Diario de León

«Los santos del misal son la levadura del libro»

Homérico, monumental y asombroso, ‘El envés de los días. Hojas de almanaque’ (Marciano Sonoro) es lo nuevo del prolífico autor leonés Antonio Toribios

Antonio Toribios publica nuevo libro de la mano de Marcuano Sonoro.

Antonio Toribios publica nuevo libro de la mano de Marcuano Sonoro.

León

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Ya en 2009, Antonio Toribios (León, 1960) cuenta precisamente a Ana Gaitero en este periódico que anda enredado en lo que será un almanaque, un blog... Y lejos de quedarse desfasado, tal vez el formato blog un poco, lo que cobra actualidad es la hemeroteca. Porque el proyecto vive ahora con la aparición de El envés de los días. Hojas de almanaque, editado por Marciano Sonoro, número 9 de Colección Relatos al viento rugidor, que en manos de Cristina Pimentel y Jesús Palmero es más una factoría cultural con vocación de periférica pero siempre disparando al centro de la cuestión. Lo primero que llama la atención de lo nuevo de Toribios es un viaje de ida y vuelta que se percibe en el formato. Si nace con la aparente idea de asociarse a las nuevas tecnologías como viaje digital, llegado el momento se da la vuelta y es lo que es ahora: un libro que se presentó esta semana junto a los citados editores y Alberto R. Torices. Pero, incluso antes que lo primero, lo que destaca es que siendo un almanaque hecho y cerrado sería un recuento del porvenir. Y ya en la zona del riesgo de la interpretación, el propio autor, Antonio Toribios, porque en sí mismo su recorrido literario tiene algo de calendario, de su vida y de su obra, hecho, por cierto, que se refleja en la constancia de una trayectoria que se refleja hasta en sus fotografías. Al margen del paso del tiempo, inexorable, lo que se ve en ellas es, como complemento, un almanaque libre de su trayectoria como escritor.

El envés de los días. Hojas de almanaque son 365 relatos. Por lo que podría darse la condición de que sea el año literario de Antonio Toribios. Y si no para él, sí para el lector. Como si dando por sentado que el tiempo pasará, aquí están unas historias que se apresuran a contarlo antes.

Homérico, monumental y asombroso son adjetivos que acompañan la definición de un libro que también se presenta como cartográfico. Por lo que no puede ser de otra manera que sea también la historia que define el autor. Y en este caso, no como una aportación circunstancial, aparece la figura de Tomás Sánchez Santiago, que no hace un prólogo de aliño sino que se sumerge en la materia literaria y en donde se confirma lo anteriormente dicho: para hablar de este libro hay que hablar de su autor.

jesús f. salvadores

jesús f. salvadores

Porque así ocurre cuando escribe Sánchez Santiago: «Hay escritores que se atreven a poner el maquillaje feroz de la imaginación sobre el árido paisaje de las consignaciones, allá donde parecía que no tenía cabida: eso sería revolver los funda- mentos intocables de la estricta realidad. Ya se sabe a qué me refiero. Modificar con palabras vivas el destino de la vida de las personas, alterar la cartografía inapelable de una ciudad, desviar el curso de un suceso histórico con la alegre osadía con que se desvía el curso de un río… Trastocar esos andamiajes como quien juega al ajedrez con el mundo real inventando cada vez las reglas del juego. ¿No es esa la tarea del escritor? Una pro- puesta inconforme para ensayar otro orden en el mundo. Como si los dictámenes de los sancionadores no bastasen a quienes aún sueñan con otra manera de aplicar a los hechos ciertos una justicia poética insospechada». Así, dirige hacia el lector la función de descubrir cada capítulo de este libro como quien consultaba en los ritmos del antaño el calendario que se encontraba en el lugar preferente de cada casa. Ahora se mira el móvil. Con El envés de los días. Hojas de almanaque se cierra el círculo aunque sea una consulta en la que el guion será la imaginación del autor.

Y ese círculo pertenece al ideario de Antonio Toribios cuando este hijo de un ferroviario y una madre dedicada a sus labores asegura que «un manual de legislación de los ferrocarriles y un misal fueron mis lecturas infantiles, incluso antes de Verne, Dickens o Amicis. Hubo también tebeos, muchos. El ferrocarril sigue estando presente en mis relatos, y de los santos del misal, qué decir sino que son el germen y la levadura de este libro. La onomástica me interesaba ya cuando escribí Tu nombre y otros nombres (Mallorca, La Bolsa de Pipas, 2004)», explica, por lo que queda claro que había un detonante literario por explosionar que ahora aparece en forma de libro.

El resto lo da la forma literaria de un escritor que maneja géneros y tiempos con una continuidad de gran autor y de largo recorrido. Y vaya por delante de alguien que colecciona afectos y reconocimiento por parte de toda la parroquia cultural leonesa.

Tal vez, en el libro que cuentan los personajes con sus peripecias haya el reflejo en forma de ficción de una realidad que a veces deja de serlo por el atropellado devenir de los tiempos. Y que por eso se deja llevar por los prejuicios porque no se detiene ni siquiera a intentar comprenderlos. Por eso, destaca Sánchez Santiago, por ejemplo, ese 6 de enero mitológico en el que la vuelta de tuerca que le da Toribios es descomunal: «El día 6 de enero está adjudicado a Baltasara, una mujer que ya desde pequeña no quería ser azafata ni maestra sino rey negro y cuyos padres (Epifanía y Melchor) le afearon infructuosamente esa apetencia extravagante del destino. También desfilan por ese santoral laico y gamberro, por ejemplo, Aldo, que ya iba para poeta desde pequeño, pues «su llanto tenía ya una cadencia que en- golosinaba a quien lo oía» o Zenobia, a quien «se le metió en la cabeza hacerse novia de un poeta». En definitiva, más que guiños una forma de abrir los ojos del lector para llegar a la conclusión que se abre cuando uno se cree que llega al final del entendimiento, pero que si se deja llevar por la curiosidad consigue ver la luz al final del otro túnel que conduce a verdades más relativas.

Como los almanaques remiten de manera indefectible a las efemérides, en Antonio Toribios hay hitos que lo confirman no solo como amante sino como gran creador de relatos cortos, aunque lo suyo ya vaya para largo, puesto que, por ejemplo, fue en 2001 cuando ganó el concurso de relatos de Diario de León, que solo era un aperitivo más para reconocimientos posteriores que se materializan no solo en más premios sino en un reconocimiento crítico que aventuran ahora con este libro la mejor de las actualidades exitosas.

Y es, en definitiva, en esta pesca de arrastre en donde cronológicamente lo que ha escrito, por ejemplo mientras este almanaque se ha ido fraguando, un ejercicio en el que queda la obra pasada con la fuerza literaria presente. Esto es, sus libros no se han difuminado, sino que ahí está la palabra escrita dispuesta a ser leída o revisada.

Desde 2007, cuando publica Ananías y la máquina maravillosa, con Edilesa, un cuento infantil ilustrado por Manuel Sierra y auspiciado por Renfe. Como el almanaque permite la marcha atrás él rescata Luisito el lunático (León, Éfeso Eurodidáctica, 2002), «este con dibujos de Laura Ruiz y la luna de protagonista, otra querencia mía», especifica. «En 2013 entré en contacto con Esta Noche te Cuento, un colectivo dedicado al ejercicio y la difusión del microrrelato y me centré en un género que llevaba ya tiempo practicando. Fruto de ello fue Juegos de artificio (La Armonía de las Letras, 2016). He estado en publicaciones colectivas, siendo las más recientes Cronófagos (2019) y Cuentos de la nueva normalidad (2020)», dice. En los blogs Recado de escribir y Masticadores se sigue su pista infinita.

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