Diario de León

EL CULTIVO CIRCUNSTANCIAL

LA BREVE HISTORIA DEL TABACO LEONÉS. Las necesidades de la autarquía fomentaron la plantación de tabaco sobre todo en El Bierzo, que se mantuvo durante más de seis décadas. El Gobierno seleccionaba las variedades e instruía a los agricultores para impulsar la producción local

Un secadero de tabaco en una explotación de Quilós, a comienzos de este siglo. ana f. barredo

Un secadero de tabaco en una explotación de Quilós, a comienzos de este siglo. ana f. barredo

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«El cultivo del tabaco es sencillo, y no exige en general grandes esfuerzos, por lo que muchas de las labores que requiere pueden ejecutarse por mujeres y niños, adaptándose perfectamente al tipo de cultivo familiar». Era uno de los mensajes de la Cartilla Divulgadora del Cultivo de Tabaco, editada en 1941 por el servicio Nacional de Cultivo y Fermentación de Tabaco, para instruir a los agricultores y fomentar la plantación en la Zona Sexta, que abarcaba León, Asturias y Santander. Eran los años de la autarquía, y el Gobierno franquista había iniciado una campaña para «lograr en lo posible la independencia económica de productos hasta ahora importados del extranjero, entre los que ocupa un lugar señalado el tabaco», señalaba el ingeniero agrónomo Francisco González de Regueral y Bailly.

Fue en esos años cuando se inició el cultivo de tabaco en la provincia, que tuvo especial importancia en la zona del Bierzo (sobre todo en Cacabelos, Quilós y Carracedelo), y que prácticamente desapareció en 2005.

Al margen de las razones económicas que determinaron la desaparición del producto en la agricultura local, fue uno de los primeros cultivos que se introdujo de forma ordenada, con especial interés en las variedades a cultivar y un esfuerzo por formar a los productores a lo largo de todo el proceso para obtener los mejores resultados.

Las primeras pruebas de cultivos de tabaco en España se iniciaron hacia 1920, aunque fue en los años 40 cuando se produjo su mayor expansión para garantizar el abastecimiento del consumo nacional. Los mensajes que traslada la cartilla divulgadora, más allá de los consejos de cultivo, dejan claros los objetivos de la campaña: «¡Agricultor, cultiva tu tabaco! Con ello harás patria y mejorarás tus medios de vida». O «El cultivo del tabaco es doblemente remunerador, para la economía nacional y para el agricultor».

En todo caso, este documento consideraba que la planta podía adaptarse a la mayor parte de las provincias del país, aunque «en el Norte, en particular en Asturias, es donde se produce el mejor tabaco del país, por la calidad y finura de sus hojas». En este impulso del cultivo, el Servicio de Cultivo incluso facilitaba gratuitamente las semillas y plantas a los cultivadores autorizados, y enviaba periódicamente a técnicos para mejorar las cosechas.

En León el máximo de la producción se alcanzó en los años 60, con recolecciones de hasta 1.000 toneladas de hoja. Se respondía así a una demanda nacional que había crecido con fuerza desde los años 30, y que a partir de los 60 se disparó con efectivas campañas de publicidad. El cine fue también actor esencial en el consumo de tabaco, al envolver en glamour a los fumadores y, especialmente, a las estrellas femeninas cigarro en mano y rodeadas de humo.

En los primeros años de producción el tabaco cosechado en las fincas leonesas se dedicaba sobre todo a picados para pipa o tabaco de liar, aunque más tarde el producto de los secaderos bercianos se destinó también a las mezclas de las marcas nacionales que se comercializaban entonces.

El aumento del consumo en los años 60 vino acompañado en España de la llegada de las marcas americanas, y una potente maquinaria de publicidad. En aquellas décadas las consecuencias del consumo para la salud no entraban en los cálculos de una pujante industria que, por otro lado, supuso el inicio del declive de la producción leonesa.

El cultivo nacional fue concentrándose en regiones con unas mejores condiciones para la productividad, especialmente Extremadura y Canarias, además de una parte de Andalucía. Se mantuvo sin embargo entre los cultivadores bercianos, aunque en un número cada vez más reducido.

En la desaparición de las explotaciones locales de tabaco tuvo también que ver la Política Agraria Común de la Unión Europea, que no incentivó con ayudas una actividad sometida además a precios intervenidos, y no siempre rentables para los agricultores. Al menos no tan rentables como los que comenzaron a fomentarse a partir de entonces, lo que llevó a la mayoría de los productores a cambiar sus cultivos para adaptarse a las preferencias agrícolas del mercado común.

A comienzos del actual siglo el Ministerio de Agricultura optó por concentrar la producción nacional sobre todo en Cáceres, y dos años después los cultivos de tabaco leonés pasaron a formar parte, breve pero relevante en las zonas donde se produjo, de la historia agraria de la provincia.

Aunque concentrado en las zonas elegidas, la producción de tabaco sigue en España una senda descendente. Según un informe de Adelta sobre la industria entre 1990 y 2015, sólo en esos años las hectáreas de cultivo se redujeron a la mitad (quedaban entonces 10.500), y las explotaciones pasaron de 17.300 a 2.200. Eso sí, multiplicaron por cuatro su extensión. También se reduce el mercado: de casi 82.000 millones de cigarrillos vendidos a menos de 47.000 en el período.

Otra cosa es la evolución del precio: en 1990 una cajetilla costaba 0,61 euros, en 2014 4,37. El 77% de esa cantidad, impuestos.

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