Diario de León

poesía

Un infierno en mi almohada

DESGASTÉ CADENAS AÑORÁNDOTE Ahmed Arif Traducción de Pepa Baamonde e Irfan Güler, Visor, Madrid, 2012. 64 páginas.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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Diyarbakir es una ciudad turca con impresionantes murallas de basalto negro, donde conviven las culturas kurda, circasiana y árabe. «Después de ver Diyarbakir es más fácil entender a Ahmed Arif. Con sus terribles muros, con sus canciones, con su cárcel, con su calor y con su frío, con su cultura del pueblo que sopla por todas partes... Diyarbakir es un lugar de citas, de cruce, de confluencias de las grandes culturas, de este cruce nació Ahmed Arif», como escribió Yasar Kemal. Pero su poesía brotó sobre todo del sufrimiento. En 1951 fue torturado durante cuatro meses, pasó después algunos años en la cárcel y su vida fue un calvario. Murió en 1991. Publicó un único libro de poesía: Desgasté cadenas añorándote (1968). Son sólo 19 poemas, pero el libro ha servido a la rebeldía contra los golpes de estado del país. Nada menos que 60 ediciones ha tenido el libro en Turquía. Con su lectura ahora en español evocamos a otro gran poeta turco, Nazim Hikmet, al que tradujo Antonio Gamoneda y con el que enlaza Ahmed. Los dos poetas sufrieron cárceles, pero si Nazim se dirige al pueblo desde las llanuras, Ahmed lo hace desde la rebeldía de la montaña y desde la esperanza, pues a pesar del sufrimiento en propia carne, su poesía es una elegía esperanzada.

«La poesía tiene que ser comprensible y partir del corazón del hombre», escribió el poeta turco. Por eso su poesía cuaja en emoción. La traducción conserva el poso emocional de una poesía que nos habla desde los muros carcelarios, con todas las privaciones, pero con la seguridad de una amor que sostiene la esperanza: «Y mis manos, esposadas, / quedé sin tabaco, sin dormir, / tu amor no me abandonó». Ahmed Arif es el poeta del amor y de los que sufren, de los que sólo tienen para vivir una triste esperanza. Ningún poema tan conmovedor como el que da título al poemario: «Desgasté cadenas añorándote... / Tu ausencia es otro nombre del infierno... / Tengo frío, no cierres tus ojos».

Desde la litera carcelaria, con la ventana ciega, sabe el poeta que la primavera ha llegado a su tierra; «a pesar de la cuerda y de la bala», un día habrá «una tarde de primavera en el mundo». «La esperanza está en las montañas» canta el poeta, una esperanza rebelde: «Incluso si disparas la bala no puede atravesar la noche». Pocas palabras pueden encender hoy el fervor poético como lo hacen las de Ahmed Arif, que hoy tenemos la suerte de poder leerlo en castellano.

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