Polisémica recuperación medieval

C uando el lector da un repaso al apartado ‘Personajes’ y sobre todo al conocer la ‘Nota de autor’ está en condiciones de apreciar la obra en su valor valor polisémico y de conocer su gestación en el trasfondo personal del autor: las vivencias infantiles, la condición profesional y una tragedia familiar explican buena parte de los recursos creativos. Los recuerdos, su condición de arquitecto, los estudios sobre el Románico y la reconstrucción del monasterio palentino de Santa María la Real son los ingredientes que hacen posible esta gran novela, de la que no está ausente una cierta dificultad en el seguimiento argumental y especialmente en la trayectoria de los personajes, sobre todo la de Alfonso VIII, niño a lo largo de muchas páginas.

La acción se extiende desde 1150 hasta 1180 e incluye una actividad bélica permanente casi entre los diversos reinos, incluido el musulmán, pero no son los únicos factores temáticos. La obra no se entendería sin la presencia del Camino de Santiago, con el monasterio de Sahagún como hito esencial, y Santiago de Compostela, con un maestro Mateo de gran importancia en la trama, haciendo honor a la arquitectura románica y, por supuesto, a la profesión del autor.

Tal vez el aspecto más relevante de la obra sea el de la mujer, tan desamparada en el ambiente medieval. El novelista crea personajes femeninos de gran entidad humana, localizados en momentos histórica y personalmente muy delicados. Es el caso, por ejemplo de Leonor, casada de niña con Alfonso VIII. O el de la judía Raquel, uno de los mitos medievales más recreados a lo largo de la historia y símbolo aquí del amor eterno, como se observa en la escena final. Pero sin duda el personaje femenino más relevante es Teresa, mujer sacrificada y moderna que sirve de articulación humana entre los elementos más complejos de la obra.