Diario de León
Publicado por
nacho abad
León

Creado:

Actualizado:

J unto a la parada del autobús hay un charco de agua sucia que brilla como la plata. Me asomo para verme reflejado y descubro que un insecto trepa por mi zapato. Tiene la forma y el color de una rama seca. Asciende despacio hasta llegar a los cordones. El autobús que me llevará a casa se detiene y abre sus puertas. Subo y el insecto, que parece inofensivo, viene conmigo. He salido para buscar una historia que contar, pero regreso de vacío. Puede que dentro escuche una conversación sugerente. Sin embargo, los pasajeros viajan silenciosos y serios, como si asistieran a un funeral. No al de un ser querido, sino al de un vecino que no les caía simpático. Uno tose y una señora se rasca la oreja.

Al fondo descubro a un anciano que apunta algo en una libreta. Me acerco y me siento a su lado. Miro de reojo lo que apunta. Tiene la letra pequeña y bonita, una caligrafía antigua. Por un momento imagino que es un escritor y que se me ha adelantado. Salió como yo para atrapar una historia y la encontró en el autobús, de regreso a casa, unas paradas antes. O quizá sea yo mismo dentro de muchos años, cuando entre mis papeles aparezca este escrito y descubra que dentro de este autobús dejé pasar algo por alto, y emprenda un viaje en el tiempo para recuperarlo, para escribir una historia que ahora no consigo contar. Sin embargo, el viejo solo anota los nombres de los vecinos que asistirían a su entierro a pesar de que no les caía simpático, supongo.

En el asiento de delante, una chica escribe un mensaje en el móvil. Teclea tan despacio que parece que duda. Le pide a alguien que no la espere para cenar porque ha quedado con unas amigas. A su lado se acaba de sentar un joven. La chica le pregunta cuál es la última parada de esa línea y el joven consulta el cartel de la puerta. «La última parada es el bosque», dice, y ella le responde que es allí a donde va. «Ah, ¿sí? Qué casualidad, yo también», comenta él. No vuelven a hablar más, al menos hasta que llego a mi destino. Antes de bajar, echo la vista atrás y veo que él duerme. El insecto que llevaba conmigo se encuentra ahora en su zapato. La chica mira por la ventana con gesto melancólico. Trato de imaginar cómo será el final del trayecto, cuando ellos dos se encuentren solos a la entrada del bosque. Al poner un pie en el suelo, piso un charco.

tracking