Diario de León

INNOVACIÓN

Los retos de la medicina digital

Las primeras pastillas que incorporan un dispositivo que informa al médico ya están aprobadas. Se abre un debate jurídico y ético sobre sus límites y el choque de derechos que provoca. La abogada leonesa Marina Morla investiga este tema pionero

Marina Morla.

Marina Morla.

León

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«No son pocos los conflictos que plantea este innovador avance en el sector farmacéutico, que ya ha sido calificado como el Gran Hermano de la medicina. Cuántos derechos estarán dispuestos a ceder médicos y pacientes en favor del resto de los agentes que intervienen en el sector del cuidado de la salud aún está por ver en el entorno europeo. Mientras tanto, el debate queda abierto para la comunidad jurídica y bioeticista. Los avances de la medicina digital caminan por un terreno resbaladizo que, lejos de estar definido, exige una reflexión acerca de dónde está el equilibrio entre lo objetivamente beneficioso para el ser humano y aquello que no debería ser aceptable por vulnerar sus derechos básicos».

Es el conflicto que generan los medicamentos digitales, el primero aprobado en 2017 por la FDA. La empresa Proteus Digital Health ya tiene una cartera de 31 medicamentos que incorporan estos sistemas. La abogada leonesa Marina Morla, experta en derecho sanitario, realiza los primeros trabajos sobre las implicaciones legales de este tipo de ‘internet de los productos sanitarios’. Tras varias publicaciones y congresos realiza su tesis doctoral sobre el tema en la Universidad de León, de la mano del doctor Salvador Tarodo.

Morla explica que los medicamentos digitales son uno de los avances más trascendentes del sector farmacéutico. «Incorporan un sistema digital. Dentro de la pastilla hay un sensor, del tamaño inferior a un grano de arena, que al entrar en contacto con los fluidos del estómago envía una señal al parche que el paciente lleva adherido al cuerpo. Informa de qué medicamento ha tomado, en qué dosis y momento. El parche recoge además otra serie de informaciones biométricas como la frecuencia cardíaca, cuánto camina o está sentado,... La información se encripta y se envía vía bluetooth a la aplicación del smartphone del paciente, así como a la de los familiares que haya autorizado y al médico responsable». El teléfono avisa al paciente de cuándo debe tomar la medicación, cambiar su parche,... «El seguimiento de los tratamientos, si no es correcto, es uno de los principales malgastos sanitarios; y además el médico debe fiarse de la veracidad de lo que le dice el paciente sobre cómo toma sus pastillas. Es algo especialmente delicado en personas mayores, tratamientos largos o enfermedades mentales», señala Morla. De hecho el primer medicamento digital aprobado en Estados Unidos es para enfermos de esquizofrenia, «lo que no deja de ser paradójico, ya que sufren sobre todo paranoias de sentirse vigilados o controlados».

Esta vigilancia digital plantea importantes retos jurídicos y éticos, que aún no se han debatido y resuelto, aunque «los medicamentos digitales están ya ahí, eso es imparable». Entre ellos, señala la abogada (máster en Derecho Sanitario) los límites del acceso al tratamiento. «La medicina digital ha planteado un nuevo desafío en la relación jurídica entre médico y paciente. La aplicación del móvil exige aceptar las condiciones de uso del dispositivo, que son las que marca la empresa, sin posibilidad de rechazar algunas. No aceptarlas implica no acceder al tratamiento».

Se produce una colisión entre el derecho de consumo y el derecho sanitario, que «no es nueva, porque aumentan las situaciones en las que la figura del paciente se ve reducida a la de mero consumidor. Es una paulatina mercantilización de la sanidad, que preocupa a la comunidad jurídica y bioética». Como ocurre con la objeción de conciencia del facultativo, «¿qué debe primar, el derecho a la asistencia sanitaria del paciente o la libertad de conciencia del profesional?».

Uno de los aspectos que más preocupa en la aplicación de la medicina digital es la «brecha digital sanitaria». Marina Morla recuerda que para la aplicación de este tipo de tratamientos se requiere que el paciente tenga acceso a internet, a un smartphone, y el conocimiento suficiente para usarlo de forma correcta. «El fracaso de una nueva tecnología se materializa cuando de implanta en un grupo de destinatarios no adaptados a ella. De poco sirven los avances si el desconocimiento tecnológico impide que se apliquen». Cuestiones como no tener acceso a una conexión a internet de calidad suficiente, tener discapacidades de visión o audición que impidan comprender la app o no entender el idioma hacen inviables esos tratamientos; lo que de base excluye a buena parte de las personas de más edad o pacientes con enfermedades crónicas.

Otro de los retos que se plantea es el de la intimidad y la privacidad de la relación entre el médico y el paciente, y la protección de los datos que intercambian. El deber de confidencialidad atañe tanto a los médicos como al resto del personal sanitario, y a aquellos profesionales que pueden acceder a los historiales y datos personales. Por eso es obligado también avanzar en la seguridad en el uso de los dispositivos médico-tecnológicos, ya que «la tecnología no es infalible, puede fallar. La importancia de la protección de estos datos y la ciberseguridad de los sistemas en la medicina digital obliga a reflexionar sobre la confidencialidad, y sobre los mecanismos para evitar el acceso a ella por parte de terceros especialmente interesados en los datos del paciente».

Es el caso de las compañías aseguradoras, por ejemplo, que «pueden no estar interesadas en asegurar a un paciente que no sigue el tratamiento y poner en peligro su salud. El acceso a estos datos conllevaría además a una mayor personalización de los seguros, con pólizas más elevadas o más bajas en función del perfil sanitario del paciente. Y que llevarían incluso a excluir de algunas coberturas a pacientes de determinadas enfermedades, que no se consideren rentables para la aseguradora».

Marina Morla asegura que todos estos factores están aún por debatir en Europa, a pesar de que los medicamentos digitales serán una realidad pronto. «De hecho no encontré documentación sobre este tema, ni siquiera había un nombre para este tipo de medicinas que no fuera en inglés. Pero los conflictos que plantea su uso no son pocos».

El que ya se califica como ‘Gran Hermano de la medicina’ hace que entren en colisión derechos que deben de ser analizados, tanto desde el punto de vista jurídico como ético. Morla ha publicado ya un artículo, el pasado mes de octubre, y profundiza en este tema en la tesis doctoral que elabora. «Nunca antes el sector farmacéutico llegó tan lejos. El avance digital en el sector sanitario es claro, ahí están los smartwatch, los botes inteligentes de pastillas, las pulseras que detectan problemas específicos de salud,... Pero incluir un chip en el cuerpo del paciente y enviar la información al médico es traspasar una barrera, la de la intimidad. Que, por otra parte, no se entiende de la misma manera en Estados Unidos y en Europa».

Un campo más para la investigación en el que trabaja la abogada leonesa, que ha desarrollado ya proyectos en materia de donación de órganos, y es experta también en temas de patentes sanitarias.

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