Diario de León

Boris Johnson enfurece a la City, a empresarios y consumidores

El primer ministro del Reino Unido invoca la alegría de vivir para superar la crisis británica

Boris Johnson ayer, en la clausura de la convención tory. NEIL HALL

Boris Johnson ayer, en la clausura de la convención tory. NEIL HALL

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Boris Johnson cerró ayer la conferencia anual del Partido Conservador prometiendo que su Gobierno va a «desencadenar el espíritu británico», una combinación «mutuamente necesaria del que impulsa a las enfermeras del Servicio Nacional de Salud y la iniciativa empresarial».

Con un discurso de ideas vagas y abundante humor, el líder conservador eludió las dificultades actuales del país. El mejor chiste fue, quizás, su burla al ‘Capitán A Posteriori’, como describe al líder de la oposición laborista, Keir Starmer, por oponerse a la última fase de reducción de las restricciones de la pandemia. «Si Cristóbal Colón hubiese sido como él, no habría llegado aún a Tenerife», dijo el primer ministro. Ya había incitado a los empleados a regresar a sus oficinas y a disfrutar, en francés, de la ‘joie de vivre’.

Al término del discurso, subió al escenario su esposa, Carrie, embarazada de su segundo hijo y séptimo de su marido, pero el primer ministro había comenzado su disertación explicando la estratégica de su Gobierno. La sociedad británica es, según él, la más desequilibrada de los países ricos, y su economía la más asimétrica. Es necesario «un cambio de dirección», dijo.

El destino de ese cambio, «que ningún Gobierno anterior se ha atrevido a acometer», es una economía de «buenos salarios, alta productividad y bajos impuestos». Será posible, según el lenguaje de Johnson, mediante la inversión en «cualificaciones, cualificaciones, cualificaciones», evocando al Tony Blair de 1997 y su «educación, educación, educación».

El exlíder laborista abrió la puerta a ciudadanos de los países que habían accedido recientemente a la Unión Europea y ese es, para Johnson, «el viejo modelo quebrado de la economía que reposa en inmigración descontrolada». En lugar del ‘levelling up’, un mayor equilibrio con más riqueza, los laboristas habrían impulsado un ‘levelling down’, igualación por la pobreza.

La base teórica de ese argumento está siendo debatida en los últimos meses entre economistas, pero a Johnson le empuja el afán político de mantener la amplia mayoría que obtuvo en las elecciones de 2019, invadiendo bastiones laboristas que habían votado por el ‘brexit’. Un sondeo reciente de YouGov indica, sin embargo, que el respaldo a su gobernación ha descendido drásticamente en esas comarcas.

El experiodista que alcanzó fama por tergiversar informaciones cuando era corresponsal en Bruselas y luego por sus frecuentes apariciones en un programa humorístico de la BBC aseguró en su discurso que el cambio ya está surtiendo efecto con el aumento de los salario —no es correcto en términos reales— y subrayó la fuerza de la inversión extranjera, que ha descendido un 32% desde la victoria del ‘brexit’.

No mencionó, sin embargo, la inflación o los problemas de suministro de bienes y de carencia de personal que padece el país. La lógica de su discurso es que son un fruto beneficioso planeado por los promotores de la marcha de la UE hace más de cinco años. En entrevistas previas a su discurso acusó a las empresas de no invertir y pagar bajos salarios y se declaró convencido de que «la oferta casará con la demanda», y caerá la inflación.

La incertidumbre sobre la evolución de la inflación tras la reactivación existe en numerosos países y se basa, entre otras cosas, en la enorme dificultad de tener datos fiables en un momento tan fluido. Los problemas logísticos no tienen solución inmediata. Unos 125 camioneros de la UE han solicitado uno de los 5.000 visados temporales ofrecidos por Londres.

Agobiado por una crisis predicha y por las críticas de transportistas, comerciantes, hosteleros, procesadores de alimentos, granjeros, la City financiera y consumidores, que están enfurecidos, Johnson ejecutó ante sus correligionarios su viejo ardid. Les entretuvo con la exposición del político excéntrico y humorista, a quien no le importa decir cualquier cosa y que es imbatible en las elecciones.

Ganó una fortuna antes de ser primer ministro como invitado a dar charlas tras la cena en convenciones de empresarios. Repetía el mismo discurso y los mismos errores cómicos. Encumbrado a la jefatura del Gobierno, repite ahora vaguedades, salpicadas de perlas de orador. Como elogiar la resiliencia de la tenista Emma Raducanu en nombre del «singular espíritu británico» y recetar el futuro en tres palabras: «ciencia, innovación y capitalismo».

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