Diario de León

«Ser un buen profesor no está al alcance de cualquiera»

l. El escritor Tomás García Yebra pone al descubierto el sistema educativo en ‘El profesor chiflado y Mister Wert’. «No me hagas culto, hazme lúcido; la cultura domestica, la lucidez desenmascara». Este es el argumento del nuevo libro de tomás garcía yebra, ‘El profesor chiflado y mister wert’, una carga de profundidad contra el sistema educativo

El escritor y periodista de origen leonés Tomás García Yebra, a la puerta de su librería en Las Navas del Marqués

El escritor y periodista de origen leonés Tomás García Yebra, a la puerta de su librería en Las Navas del Marqués

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Don Eufrasio Tónico, un experimentado profesor de sesenta años, imparte clase de Lengua y Literatura en un colegio finlandés de Madrid. Sus revolucionarios método y su original manera de afrontar las clases causará recelo entre el resto del profesorado. Tomás García Yebra, de origen leonés y jefe de Cultura durante años de la agencia Colpisa, dejó el periodismo para montar una librería y tener tiempo para escribir. Tras publicar Los crímenes del Museo del Prado, Desmontando a Cela y El cebo , le hinca ahora al diente en su nuevo libro a esa educación que sitúa a España entre los países ‘más torpes’ de Europa. Uno de los personajes rinde homenaje a la inolvidable maestra y escritora leonesa Josefina Rodríguez Aldecoa.

—¿De qué va ‘El profesor chiflado y Mister Wert’?

—Es una reflexión sobre la educación que se imparte en este país. Si no hubiera sido periodista, me habría gustado ser profesor de Literatura o de Historia del Arte. Hace años escribí un reportaje sobre la enseñanza finlandesa, que siempre está entre las mejores del mundo. El único colegio finlandés en España se encuentra en Fuengirola. Sus responsables me dieron algunas claves de por qué falla la educación en España. Una de ellas es el profesorado. Ser un buen profesor no está al alcance de cualquiera. Ocurre como con los historiadores; la mayoría de los de aquí son infumables, en cambio la escuela anglosajona -Gibson, Beevor, etc- te enriquece deleitándote. El profesor ha de cautivar. En Finlandia la enseñanza está bien considerada y bien pagada, y los profesores, además de dominar sus materias, saben enseñar. Ahí está la madre del cordero. Saber es relativamente fácil; saber enseñar, dificilísimo

—¿De qué se ríe en esta novela?

—Para mí el humor es una forma de instalarse en la vida. Aunque el título parezca humorístico, el contenido es una crítica sangrante a la enseñanza que tenemos. El protagonista es un profesor que intenta que los alumnos piensen por sí mismos, algo que no interesa a ningún Gobierno, sea de derechas o de izquierdas. Los gobiernos no enseñan, adoctrinan. Cuando don Eufrasio entra en clase ametralla en la pizarra títulos como El Quijote, La Celestina o el Poema de Mio Cid . A un chico de 16 años no le puedes obligar a leer esos libros porque cogerá aversión a la letra impresa. A esa edad hay que leer para disfrutar. El profesor hace de la clase algo divertido. Nuestra educación está lastrada por la cultura judeocristiana del dolor y el sufrimiento. Yo, por ejemplo, cocinaba los fines de semana en la agencia Colpisa y la dirección no lo veía bien. Tenemos interiorizado que para trabajar bien y para aprender con provecho hay que sufrir, cuando es todo lo contrario.

—¿Cómo es el personaje inspirado en la escritora y maestra leonesa Josefina Aldecoa?

—La entrevisté y me cayó muy bien. Era un espíritu libre y crítico. Yo estudié en los agustinos, cerca del colegio Estilo que ella dirigía. Me encantó todo lo que me contó y lo he aprovechado para el personaje de Sabina Aldecoa.

—De todos los Wert, ¿nos ha tocado de ministro ‘la oveja negra’ de la familia?

—La novela no tiene nada que ver con la ‘ley Wert’. El problema de la educación es mucho más profundo. Hay que desescombrar y partir de cero. Necesitamos un pacto de Estado a muy largo plazo y con un profesorado competente. ¿Por qué no adaptar a nuestra enseñanza los sistemas educativos que salen bien valorados en los informes Pisa? A mi juicio, ése sería el camino.

—En la novela no tiene piedad con los políticos.

—Son un desastre. Todos los ministros de turno, tanto del PP como del PSOE, sostienen que el Museo del Prado es el buque insignia de nuestra cultura. Pero a lo hora de la verdad demuestran una supina ignorancia y utilizan la religión como arma arrojadiza. Señores ministros, si ustedes no conocen la historia sagrada y no saben nada de mitología, jamás entenderán el Museo del Prado.

—Si la novela no tiene nada que ver con la ley Wert, ¿quién es Mister Wert?

—El padre del ministro, Ricardo Wert. Escribía novelas policíacas con el pseudónimo de Richard Wert. Algunas, como Cinco le vieron morir, tuvieron un gran éxito, lo que le permitió unos ingresos extras para dar de comer a sus ocho hijos.

—¿Por qué en este país se enseñan tan mal asignaturas como Música, Matemáticas e Inglés?

—En Finlandia aprenden a leer y escribir a partir de los 8 años. Primero se enseña a jugar, a reír, a relacionarse y a construir objetos con las manos. Luego todos son bilingües, pese a tener menos horas lectivas. Ya de adultos, se priorizan los debates y las clases prácticas a los métodos memorísticos. Memorizar los tiempos de los verbos no sirve para nada. Con eso no consigues mayor comprensión verbal. Tampoco valen para nada los análisis morfológicos o sintácticos. Como se aprende a leer -y a escribir-, es leyendo.

—Usted que conoce los entresijos de la Cultura, ¿hay tanta corrupción como en la política?

—Parecida. Rascas en cualquier acontecimiento cultural y siempre hay alguien que se lo lleva crudo. Por ejemplo, todos los grandes premios literarios están amañados. Pero nadie dice nada. No preocupa. El fraude forma parte de nuestra convivencia. Hay críticos de arte que se ponen de acuerdo para ensalzar a un artista y que se dispare su cotización después de haberle comprado obras a un precio bajísimo. ¿Qué sistema educativo decente puede triunfar en un país que ha inventado un género literario llamado picaresca?

—Cambió el periodismo por una librería, ¿quién compra ahora libros?

—La librería la concebí como un hobby. Vendo los libros que me gustan. Tengo muchos relacionados con la historia de Castilla y León. Entre ellos hay un apartado dedicado a mi pueblo adoptivo, Las Navas del Marqués, que es donde se encuentra la librería-museo.

—¿De dónde saca el argumento para unas novelas tan estrambóticas?

—Insisto: no es una novela estrambótica, es una reflexión sobre lo que me han enseñado en el colegio y en la universidad. Y llego a la conclusión de que no me han enseñado nada de lo que luego he necesitado para desenvolverme en la vida. ¿Por qué ha sido así? Porque no interesa crear ciudadanos lúcidos y autosuficientes. Cuanto más piensas, menos manipulable resultas. Eso es peligroso. Las sociedades se dividen entre los que engañan y los engañados. Un ejemplo entre mil: las preferentes de Bankia.

—¿El libro es un homenaje a los buenos maestros?

—Sí, efectivamente. Es una reivindicación de los profesores diferentes, los que te ilusionan, los que no son convencionales y saben arrancar a los alumnos lo mejor que llevan dentro.

—En ‘el profesor chiflado’ hay un guiño a Jerry Lewis?

—No, en absoluto. En la novela hay mucho humor, pero no un humor blanco. El mundo está lleno de trampas. El profesor dota a los alumnos de armas para que las descubran.

—¿Por qué prefiere la lucidez a la cultura?

—La cultura domestica; la lucidez desenmascara. Esa es la consigna que el profesor inculca en sus alumnos. No hay que quedarse con las primeras lecturas. ¿Por qué es noticia que busquen los huesos de Marta del Castillo? ¿Para tenernos informados? No. La respuesta es dura: el mal ajeno nos consuela y nos reconforta. Digerimos mejor la sopa mientras nos lo cuentan.

—¿Aprendió en aquella escuela cuya filosofía era «la letra con sangre entra»?

—Tengo cariño a la escuela de doña Carmen, mi maestra, por el entorno rural de mi infancia. Luego, a los diez años, me fui a Madrid, al colegio San Agustín. De una escuela de una docena de alumnos pasé a un colegio de 3.000. Aquello fue un shock.

—¿Es usted el niño de la portada?

—Es mi hermano Andrés, años sesenta, en la escuela pública de Las Navas del Marqués. La típica fotografía con el mapa detrás que se hacía a los colegiales de aquella época.

—¿Cuál es el mejor y el peor recuerdo de la escuela?

—El mejor, que aprendí a jugar al fútbol. Lo peor, el sentimiento de miedo. Nunca estaba relajado en el colegio. Tenía un constante temor a la reprimenda o al gesto amenazante.

—¿Se sabe la lista de los reyes godos?

—Recaredo, Chindasvinto, Witiza... No recuerdo más. Pero ¡ojo! con despreciar la memoria. Hay que ejercitarla para prevenir enfermedades como el Alzheimer.

—¿Cuál es esa fauna ibérica contra la que dispara en la novela?

—Dispara contra los malos políticos, los malos profesores y contra esos bancos que al robo le llaman quita. Hago picadillo contra todo lo que pudre a la sociedad y oculte a los escolares. Tendría que haber una universidad para formar a los políticos y otra para formar al profesorado.

—¿No cree que poner el nombre de Wert en el título puede espantar a los lectores?

—No lo sé. El libro es una reflexión sobre el sistema educativo. La mía, claro. Lo que yo opino tampoco es palabrita de Dios.

—¿Cuál es la peor clase de periodista?

—El que se vende al señorito, aunque ahora es imposible no hacerlo. El periodista ya se autocensura, sabe de qué puede hablar y de qué no. ¿La famosa libertad? ¡Si no se puede ni fumar en las redacciones!

—¿Ahora ‘pasa’ de la actualidad?

—La actualidad nunca me ha llamado la atención. Cuanto más la necesitas, menos reflexivo eres. Siempre he tenido más vocación de escritor que de periodista.

—¿Qué ‘tuit’ le pondría a Wert?

—Mientras no haya una educación a la finlandesa, de largo recorrido, este país no levantará cabeza. No se puede recortar en educación ni en investigación.

—¿Y a Bárcenas?

—Le diría que imaginación tiene más encanto que el dinero. Estos sujetos corruptos son muy listos para amasar y descerebrados para disfrutar.

—¿Qué personaje es más novelesco: Esperanza Aguirre, Bárcenas, el Rey o el juez Ruz?

—Yo los metería a todos en un relato y puede salir algo sugerente. El más completo es el Rey. Puedes hacer con él una biografía a la carta. Sin mentir -tan solo hay que omitir y poner el acento donde desees- te puede salir una biografía positiva o demoledora. Hay que desconfiar de las palabras. El profesor insiste mucho en este aspecto. Sus imposturas son ilimitadas.

—¿No le gustaría escribir una novela sobre el Santo Grial?

—Sí, por qué no. Lo que sí me gustaría es escribir un libro de viajes que no sea convencional sobre El Bierzo. Por parte de madre procedo del pueblo de Yebra, y por parte de padre de Riego de Ambrós.

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