Diario de León

Un libro único y ‘divino de la muerte’

l Editan el primer facsímil de uno de los papiros más sobresalientes y valiosos del antiguo Egipto.

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miguel lorenci
León

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L os antiguos egipcios necesitaban un pasaporte para ir más allá. Era el llamado Libro de los muertos . Este texto funerario, con instrucciones para afrontar el definitivo juicio de Osiris, conoció hace 3.300 años su manuscrito más suntuoso: El Papiro de Ani , rescatado ahora en una portentosa edición facsímil de la editorial vizcaína CM Editores. Son casi 24 metros de jeroglíficos e ilustraciones de extraordinaria belleza que reproducen fielmente el original que custodia desde 1888 el Museo Británico. Impreso sobre papiro e ilustrado a mano, recrea con pasmosa fidelidad sus deterioros y manchas. Solo se han impreso 999 ejemplares que se venden a 10.800 euros y bajo certificación notarial.

«Un cuarto de la edición ya está comprometida», explica Daniel Diez, responsable junto a Pedro Iribarnegaray de CM Editores, con sedes en Bilbao y Salamanca. Acepta con buen humor que estamos ante un libro «divino de la muerte» y explica cómo, con este trabajo, se ha enfrenado a uno de los mayores desafíos de su trayectoria. También cuenta orgulloso como su edición «causó sensación en la feria de Fráncfort». Tuvieron que dotarse de tecnología de última generación e invertir en cámaras del altísima definición. «Pero lo más difícil fue la logística para obtener, gestionar, importar y tratar el papiro egipcio natural sobre el que está impreso: más de 72.000 pliegos», aclara Díez.

Utilizado a comienzos del Imperio nuevo, hacia el año 1.550 años antes de Cristo, el original Papiro de Ani se conserva en Londres. Compilado para el escriba Ani de Tebas y su esposa, la sacerdotisa Tutu, es un manuscrito sobre papiro de 23,6 metros con jeroglíficos de tres escribas e ilustraciones en color creadas hacia el año 1.250 antes de Cristo, en la XIX dinastía. Estuvo en la tumba de Ani hasta que Ernest Wallis Bugde se hizo con él y lo envió a Londres, tras cometer la «irreparable atrocidad» de cortarlo en 37 hojas.

El texto consiste en una serie de recitaciones destinadas ayudar a los difuntos a superar el juicio final, asistirlos en su viaje a través de la Duat, el inframundo, y llegar al Arau, en la otra vida. Las recitaciones reflejan las creencias egipcias sobre la naturaleza de la muerte y el más allá, «por lo que es fuente vital de información acerca de las creencias egipcias sobre esta materia», dice editor.

«Su titulo real era Libro de la salida al día , pero desde que en el siglo XVII se tradujera en Alemania como Libro de los muertos el título se ha mantenido», explica Díez. La mayoría de los propietarios del la obra eran miembros de la élite social. Estaban inicialmente reservados a los componentes de la familia real. Sus poseedores solían ser hombres que incluían en las viñetas el retrato de sus esposas. Tenido durante siglos como un libro sagrado semejante a la Biblia o el Corán, el Libro de los muertos era ya conocido en la Edad Media, mucho antes de que se pudieran comprender sus claves. Las pautas, conjuros, letanías, oraciones y fórmulas mágicas para salvar el juicio ante Osiris, dios egipcio de la resurrección y símbolo de la regeneración del Nilo. Casi un centenar de personas han trabajado en los complejos procesos para culminar la edición, para fotografiar, reproducir, imprimir, ilustrar y armar a mano cada copia a un ritmo parsimonioso que permite elaborar cuatro ejemplares a la semana en su fase final. «Manipular el papiro, ajustar los colores o reproducir en oro uno de los escarabajos del libro han sido solo algunos de los desafíos», explica Díez. Desde 2007 su empresa ha abordado una veintena de códices y libros iluminados, como La leyenda de la Santa faz de la Biblioteca Apostólica Vaticana. También recrearon para el Senado español la nunca promulgada Constitución de 1810 y un Mahzor , un libro litúrgico hebreo conservado en la Universidad de Jerusalén.

El egiptólogo y exministro de Cultura egipcio, Zahi Hawass, prologa esta edición que se presenta en una caja de madera de raíz de nogal y que se disputan instituciones y bibliotecas de todo el mundo. Eso sí, Zawass defienden la bondad de Budge, quien «no se beneficio de la venta, realizó su primera traducción y garantizó su conservación».

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