Diario de León

poesía

Música de las esferas

LIBROS pan y leche para niños Francisco Acuyo Entorno Gráfico, Granada, 2016.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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E ntre los poetas del momento, el granadino Francisco Acuyo es un caso singular que «fuera de cualquier corriente literaria, asume la mejor tradición poética (española y extranjera, moderna y clásica) para verter poemas de un extraordinario rigor compositivo y de una inusitada versatilidad formal», como ha escrito Antonio Carvajal, en cuya órbita se reconocen, tanto como en los clásicos, las referencias formales de Acuyo, que, sin embargo, crea su propio universo merced al impulso lírico personal que sujeta el fervor de la palabra a la densidad de pensamiento. Como tercera edición aumentada reaparece Pan y leche para niños ; pese al título, no se trata de poesía infantil, con las connotaciones que el calificativo conlleva. El propio Acuyo lo explica: «No son poemas para niños, no obstante, lo son inevitablemente, pues están inspirados no sólo en el aspecto meramente vital, existencial de la infancia, también en la necesidad de permanecer como niños para el mejor y más genuino entendimiento de la razón emocional que hace más genuino al ser humano». De Chaucer, el autor de los Cuentos de Canterbury , toma Acuyo el título del libro, en el que ve un rasgo de ironía, dada la dificultad de los poemas, incluso para lectores avezados, que disfrutarán de la perfecta sincronía entre los niveles fónico y semántico, de la pericia técnica y la hondura de pensamiento.

Los poemas de Pan y leche para niños tienen unidad de fondo: la más patente atañe a la métrica, con poemas en forma de romance en cuartetas la mayoría; de mayor consistencia es la unidad temática, con la noche como ámbito propicio, una invitación a leer el firmamento, a indagar en el misterio, a sorprender la inmensidad, a sentir el pálpito de la eternidad. No es extraño que el poeta haya calificado su poemario de guía poética para leer el cielo estrellado, algo que en determinados poemas se observa de manera precisa, como en el homónimo del libro, cuando el poeta invita al pequeño a mirar en la noche de invierno «azucenas rutilantes, / circumpolares luciérnagas / que esbozan con su fulgor / el alma de una silueta». Otros asuntos sacuden también al poeta: la percepción del tiempo, el instante eterno como vivencia de la niñez o la presencia impalpable del hada protectora. Y siempre con la sensibilidad y la finura expresiva que brota de cualquier poema o estrofa: «Cuídate esta noche, niño, / mira en la lumbre la llama / que en la quietud de un instante / su luz adormece helada».

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