Diario de León

Geógrafos por la Innovación social

Renacer de las cenizas

Convertir el patrimonio abandonado por la desindustrialización en un recurso de futuro es el objetivo de un trabajo del grupo Invester. Los proyectos necesitan apoyo público, pero sobre todo compromiso de los promotores

Paz Benito del Pozo, catedrática de Geografía Humana de la Universidad de León y directora del grupo de investigación Invester. jesús f. salvadores

Paz Benito del Pozo, catedrática de Geografía Humana de la Universidad de León y directora del grupo de investigación Invester. jesús f. salvadores

León

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«La idea es crear valor de ese saber acumulado, a partir de recursos abandonados que pueden tener una segunda vida con nuevos usos creativos e innovadores». Construir en los territorios vulnerables porque se han desindustrializado y perdido población la base de una nueva economía que contribuya a mejorar socialmente la zona. Y hacerlo desde el rescate y nuevos usos del patrimonio abandonado. Iniciativas que necesitan el apoyo inversor público, pero sobre todo el compromiso de los promotores locales. «Es cuestión de mentalidad, no sólo de recursos».

Es el hilo que teje la madeja del proyecto denominado Vulnerabilidad, resiliencia y estrategias de reutilización del patrimonio en espacios desindustrializados, que desarrolla el grupo de investigación Invester, de la Universidad de León. Un grupo que dirige Paz Benito del Pozo, catedrática de Geografía Humana del Departamento de Geografía y Geología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de León.

«La actual crisis evidencia que ceder la industria a terceros países puede ser una estrategia tramposa"

Benito reivindica el papel científico y de vanguardia en investigación social que desarrollan los geógrafos. Desde Invester se abordan retos sociales complejos y apasionantes, a los que se buscan «soluciones creativas y duraderas», como por ejemplo a la pérdida de actividad industrial. Y con una visión internacional, como en el caso del proyecto de vulnerabilidad y resiliencia de los espacios desindustrializados.

A la espera de las conclusiones finales, la investigación del equipo desvela que poner en valor el patrimonio heredado crea «nuevas centralidades» que generan empleo y fijan población. Y llama la atención también sobre una realidad que ha puesto sobre la mesa la pandemia de coronavirus: desindustrializarse y dejar lo procesos en manos de terceros países no ha sido una buena idea. Dos reflexiones fundamentales para el inicio de la reflexión en lo que a los potenciales de estas iniciativas tienen en León: la necesidad de la apuesta por los ‘retos verdes’, y la oportunidad de modernidad que ofrecen los territorios rurales y de interior; y la exigencia de llevar la digitalización a estas zonas cuyo futuro necesita inversiones, pero puede ser también prometedor. Una cuestión más: la despoblación no siempre es una desventaja.

«Es cuestión de mentalidad, no sólo de recursos. si no aprendemos a gestionar lo próximo, lo que más nos importa y afecta, difícilmente vamos a tener éxito con los apoyos externos»

El trabajo que desde 2005 desarrolla el grupo de investigación Invester de la Universidad de León acaba de sumar a sus reconocimientos el de la Red de Innovación Rural de la Junta de Castilla y León, que trabaja en el entorno del desarrollo de la bioeconomía en las zonas rurales para apoyar el emprendimiento en los sectores agrícola, ganadero, agroalimentario, forestal y de transferencia tecnológica. Entre las líneas de investigación que realiza este grupo destaca actualmente el proyecto Vulnerabilidad, resiliencia y estrategias de reutilización del patrimonio en espacios desindustrializados, que está financiado por el Gobierno y «asume, desde 2019 y hasta 2021, el reto de dar respuesta a cómo los espacios que han sufrido o padecen algún tipo de desindustrialización, ya sea por quiebra de las empresas, por deslocalización, traslado de los negocios o crisis en el sector, sufren el impacto de la crisis industrial», señala Benito. «Se trata de dar soluciones creativas y duraderas a la pérdida de esa industria. Las respuestas son muy variadas... unas de éxito y otras no tanto».

El proyecto es de ámbito internacional, participan universidades de Portugal y Chile, «aunque los estudios de caso se refieren sobre todo a España, y desde luego a León». Una provincia donde se encuentra «un amplio repertorio de iniciativas que ponen en valor el patrimonio heredado de la minería y la industria». El objetivo es «crear nuevas actividades a partir de este recurso, que además es un bien de interés cultural».

Algo que ocurre en las zonas mineras, en la montaña leonesa, o en espacios rurales de interior, de tradición cerealista, en los que hay fábricas de harina, molinos y silos reutilizados o convertidos en museos. «Nuestras investigaciones demuestran que estas iniciativas crean empleo y fijan población joven en las zonas rurales. En las ciudades las viejas fábricas rehabilitadas favorecen la mejora ambiental y urbanística de los barrios, o bien contribuyen a crear nuevas centralidades, como es el caso de la Azucarera Santa Elvira en León Oeste. Todas estas actuaciones son iniciativas de resiliencia y en ellas hay un componente de innovación importante».

«No hay que dramatizar con la despoblación, ni llenar aquello cuya esencia y mayor activo es un cierto vacío»

A la cuestión de cuáles son las principales vulnerabilidades y cómo hay que orientar la reutilización del patrimonio, el empleo y la estructura social en cada zona de la provincia, si se tiene en cuenta que es un espacio geográfico muy diverso y que ha generado actividades económicas en declive o directamente eliminadas, como el monocultivo del carbón, la catedrática de Geografía Humana responde que está claro que «los territorios vulnerables son aquellos en los que se destruye empleo, se cierran minas y empresas de todo tipo y la población emigra, en particular los jóvenes, que buscan oportunidades en otro lugar».

Paz Benito incide en que «si en ese lugar que se desindustrializa se aplican políticas activas de empleo, se invierte en rescatar el patrimonio creando recursos, ahí se están creando las bases de una nueva economía que ayudará a mejorar socialmente esa comarca». Recursos entre los que menciona la creación de un museo, un itinerario cultural, un paisaje convertido en escenario natural visitable y explicado a través de los vestigios de su pasado industrial o minero, o de la agricultura tradicional.

«La idea es crear valor a partir del saber acumulado, a partir de recursos abandonados que pueden tener una segunda vida con nuevos usos, creativos e innovadores».

A la hora de valorar qué apoyos y estrategias son imprescindibles para desarrollar estos proyectos en cada una de las zonas desindustrializadas de la provincia la catedrática destaca que «el compromiso de los poderes públicos es fundamental. Las administraciones deben volcarse en apoyar proyectos de desarrollo local y de regeneración urbana que realmente contribuyan a mejorar estos lugares, junto con el apoyo de los agentes sociales de la población»

«La idea es crear valor con recursos que pueden tener una segunda vida con nuevos usos creativos e innovadores».

Lo que está claro es que reconvertirse y resistir no es sólo cuestión de recibir ayuda exterior, sino también de tener voluntad de reinventarse. «No creo que fiarlo todo a las ayudas de fuera sea una estrategia ganadora. Desde la base, con buenas ideas y con promotores locales comprometidos y que atiendan a los intereses de los habitantes de la zona se pueden alcanzar buenos resultados. Es una cuestión de mentalidad, no sólo de recursos: si no aprendemos a gestionar lo próximo, lo que más nos importa y afecta, difícilmente vamos a tener éxito con los apoyos externos».

Un compromiso con el desarrollo autóctono en el que la actual pandemia de coronavirus ha puesto un acento sobre el que incide la responsable del grupo Invester, a la hora de analizar qué sectores o actividades tienen un futuro más prometedor en el nuevo escenario. «La actual crisis sanitaria ha puesto de manifiesto que desindustrializarse no ha sido una buena idea, que ceder la industria a terceros países puede ser una estrategia tramposa».

Por eso señala que «recuperar ciertas industrias clave, sobre todo en los sectores de alimentación, farmacia, recursos sanitarios y obra pública; así como empeñarnos mucho más en acciones y actividades relacionadas con las energías alternativas y la calidad del medio ambiente, creo que es fundamental». Como lo es también «redoblar los esfuerzos en ciencia, tecnología e innovación. Sin olvidar la educación y la formación, donde invertir debería ser una prioridad en cualquier sistema económico y sociedad».

La despoblación

A la hora de analizar la incidencia de la España vaciada como condicionante para el desarrollo de algunas comarcas, la catedrática de Geografía Humana advierte de que «la despoblación de las zonas rurales en sí misma no es un fenómeno negativo, si mucho menos nuevo. Está ahí desde la desindustrialización, que desencadenó un éxodo rural masivo que llevó a la población a establecerse en las ciudades. Y eso nos ha convertido en urbanitas impenitentes».

Más allá, Benito destaca que «los territorios con baja densidad de población tienen ventajas y pueden ser atractivos para amplios segmentos de población. Por ejemplo, para aquellos que gracias a las tecnologías y a internet pueden trabajar desde su casa para su empresa de la ciudad. O para jóvenes emprendedores que se sienten atraídos por la vida rural y las actividades agropecuarias; así como para empresarios cuyo negocio se basa en materias primas que ofrece el entorno».

En todo caso, «estos intereses no fructifican si las administraciones no hacen un esfuerzo para mejorar las condiciones de vida de las zonas rurales. Por ejemplo, para mejorar su accesibilidad o para ofrecer servicios que faciliten la vida y el trabajo en ellas. Además, necesitan ser dotadas de recursos atractivos para los profesionales y emprendedores que, con sus familias retornan o no se quieren marchar de los pueblos». Por último, apunta su desacuerdo con «dramatizar la despoblación, o con ocurrencias para llenar aquello cuya esencia y mayor activo es un cierto vacío».

Cinco investigadores en i el grupo Invester

El grupo de investigación Invester está formado por cinco investigadores del Departamento de Geografía de la Universidad de León. Son Alejandro López González, José Somoza Medina, María Jesús Sánchez Muñoz, Raquel Domínguez Fernández y Paz Beninto del Pozo, que lidera esta iniciativa desde el año 2005.

El grupo es interdisciplinar y está formado por especialistas en Geografía Humana, Económica, Rural, Cartografía y Desarrollo Local y Rural. Uno de los principales proyectos que desarrollan en este momento es el que analiza las estrategias de reutilización del patrimonio en los espacios que se han desindustrializado, pero sus líneas de investigación abordan temas como las dinámicas de desarrollo de zonas rurales y de montaña, las opciones turísticas de las áreas rurales y urbanas, o la conversión de patrimonio en recurso para el desarrollo de las sociedades.

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