Diario de León

Lo insignificante es extraterrestre

En el cosmos. «Donde quiera que nos encaminemos los microorganismos nos acompañan. También al cosmos». Y allí muchos de ellos son capaces de adaptarse a condiciones extremas, incluso reproducirse. También las bacterias, aún más resistentes en el espacio

César Bernardo Gutiérrez Martín, catedrático del Área de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de León, en su laboratorio . marciano pérez

César Bernardo Gutiérrez Martín, catedrático del Área de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de León, en su laboratorio . marciano pérez

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«¿Hay vida más allá de la Tierra? Resulta evidente que sí. Esa vida... ¿procede de allende o de aquende la Tierra? Los dos planteamientos parecen correctos». Y más allá de estas cuestiones, ¿esas formas de vida permitirían la supervivencia de los seres humanos si colonizaran otros planetas? Lo que es evidente es que los microorganismos, llegaran de donde llegaran (y ahí la comunidad científica tiene sus diferencias), fueron determinantes para el desarrollo de la vida en la Tierra. Tan cierto como que hasta el momento «se les ha prestado escasísima atención en Astromicrobiología».

Así lo César Bernardo Gutiérrez Martín, catedrático del Área de Sanidad Animal de la Universidad de León, especialista en microorganismos respiratorios patógenos porcinos y en microbacterias, e investigador de nuevos métodos diagnósticos y evaluación de formulaciones vacunales para estas dolencias.

Que defiende que estos tiempos de grandes eventos y pandemias son también «tiempos de pequeñeces». En los que ha decidido prestar atención a los extraterrestres. Concretamente a los microorganismos que viven, sobreviven o incluso se refuerzan en el espacio. «Un análisis de lo minúsculo hacia lo inconmensurable, sin perder de vista lo insignificante», explica.

A este tema dedicó su intervención en la apertura del curo de la Academia de Ciencias Veterinarias de Castilla y León. A la microbiología espacial, los seres microscópicos que han sobrevivido e incluso han conseguido reproducirse en condiciones inimaginables para otros organismos. Y que quizá estaban ya en Marte o la Luna, pero que en todo caso han logrado resistir en entornos extremos.

Una realidad que abre por otro lado las puertas a nuevas patologías, porque las bacterias también pueden hacerse especialmente resistentes en el espacio. Una amenaza para la histórica pretensión de la humanidad de colonizar otros planetas.

¿Seremos, en fin, capaces de amaestrar a los seres microscópicos, como se hizo con los animales en la antigüedad? «Eso abriría el paso a una nueva era en la existencia humana». Aunque, visto desde el momento actual, no parece fácil conseguirlo.

Gutiérrez Martín reflexiona sobra la época convulsa que se vive, «pero también sobre pequeñeces, por eso también sobre microorganismos». Ironiza sobre «un período en el que todo el mundo sabe muchísimo de casi todo, desde las macrogranjas a la eficiencia de las vacunas anticovid. Todos poseemos todo el conocimiento del coronavirus, ese submicroscópico que, por cierto, nos ha ganado la batalla por goleada, y nos ha dado un auténtico tortazo de realidad que debería hacernos reflexionar sobre la circunstancia de que los humanos del siglo XXI somos muy pequeños, casi infinitesimales». Precisamente en la época del «maldito virus coronado» el catedrático apuesta por hacer una reflexión sobre la vida en el espacio.

He optado por analizar lo extraterrestre, más allá de mirar hacia nuestro propio ombligo terrestre

El investigador de la ULE opta así por «hablar de extraterrestres, precisamente cuando vuelve a especularse sobre si existe o no vida más allá de nuestro propio ombligo terrestre». Por eso recuerda que para muchos científicos el origen de los microorganismos está en el espacio, así que la vida en la Tierra procedería en realidad de «lugares muy remotos».

Gutiérrez Martín aborda así el todavía inexplorado mundo de la microbiología espacial, que sin embargo acumula ya un buen número de casos y experiencias sobre los seres microscópicos que «trascienden el globo terráqueo y se asientan en el espacio extraterrestre». Sobre todo en las estaciones y naves espaciales. «Cuando se inició la aventura espacial se pensaba que las naves se encontraban libres de microorganismos, pero pronto se descubrió que algunos seres microscópicos habían sobrevivido, y que incluso eran capaces de multiplicarse en aquellas condiciones tan limitantes».

El caso es que «desde el despegue de los artefactos espaciales diversos microorganismos se van quedando anclados a su superficie». Atraviesan las diferentes capas de la atmósfera y «las especies más resistentes son capaces de permanecer vivas. Entre ellas, cómo no, el Escherichia coli». En resumen, «donde quiera que nos encaminemos los microorganismos nos acompañan. También al cosmos».

El catedrático hace un repaso de las conclusiones científicas que se han logrado sobre los microorganismos en las distintas misiones espaciales que se han llevado a cabo desde los años 60. «La famosa estación MIR, que curiosamente en estos tiempos de guerra quiere decir paz en ruso, se pensó que carecía de seres microscópicos. Sin embargo, se convirtió en un criadero de ellos después de haber sido habitada por los hombres».

Somos microorganismos

Y es que, explica Gutiérrez Martín, «se estima que cada uno de nosotros alberga alrededor de 38 billones de microorganismos, muchísimos más que células propias contenemos. Puede así afirmarse que somos ‘microorganismos y algo más’», bromea. Y recuerda que ese microbioma, que se denomina ‘el órgano perdido’, apenas pesa 200 gramos en el total de nuestra masa corporal. «Es cierto que la mayoría de las bacterias son beneficiosas, no podemos olvidar que nos protegen de las enfermedades infecciosas. Pero una minoría puede volverse peligrosa».

Las enfermedades serán uno de los problemas más frecuentes si queremos visitar, y hasta colonizar, otros planetas

Una circunstancia que hay que ligar a que «el sistema inmunitario se ve perjudicado por circunstancias propias de la actividad cósmica, como el confinamiento (hoy endiablada palabra) o la ausencia de gravedad». Esto desencadena enfermedades, o reactiva otras latentes».

Por eso, destaca el catedrático, «la falta de control del crecimiento bacteriano es una amenaza para los viajes espaciales». Como se demostró en la estación MIR, donde proliferaron las biopelículas producidas por los microorganismos en los paneles o crecieron de forma desmedida algunos hongos en las toallas húmedas, lo que provocó problemas urinarios, respiratorios, del tejido conjuntivo,...

El caso es que se ha comprobado que algunos de los microorganismos que acompañan habitualmente a los astronautas «podrían sufrir mutaciones, debido a la ingravided espacial». Eso se traduciría en un aumento de su virulencia, y también de su resistencia frente a determinados antibióticos. Porque «en el ambiente extraterrestre las salmonelas se comportarían como en el intestino humano, y su virulencia aumentaría o disminuiría» en función de algunas variantes.

La comunidad científica, señala el investigador, no tiene una opinión unánime sobre cómo reaccionarán las superbacterias (aquellas resistentes a los antibióticos) en el espacio. Pueden adaptarse al nuevo ambiente o incrementar el problema que se prevé en la Tierra «en un futuro no muy lejano». Lo que provocaría «una pandemia de peores consecuencias que la actual».

Y esas superbacterias también pueblan el cosmos. «Las enfermedades serán uno de los problemas más frecuentes si queremos visitar y hasta colonizar otros planetas». Existen investigaciones sobre materiales (como el AGXX) que se estudian como posibles soluciones.

Pero «a todo esto hay que sumar la disminución de la microbiota, que afecta a los astronautas cuando se encuentran en órbita. Las consecuencias impiden por ejemplo llevar a cabo operaciones complejas en el espacio».

El catedrático, en una de sus investigaciones. MARCIANO PÉREZ

El catedrático, en una de sus investigaciones. MARCIANO PÉREZ

El caso es que en los últimos tiempos se llevan a cabo experimentos sobre aplicaciones médicas en el espacio. «Por ejemplo, sobre la resistencia a los antibióticos se ha concluido que se precisan concentraciones bastante mayores de algunos de ellos en los emplazamientos cósmicos, para inhibir el crecimiento bacteriano».

El caso es que, de momento, se concluye que las bacterias y los hongos microscópicos pueden desarrollar algunas funciones relevantes para la vida humana en el espacio exterior; pero también que pueden ejercer efectos adversos en las instalaciones interplanetarias, dañinas para los componentes de las aeronaves. «Eso determina que el peligro de la aparición de enfermedades infecciosas aumente conforme se prolonga la duración de las misiones espaciales».

César Bernardo Gutiérrez Martín señala que la búsqueda de alguna forma de vida, «aunque sea microscópica», ha marcado las misiones espaciales. «Resulta evidente que hay vida más allá, la cuestión es si procede de allí o de aquí». Recuerda que las bacterias y los microorganismos son el primer peldaño de la pirámide de la vida. Y que hasta el momento nadie ha demostrado concluyentemente que existan en otros planetas.

En todo caso, el científico hace un llamamiento a cuidar sobre todo de «nuestro planeta azul», y alerta sobre «la lamentable situación de la Tierra. ¿Llegará un momento en el que tengamos que emigrar a lugares alternativos? Al ritmo de los destrozos continuados que estamos ejerciendo sobre nuestro planeta no resultaría extraño que, a no tardar mucho, esta se convierta en la única opción viable». En todo caso «de nosotros, y sólo de nosotros, depende ese futuro del planeta».

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