Diario de León

La adicción sexual, móvil del último tiroteo en Estados Unidos

Un joven de 21 años, ya detenido, asesina a ocho mujeres asiáticas en centros de masajes

Una de las casas de masaje tiroteadas. ERIK S. LESSER

Una de las casas de masaje tiroteadas. ERIK S. LESSER

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El cartel decía ‘Spa de Aromaterapia’, pero dentro olía a sexo. Nada ilegal en el Estado de Georgia, según matizó la alcaldesa de Atlanta, Keisha Lance Bottoms, que se ha propuesto evitar que se culpe a las víctimas, pero Robert Aaron Long las culpaba de su adicción al sexo.

«Aparentemente sufría de una adicción sexual», explicó el jefe de policía Rodney Bryant, en quien el joven de 21 años confesó dócilmente. «Eran una tentación para él y quería eliminarlas», explicó.

Antes de que le detuvieran sin prestar resistencia mató a ocho mujeres en la ciudad de Atlanta, todas asiáticas, e iba a por más. La policía le detuvo a 240 kilómetros de la capital de Georgia, camino de Florida, donde pretendía seguir con la estampida asesina que ya había dejado un reguero de sangre en tres centros de masajes a las afueras de Atlanta. Los agentes estaban en la escena de uno de estos centros de masajes cuando fueron avisados de un supuesto intento de robo en otro centro similar donde se había encontrado a una mujer muerta. Entonces la Policía hiló esos dos episodios con un reporte anterior en el condado vecino de Cherokee que cumplía las mismas características.

Long pretendía poner freno a su adicción a tiros, por lo que se dirigía a un evento pornográfico en Florida del que no se han dado detalles. «No cabe duda de que hubiera causado más muertes», explicó la alcaldesa.

La rápida actuación policial y la colaboración de la familia, que proporcionó los datos para rastrearlo a través del GPS de su teléfono móvil, permitió salvar vidas. Pistola y chaleco antibalas Las cámaras de seguridad le habían captado saliendo de uno de los spa con chaleco antibalas y una pistola comprada ese mismo día. El resto fue trabajo de detective a la antigua usanza.

Al menos cuatro de sus víctimas eran de origen coreano, según el consulado de Corea del Sur en Atlanta, y además todas asiáticas. Sin embargo, el joven ha insistido en que no se trata de un crimen de odio, como los que enfrentan los asiáticos en EE UU desde que Trump le declaró la guerra «al virus chino».

De hecho, era cliente de los tres centros de masajes en los que solo dejó a un superviviente. La Policía no ha querido decir si se trata de «un empleado o un cliente», lo que hace sospechar que pueda ser esto último.

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