y lo que hoy es el presente y lo podemos ver, por ejemplo, en nuestros días con culturas o países que son destacados por su economía, por su poder militar, por su cultura, en unos años estoy convencido de que estas culturas desaparecerán o se transformarán. Países que por ejemplo hoy están en un segundo plano crecerán y se convertirán en protagonistas de la Historia, al mismo tiempo que las grandes potencias de hoy acabarán desapareciendo y quizás olvidándose. La España imperial del Siglo de Oro lo vivió muy de cerca. Podríamos decir que en nuestro caso la caída del imperio se debió al éxito que alcanzamos, y podríamos tomarlo como un ejemplo para explicar qué es lo que sucedió en el Egipto de los faraones.

—¿Qué secretos crees que queda por desvelar en León?

—Cómo sucede en cualquier lugar del mundo en dónde hay grandes edificios y una historia realmente subyugante y sobrecogedora, León cuenta con grandes misterios de la Historia. Su catedral, San Isidoro, su origen romano… todo ello está plagado de lagunas que convierten esta maravillosa ciudad en un lugar increíble para investigar y para disfrutar de su pasado. Como he dicho muchas veces creo que no sabemos vender realmente estos alicientes. Se han tergiversado cuando no politizado para intentar denostar o quitar importancia a circunstancias que desde el punto de vista histórico o arqueológico tienen un peso increíble. Una de las historias que a mí me más me ha fascinado los últimos años es la del cáliz de doña Urraca. El simple hecho que nos dice que pueda estar relacionado con el cáliz de la Última Cena y aunque no fuera así, sino que se pensara hace 1.500 años que era el que utilizado en la última cena de Jesús eso lo convierte en un especie de amuleto increíblemente poderoso. Por ello como siempre he dicho tenemos la suerte de contar con un objeto casi mágico que ya quisiera cualquier otra ciudad de España o de cualquier otro lugar del mundo. Sin embargo, está en león y como he dicho en muchas ocasiones nosotros mismos los leoneses somos los primeros en tirar piedras sobre nuestro propio tejado y desprestigiar nuestro pasado y nuestras creencias.

—¿Por qué no podemos entender el mundo sin la espiritualidad?

—En las últimas décadas la investigación histórica cada vez se acerca más a elementos humanos que ayudan a comprender la propia naturaleza misma de los acontecimientos protagonizados por el ser humano, esto es la Historia. Si quitamos aspectos como la magia, o la espiritualidad que hoy, es cierto, los podemos entender como supersticiones, hay que ser consciente de que hace miles de años eso no era así. Cuando un historiador denosta o critica el pasado diciendo que era un pueblo supersticioso y no le da importancia a interpretaciones que en aquella época se hacían de cosas cotidianas, lo que estamos haciendo es quitarle el 90% del significado real que tienen esos monumentos o esas historias. Es una suerte de presentismo que hace peligrar el sentido que damos a la Historia. Hay un presentismo que intenta criticar el pasado al calificarlo con la ética y la moral del presente y hay otro presentismo que intenta olvidar el pasado a partir de las ideas científicas y tecnológicas del presente. Si no estudiamos el mundo de las supersticiones, la magia y todo aquello que está muy enraizado en el ser humano no entenderemos nunca ni el porqué de la construcción de las pirámides ni el porqué de la construcción de las catedrales ni por qué los objetos acaban convirtiéndose en objetos mágicos y sagrados.

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