Diario de León

«El pasado se falsifica como la ropa»

Juanjo Arreseigor recopila 40 ejemplos de mentiras históricas

Publicado por
Luis Alfonso Gámez
León

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Como que Nerón quemó Roma y tocaba la lira mientras la ciudad ardía, como hace Peter Ustinov en Quo Vadis», apunta el historiador bilbaíno. El caso del emperador pirómano demuestra el papel clave del cine estadounidense a la hora de modelar y difundir mitos.

«La versión popular de la historia la ha escrito Hollywood», dice el experto. Sánchez Arreseigor advierte de que «no hay comunidad humana sin un pasado embellecido».

Un ejemplo español es el Cid ganando una batalla después de muerto y uno vasco, el precristianismo ancestral. «Lo que ocurre es que algunas comunidades tienen más influencia que otras en la cultura global y consiguen que su versión se imponga, aun siendo tan falsa como las demás».

Es algo que le ha pasado a nuestro país y, a su juicio, está detrás de parte de la leyenda negra, «sin que esto implique lavar la cara al imperialismo español de la época colonial»; pero que también le ha ocurrido a Holanda.

«El país que en el siglo XVII rompió el espinazo del Imperio español fue Holanda, no Inglaterra, que era pequeña y débil. Pero Hollywood no está en Amsterdam, sino en un país anglosajón». No todas las falsedades tienen detrás una misma causa. Hay tergiversaciones debidas a «la ignorancia y los prejuicios», como cuando los arqueólogos europeos defendieron en el siglo XIX que el Gran Zimbabue era obra de los fenicios y no de la población negra autóctona.

Pero también las hay de origen político y otras nacidas por el mero afán crematístico, destaca el historiador. Según él, dos ejemplos palmarios de estas últimas son el cuestionamiento de la autenticidad de la Dama de Elche por el historiador del arte John Moffit a mediados de los años 90 y la atribución a seres de otros mundos de grandes obras del pasado como las estatuas de la isla Pascua.

El mito más loco «La llamada teoría de los dioses astronautas es el mito más loco. Los autores, las editoriales y los canales de televisión que la promueven ganan mucho dinero con ella», lamenta Sánchez Arreseigor, para quien tras las visitas de alienígenas en la Antigüedad hay también racismo. «Los europeos fueron capaces de construir ellos solitos sus monumentos, pero los egipcios, los pascuenses y los mayas no. Necesitaron de la ayuda de extraterrestres», señala. Los impulsores de esta visión del pasado ven la influencia de alienígenas por todos lados, pero «nunca presentan una prueba de lo que dicen».

Las noticias falsas «no son algo reciente», indica el autor de ¡Caos histórico!, que dedica en su ensayo capítulos al asesinato de Kennedy, el esoterismo nazi y el fraude arqueológico de Iruña Veleia, entre otros asuntos. «En octubre 1812 el general Malet, un conspirador republicano, difundió en París el rumor de que Napoleón había sido asesinado durante la campaña de Rusia. No había internet, ni redes sociales, ni televisión y ni siquiera usó la prensa; le bastó con el boca a boca. Y la gente se lo creyó porque quería creer que, después de tantos años de guerra, llegaba la paz con la muerte del tirano», explica el historiador.

A Sánchez Arreseigor, para quien «el pasado se falsifica lo mismo que las prendas de marca», le preocupan especialmente los bulos que las formaciones políticas populistas se inventan «con la intención de influir en el voto. El miedo infundado a la inmigración, que puede tener consecuencias catastróficas, es el que ha propiciado, en parte, la victoria de Donald Trump, el ‘brexit’ y el ascenso de Vox», dice. Para él, la lucha más efectiva contra las trolas lanzadas por esos grupos no consiste en derribarlas una a una. «Si, en vez de intentar desmentir los bulos concretos creados por los populistas, el gobierno transmite la idea de que tiene clara la política para afrontar el problema de turno, las mentiras tendrán menor efecto».

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