Diario de León

Torrebarrio

«Torre» alude a instalación militar, quizá de vigilancia como la multitud de castillos y torres que se levantaron en la montaña leonesa para defensa del camino a las Asturias. «Barrio» aún viene a afianzar más la existe

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MATÍAS DÍEZ ALONSO
León

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El manto de nieve de Peña Ubiña extiende su frescor por todo este circo montañés de altura, que corta el sol y camina hacia un crepúsculo de grados bajo cero. De Torrebarrio cuesta marchar; sus casonas de piedra sillería, su iglesia como atalaya, sus dos grandes barrios, el local y el de Cubiechas, con su ermita renacentista de San Juan, todo hace de Torrebarrio lugar de distinción y señorío. Bien se nota que aquí no hubo señor feudal, porque todos los vecinos eran nobles de heredad y no había gentes de estado llano.

La ermita de San Roque, similar a la de San Juan, de traza renacentista, con una sola nave, dos arcos fajones de medio punto y bóvedas de cañón. Su talla de San Roque es de buena factura.

La iglesia parroquial de San Claudio es uno de los más bellos templos de la comarca, situada en la Peña del Castillo, donde hubo castillo amurallado. La espadaña es del siglo XVII, y la iglesia fue ampliamente reformada en el XVIII, a estilo neoclásico. Una de las campanas es de línea «romana», de 1709, fabricada siendo cura don Claudio Álvarez de la Vega, pregonando en latines su leyenda, que «a la voz de su sonido huyen los adversarios» .

La portada es muy bella, con columnas dieciochescas, metopa e imagen de San Claudio en piedra. El interior es de planta de cruz latina, columnas neoclásicas, cúpula bizantina con pinturas de Evangelistas. El retablo central lleva tallas muy buenas, santo Tomás, santa Lucía, san Antonio Abad, san Claudio, el Sagrario, y en los laterales se ostentan también buenas tallas, como san Benito de Palermo, africano, del siglo XVI. El templo es riquísimo en arte.

A los pies de la iglesia se asienta un enclave que llaman «de Señores», con amplia casona, blasón en su portada con leones, haces de leña, la cruz de Malta de los Caballeros de San Juan de Jerusalén y una orgullosa inscripción en su cartela: «Los Álvarez que al alba vinieron y por defender su Ley al Rey sirvieron».

Aneja a la casona está la capilla con su campanil, vieira de peregrinos y retablo neoclásico. En la casa que fue del escribano Álvarez de la Vega está esculpido el Víctor de la universidad de Salamanca, así que tuvo que ser doctor universitario.

El santuario de Procinero

Torrebarrio no fue siempre un lugar de paz, también sufrió en sus carnes el azote cruel de la sangre derramada. Tuvo su castillo en esta atalaya eclesial, y no es extraño porque Alfonso II el Casto ya había quedado escarmentado cuando Hixém I cayó destructor sobre Oviedo, aunque vencido luego en la batalla de Lutos, y vuelto a la intentona mora, al año siguiente, el 795, a destruir lo que quedaba en pie de Oviedo, y en su viaje a las Asturias pasó a cuchillo a la población de Torrebarrio, llevando cautivas a sus mujeres, como volvieron a ser objeto de esclavitud en las razzias de Almanzor, dos siglos después, vendiéndose leonesas en los zocos de Córdoba con toda naturalidad.

El poblado del barrio Cubiechas fue independiente de Torrebarrio, con su propio Fuero, dado por Fernando II el 16 de marzo de 1186, juntamente con el Fuero de Lago de Babia, pasando de ser Realengo a ser Señorío Abacial del Abad del monasterio de San Isidoro de León.

El Fuero consta de Crismón, como invocación a la Trinidad, delimitación del territorio, derecho de asilo y exenciones, el amparo a quien se acoja al término de la Villa y vivan en paz, la defensa ante quien quebrante el Fuero y caloñas por el cuádruple de los daños

Pro-Cinero , Ciñera, hace referencia a azeña, cenia, molino harinero en el cauce entre riscos. Fue un cenobio de Caballeros de San Juan de Jerusalén, con hospital para peregrinos y transeúntes. La ermita es de un tosco románico rural, con una ingeniosa puerta de madera de tres hojas, formando un semicírculo. El pretil del atrio muestra dos columnas cuadradas y el alero está repleto de modillones. El interior es de una sola nave con varios compartimentos: vestíbulo, cocina, horno, oratorio, asientos de piedra adosados a los muros, vivienda de monjes, arcos fajones, bóveda de cañón, todo de más de cien metros de superficie interior. En el interior se ostenta la cruz de Malta. Este santuario terminó siendo venta de arrieros, así se recoge en el legajo del Concejo de la venta de desamortización de Mendizábal de 1835.

Pocos años después, 1847, ya Madoz en su Diccionario Histórico habla de Torrebarrio como Lugar, localiza en su término a Peña Ovina , que hoy denominamos Peña Ubiña, que padecen enfermedades de pulmonías y reúmas y pasa por sus inmediaciones el camino a Asturias por los puertos de Ventana y La Mesa. La escuela de primeras letras estaba dotada con 600 reales de vellón, a la que asisten 60 niños de ambos sexos. Pertenecía entonces al ayuntamiento de La Majúa y partido de Murias de Paredes.

Torrebarrio en el siglo XVIII

Formaliza el Catastro de La Ensenada el Juez Subdelegado de Su Majestad Pedro Antonio García de Bores y la Guerra y el escribano real Thoribio del Río Blanco. La Comisión declarativa la integran los regidores Manuel Luis Rodríguez y Pedro Álvarez, el procurador del Concejo Francisco Álvarez, los peritos vecinos nombrados por el Concejo Juan Antonio Barriada y Domingo Bernardo y el cura párroco Francisco Álvarez. Juran por Dios Nuestro Señor ante un crucifijo decir verdad de lo que supieren y les fuere preguntado. El cura no jura, declara in verbo sacerdotis . Se inician las Declaraciones, que se denominan «Para la Única Contribución», que nosotros conocemos popularmente con el nombre de «Catastro de La Ensenada» en fecha 27 de julio de 1752.

Declaran que Torrebarrio es Lugar de Realengo, y contribuyen a Su Majestd con 2.181 reales de vellón por Sisas y Zientos, y pagan 1.055 reales de Alcabalas y 10 maravedíes a herederos de Juan de Prado Porto Carrero.

Disponen de un plantío que hicieron cumpliendo el Decreto Real de 1747, y todo el término mide 2.780 fanegas de tierras, pastos boyales, labrantías y tierras yermas, y 680 fanegas de puertos, peñas y pedreras.

La población cuenta con 59 vecinos, 17 viudas, dos clérigos: el párroco y el capellán del santuario Procinero, Pedro Boiso y dos vecinos en el santuario. En total disponen de 83 casas habitables y 14 inhabitables, además de dos casas albergue de peregrinos en el puerto contiguo al santuario, Ventana.

Hay Foros sobre algunas casas, a favor del marqués de Camposagrado y Colegiata de San Pedro de Teverga.

Hay tres vecinos que transportan carros de vino, dos maestros herreros de obra negra, un aprendiz de obra negra, un tejedor de lienzos, un sastre, no hay pobres de solemnidad. Tienen once molinos harineros. La yegua, cuando la echan al natural la cría vale 48 reales, pero si la echan al contrario vale la cría 200 reales.

Obtienen 8.400 reales de vellón del arriendo de puertos, gastan 910 reales los regidores, el cirujano, el maestro de primeras letras y el depósito de papel sellado, otros 2.700 reales en la «refacción» de caminos, 400 reales en la «refacción» de casas del Común, 900 reales en ceras, conjuros, letanías, Corpus Christi, 150 reales de primicia a la iglesia y administración de sacramentos. 150 reales de Voto a Santiago, total 8.296 reales de gastos, y aún les sobra algo. Los diezmos suponen 2.704 reales, pero el párroco no tiene derecho a diezmos de puertos, porque están arrendados a la Orden Monástica del Escorial.

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