Diario de León
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«En nada se asemeja el toro actual al de hace varios siglos». La fiereza salvaje del animal antiguo se ha encauzado hacia la bravura y la nobleza del toro moderno mediante la selección y la mejora genética. «El animal actual embiste de una forma más controlada, humilla, se emplea más y durante más tiempo de lidia».

Juan Manuel Lomillos explica que «las técnicas empíricas de selección genética han permitido refinar el comportamiento fiero original del toro primigenio hasta disponer de animales de un comportamiento más o menos uniforme». Es «la bravura, y un conjunto de patrones etológicos que varían su expresión en los diferentes encastes. Estos patrones son seleccionados por cada ganadero, con interpretación personal, lo que contribuye a mantener una variedad de comportamiento característica de la raza, y diferencial de cada encaste. Varía en cada ganadería».

El doctor Lomillos realiza en su trabajo para ingresar en la Real Academia de Veterinaria de Castilla y León un viaje que analiza el comportamiento desde el toro primigenio a los festejos de la Edad Media, cuando son los nobles los que a caballo demuestran al pueblo su rango y valor. Es la época del toreo a caballo, en la que eran los carniceros los que seleccionaban los animales menos dóciles.

En los siglos XVIII y XIX se inicia la selección de un animal que tenía que dar juego sobre todo en el tercio de varas, tras la que se preparaba al animal para su muerte. Las faenas de muleta eran mínimas entonces. «Media docena de muletazos ejecutados sobre las piernas, sin quedarse quieto el diestro». Una lidia apta «para cualquier tipo de animal que presentase una mínima acometividad», y que «no establecía grandes diferencias entre unos toros y otros».

Eran «animales rudos, toscos, violentos, de furia incontenible y difícilmente lidiables».

Se establecieron después las temporadas taurinas, se construyeron plazas, y las ganaderías comenzaron a explotarse. Su precio subió considerablemente (entre 1730 y 1800 se multiplicó por cinco, explica el veterinario).

Poco a poco comienza a prestarse atención al comportamiento de los reproductores, se mira la ascendencia y descendencia para elegir sementales, y eso, que sigue vigente hoy en día, «fue una auténtica innovación». Porque «lo que hoy conocemos como una corrida de toros comenzó en torno a 1728, según Ortega y Gasset, tras un largo proceso evolutivo». Los ganaderos orientan entonces su selección, y la mantienen hasta hoy adaptándola a las exigencias del festejo.

«Por eso toreros y público han ido variando los cánones del espectáculo, y por ende del comportamiento del toro que se consideraba más atractivo en cada época». En el siglo XIX era un toro fundamentalmente manso, y en el siglo XX cambió el concepto de lidia. «Hasta entonces se había basado en el poder y el sometimiento del animal, pero luego el torero debió torear de manera más estética, y eso hace que los ganaderos centren su selección en una mayor bravura».

El monoencaste

Hasta se ha implantado un plan de entrenamiento del toro durante los meses anteriores a su lidia. Desde los años 90 se impone también una estrategia comercial «de algunos ganaderos como Juan Pedro Domecq, que ha ido disminuyendo la diversidad de encastes presentes en las ferias. Es un largo camino dirigido hacia el monopolio del encaste Domecq, lo que se denomina el ‘monoencaste’. Una homogeneidad morfológica y de comportamiento que pasa a ser noble y predecible. Es el toro predilecto de los toreros y hamarginado al resto de los encastes».

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