Diario de León

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Los abedules de Primout

EL POETA ÁNGEL GONZÁLEZ RECALÓ EN PÁRAMO DEL SIL Y PRIMOUT DURANTE CUATRO AÑOS «LARGOS Y SOMBRÍOS», AUNQUE NO DESPROVISTOS DE MOMENTOS LUMINOSOS. divergente

El poeta Ángel González en su madurez

El poeta Ángel González en su madurez

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Ángel González llegó a Páramo del Sil hace setenta años con su madre viuda, a cuidar el acecho de la tuberculosis. En 1943, salen de Oviedo para recogerse con su hermana Maruja, maestra del pueblo, alejada de Asturias tras la depuración. Viven encima de la escuela, en el edificio que es ahora un centro cultural que lleva su nombre. Dos años antes, para concluir el bachiller, le había desbrozado la senda del latín José Rodríguez, el hermano de Casona. En el pueblo berciano recibe durante tres años el recado poético de sus amigos asturianos: los Taibo, Canal y Manuel Lombardero, que también se acercan a pasar con su familia la nochebuena de 1944. A Páramo del Sil. Revista de los maquis de la literatura, hecha y dedicada al señor Ángel González se llama el envío de guiños y versos. Lombardero, que más tarde será alto ejecutivo de Planeta, le manda además libros de Juan Ramón, de Neruda, de Lorca y de Gerardo Diego.

Cuando se repone un poco de los achaques pulmonares y se acerca «la luz llamada día trece / y materia de mayo y sol, digamos», emprende los paseos y las excursiones hasta la botica de doña Ninfa, donde conoce al médico de Fornela Lodario Gavela Yánez, que está sembrando el valle ancarés de escuelas, mientras apacigua el dolor de la gente con sus cuidados. Lodario baja a Páramo en caballo desde Trascastro, a tomar el tren para Ponferrada. A veces las expediciones se prolongan hasta León o Valladolid, mientras otras se cubren de silencio, como sucede cuando tiene que acudir al refugio de guerrilleros enfermos o malheridos que ha instalado en Prado de Paradiña.

la magia de primout

El joven poeta hace los exámenes para maestro y en la primavera de 1947 toma posesión de la escuela de Primout, que acaba de dejar la maestra titular, doblegada por el pánico, como poco antes le sucedió también al cura. Aguantará hasta el verano y se reparte el sueldo con ella. Ya en Oviedo, le llegará con retraso la noticia de que la brigadilla de servicios especiales de Ponferrada abatió al médico en las curvas de Cariseda, desde donde su caballo volvió solo a casa. Primout se convirtió, para los poetas catalanes del medio siglo, en trasunto de lo remoto y sombrío. Lo recuerda Carlos Barral en sus memorias. Más tarde, Ángel González evocaría aquel escenario abrupto y fascinante como anticipo del territorio benetiano de Región. «El valle es tan hondo y estrecho, que el sol sólo lo baña en verano, y no por más de un par de horas». Para llegar de Páramo a Primout, hay que superar el alto del Cancerbero, «un monte poblado de piornales» desde cuya ventisquera se atisba el pueblo, encajado en una cuña con mucho adorno vegetal por la Sierra de Gistredo. Nueve kilómetros de travesía con desniveles de caballo. La única atracción de Primout para los forasteros era entonces «un gran bosque de abedules que periódicamente excitaba la codicia de los comerciantes» y los arruinaba con las dificultades de acceso. Los versos de aquella estancia berciana expresan el despertar de su pasión, la constancia del frío y el ‘Imposible abril’ que huye, «dejando sólo el aroma leve de lo nunca alcanzado».

EL CORTEJO DE LA MARQUESA

Después de aquellos años en Páramo, retomó en Oviedo los estudios aplazados por la guerra y sus secuelas. Con esos pertrechos y la tutela del flanco familiar mejor parado, se trasladó a Madrid. Allí, su prima Carmina Labra (biznieta de Rafael María de Labra: la ‘gorda Carmina’ del poema de Gil de Biedma) lo colocó en el ministerio de Obras Públicas, donde organizó con el novelista Juan García Hortelano el servicio de publicaciones. El ministro (entre 1957 y 1965) artillero Jorge Vigón andaba encaprichado de una amiga de Carmina, la marquesa María Rosa Campos Peñaranda, quien a su vez tenía, entre otros varios, el capricho del poeta. Un enredo fantástico que recrea con talento la novela Bella en las tinieblas (1997), de Manuel de Lope.

Poeta social en sus inicios, fue aliviando la obviedad con el disolvente del humor. Hubo un momento en que quiso ponerse experimental y quedó prosaico. Su voz se codificó en un coloquialismo suficiente para auparlo a la Academia y granjearle galardones de mucho ornamento, pero lo desplumó para el vuelo de la perpetuidad. «Nada es lo mismo, nada permanece. Menos la Historia y la morcilla de mi tierra: se hacen las dos con sangre, se repiten». Acabó siendo más jaleado que leído, víctima del agobio de sus últimos cofrades de la tabarra y el verso. Aquel remoto, maltrecho e incipiente maestro de Primout. Cuando la televisión dedicó un programa a sus paisajes fundacionales, Ángel González volvió a Primout, contradiciendo al pedáneo Roque, testigo de su primer adiós, mientras «lloviznaba nieve y un lobo trotaba con una oveja entre los dientes».

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