Diario de León

Economista con alma

Álvaro Martínez Rojo. Alumno brillante de la ULE, quiere hacer de la economía una herramienta para mejorar la vida de las personas.

Álvaro Martínez Rojo.

Álvaro Martínez Rojo.

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SUSANA VERGARA PEDREIRA | LEÓN
León

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Una se enfrenta a sus reflexiones con cierto pasmo después de tanto escuchar a la Troika y Merkel. Y hasta tanto sentido común le devuelve algo de confianza. Más que en los que están, en los que van a venir.

Álvaro Martínez Rojo pertenece a esa nueva generación que él denomina ‘perdida’ pero que está llamada a tomar las riendas del futuro. Muy preparados, capaces, decididos. Es economista. Con uno de los expedientes más brillantes de la Universidad de León. Escuchándole, sus reflexiones están al nivel de sus notas. Matrícula de honor. Trece. El resto, sobresalientes.

Empieza por lo de casa, por León. «Me duele enormemente que, por decisiones totalmente politizadas, la mayor parte de los jóvenes no podamos construir un proyecto de vida aquí. Gran parte de la sociedad leonesa asume la decadencia de León como algo inevitable cuando no es así. Nos falta unidad y capacidad reactiva». Sigue por lo suyo, la economía. «Se ha deshumanizado. Las variables que miden el bienestar real se han esfumado de los grandes discursos. Debemos recuperar la Economía como ciencia Humana, al servicio de las necesidades de los individuos y del bien común, y para ello debemos tender la mano a otras disciplinas como la Antropología, la Sociología e incluso la Historia». Continúa por la gran preocupación. «El problema no es encontrar o no trabajo sino qué tipo de trabajo encontramos la mayoría. La sobrecualificación es el gran problema de nuestra generación. Por una parte, tal y como está planteada la metodología educativa del sistema universitario, el alumno que termina se encuentra con un bagaje de conocimientos que no sabe cómo convertir en habilidades y competencias que permitan resolver tareas de forma expeditiva en un puesto de trabajo real. La desorientación y sensación de inutilidad son enormes. La forma de enseñar y aprender es mucho más adecuada para los que desean opositar o continuar investigando de cara a un doctorado, que sin embargo son una minoría. Por otra, los empresarios son conscientes de este problema y en muchas ocasiones delegan muchas menos responsabilidades de las que deberían en el trabajador júnior, quizás por miedo a que cometa errores, lo cual retrasa aún más su incorporación a la realidad. Ambas partes son culpables». Y termina con el país. «España no es más democrática que muchos países a los que consideramos subdesarrollados. Nuestra democracia es meramente simbólica, formal, política. Pero cuando nuestros representantes, depositarios de la soberanía popular, incumplen sistemáticamente sus programas a partir del día siguiente al que han sido votados o toman decisiones durísimas para la mayor parte de la sociedad sabiendo que sus consecuencias materiales no van a afectar a la burbuja en la que viven,  en el mejor de los casos tenemos fraude democrático. Es necesario recuperar una democracia mucho más activa por parte de la ciudadanía, mucho más fiscalizadora del poder, que no sólo se traduzca en un voto de castigo al Gobierno de turno cada cuatro años».

No hay mercantilismo en su pensamiento. «Apuesto firmemente por la capacidad de la Ciencia Económica como herramienta formal para mejorar la vida de las personas. Pero hace falta un cambio profundo en nuestra manera de emplear dicha herramienta. Cambio del que quiero ser partícipe». Tiene claro el objetivo. «Trabajar para Organismos Internacionales, el Banco Mundial o la ONU, en proyectos de desarrollo y políticas públicas. Quiero continuar formándome en el extranjero, adquirir experiencias globales es un valor no ya añadido sino absolutamente imprescindible para un profesional de este siglo. Crecer no es otra cosa que vivir experiencias que tambaleen los esquemas mentales que creías más sólidos, cuestionar tus principios». Sabe cuál debe de ser el balance. «Al final, el objetivo en esta vida es ser feliz. Todo lo demás, estudios, trabajo, dinero, reconocimiento, éxito, sólo son caminos». Sabe dónde están los números rojos. «El sistema actual de relaciones socio-económicas ha perdido gran parte de sus valores fundacionales, aquellos que ponían al ser humano por encima de cualquier otra consideración, y es necesario recuperarlos». Le gusta multiplicar. Experiencias, conocimiento, amor. Practica el viejo proverbio ‘quien tiene un amigo tiene un tesoro’. Quiere despejar una incógnita: «Sólo pido a los políticos que nos dejen volver». Me sumo.

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