Diario de León

Biden carga de impuestos a los ricos

Los republicanos, reacios a cualquier colaboración con el presidente, palidecen por el anuncio del incremento de la carga fiscal a los que más tienen y rebaten incluso su teoría del racismo sistémico

Biden hace el saludo pandémico a Pelosi antes de iniciar su discurso en el Capitolio. MELINA MARA

Biden hace el saludo pandémico a Pelosi antes de iniciar su discurso en el Capitolio. MELINA MARA

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Hace 38 años el senador Joe Biden respondió en nombre de la oposición al presidente Ronald Reagan con la promesa de que «podemos reconstruir una economía mejor y más fuerte que proporcione empleos seguros». Ayer se intercambiaron los papeles, pero no el mensaje. Biden sigue soñando con un Gobierno que ofrezca a los estadounidenses mejores trabajos y, dado que su partido sólo alcanza la mayoría con el voto de desempate de la vicepresidenta, necesita ganarse los votos de la oposición.

Es justo decir que en el discurso más largo que haya dado un presidente durante su primera comparecencia ante el Congreso hizo un esfuerzo por embarcar a los republicanos en su visión, pero las diferencias ideológicas que le enfrentaron a Reagan en 1983 sentencian cualquier posible encuentro en 2021. «Hace que sea muy difícil el bipartidismo», concluyó la senadora republicana Lisa Murkowski, una de las pocas dispuestas a entenderse.

Con la experiencia de quien ha pasado 47 años en el Congreso y un tono conciliador, el mandatario consiguió que algunos legisladores de la oposición como Mitt Romney le aplaudiesen en momentos puntuales del discurso, sin que por ello salgan más dispuestos a trabajar con él. Biden lo sabe, porque fue el encargado de negociar en el Congreso las propuestas de Obama. Por eso sabe que no hay tiempo que perder. No puede desperdiciar la luna de miel de la que gozan los presidentes durante su primer año en negociaciones que no llevan a nada. Una cosa es aplaudir su versión del ‘América First’ de Trump o del excepcionalismo americano, y otra traicionar los principios de que el mejor Gobierno es el que no existe, como decía Reagan.

Por el contrario, el nuevo mandatario quiere utilizar todos los recursos habidos y por haber del Estado para financiar un plan masivo al estilo del New Deal de Roosevelt que impulse un auténtico boom económico, modernice al país y alumbre una época dorada para la clase media. Pretender hacerlo subiendo los impuestos a los ricos, porque «Wall Street no construyó este país, la clase media lo hizo», algo que petrifico cualquier sonrisa que pudiera haber arrancado a sus antiguos colegas cuando aseguró que no hay ninguna razón por la que las turbinas eólicas que se hacen ahora en China no puedan fabricarse en Pittsburg.

Su compromiso de usar todos los dólares que le apruebe el Congreso para comprar productos hechos en América qué generen empleos para los estadounidenses no es suficiente para superar el recelo contra el gran Gobierno que bajo la tutela de Biden no deja de imprimir billones. Su plan de estímulo económico por 1,9 billones de dólares supone el 40% del Presupuesto federal y cerca del 9% del PIB. El de infraestructura asciende a 2,3 billones. Y el de apoyo familiar que anunció es de 1,8 billones.

Para reducir a la mitad la pobreza infantil, garantizar cuatro años más de educación pública, dar créditos fiscales de hasta 3.600 dólares por hijo y garantizar que las familias de bajos y medios ingresos no paguen más del 7% de sus ingresos en guarderías, propone subir los impuestos a los que ganen más de 400.000 dólares al año, devolviendo la tasa impositiva más alta al 39,6%, «que estaba cuando George W. Bush llegó al poder», subrayó. Eso se sumará a la subida del impuesto de sociedades con la que pretende financiar su plan de infraestructura y a la ofensiva de Hacienda para perseguir las evasiones fiscales y acabar con las lagunas que el año pasado permitieron a 55 multinacionales no pagar ningún tipo de impuestos federales, a pesar de sumar 40.000 millones de beneficios.

«Lo que no voy hacer es cargar más a la clase media», prometió. «Lo que propongo es justo y fiscalmente responsable», dijo Biden.

Como prueba de que la economía de goteo de Reagan «nunca ha funcionado», recordó que los últimos recortes fiscales de 2017 «que iban a pagarse por sí mismos» añadieron dos billones de dólares al déficit. Y mientras 20 millones de estadounidenses perdieron su puesto de trabajo durante la pandemia, 650 personas aumentaron su fortuna en más de un billón.

«Es hora de que la economía crezca desde abajo hasta la mitad», decidió.

REPUBLICANOS RÍGIDOS

En el clima de división actual, y con su escasa minoría en el Senado, será un milagro aprobar cualquiera de estos planes, al igual que la reforma migratoria, el control de armas o expandir de la reforma sanitaria, pero Biden no quería ser «beligerante», aseguró. Igual que propone a Rusia y a China cooperar en áreas de intereses mutuos, planteó a la oposición aprobar «al menos» las partes de sus propuestas con las que estén de acuerdo: reforzar la seguridad en la frontera, otorgar la ciudadanía a los llamados soñadores, crear una estricta hoja de ruta para la legalización de sus padres, exigir un número de serie a las ‘armas fantasmas’ y negociar mejores precios para los medicamentos de programas ‘ financiados por el Gobierno.

«Hemos oteado el abismo de la insurrección y la autocracia», recordó, «de la pandemia y del dolor, pero ‘Nosotros el Pueblo’ no hemos dado un paso atrás», aseguró parafraseando la carta fundacional del país. «No hay nada, nada por encima de nuestra capacidad que no podamos hacer juntos», les animo.

Cinco minutos después de que abandonase el hemiciclo, los republicanos, que se habían quedado rígidos con su discurso, recuperaron el temple conservador de la mano el senador de color de Carolina del Sur Tim Scott, que frente a la determinación de Biden de acabar con «el racismo sistémico» les aseguro que «este país no es racista».

A la sesión acudieron la primera dama, Jill, Biden, y el ‘segundo caballero’ como se llama a sí mismo Doug Emhoff, esposo de la vicepresidenta Kamala Harris.

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