Pensary decir

ALFONSO GARCÍA

H ay ciertos orgullos políticos que sólo se zanjarían con la dimisión. Quieren borrar esta última palabra del diccionario ciertos sujetos que apelan a no se sabe qué orgullo.

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La soberbia destruye con frecuencia los cimientos de las ideas.

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El pensamiento lúcido nunca puede converger en el pensamiento único.

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Produce algún desasosiego la decadencia de algunas culturas sin que haya una verdadera conciencia del hecho. En Europa está ocurriendo algo que se le parece muchísimo. Y hay una manía enfermiza en tratar de explicarlo aduciendo siempre razones económicas. Esta ceguera impide ahondar más en los hechos.

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Cuando uno se deja arrastrar por los acontecimientos, empieza a perder la perspectiva de la vida. Y con esa pérdida, el verdadero gozo de vivir.

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Mientras que esta sociedad no deje de pensar, aunque no sea con total plenitud, que el dios supremo es el dinero, será difícil salir de esta crisis. Y de otras. De hecho, debemos ser conscientes de que después de la salida nada volverá a ser como fue.

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Es con frecuencia falta de elegancia al menos no entender que también el silencio merece el mayor de los respetos.

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Algún escritor, según escuché en cierta ocasión a José Manuel Trabado, dejó escrito que la patria del hombre es su calle. Buena reflexión, creo, para algunas generaciones no precisamente jóvenes.

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El italiano Cammarano dejó escrita esta frase. Para pensar: «Sólo los necios y los violentos tienen la última palabra».