Diario de León

El ‘brexit’ entra en fase «crítica» y Francia amenaza con usar su veto

Los negociadores de la UE y Reino Unido avivan los contactos para cerrar un pacto ya

Un operador de tv controla los monitores durante la intervención de Charles Michel. FRANCISCO SECO

Un operador de tv controla los monitores durante la intervención de Charles Michel. FRANCISCO SECO

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¿Carga retórica en el tramo final del regateo o señal grave? Las negociaciones entre el Reino Unido y la UE entraron ayer en una fase «crítica», «decisiva», como definieron el momento diplomáticos de las dos partes. Michel Barnier, que tenía previsto celebrar ayer en Bruselas un encuentro informativo con la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y los embajadores de los Veintisiete, decidía en el último momento quedarse en Londres y arremangarse. Un «día importante, determinación», decía poco antes de reanudar las conversaciones con el equipo británico. El ambiente, enrarecido, cargado de mensajes contradictorios (tan pronto se auguraba el acuerdo como se hablaba de fracaso inminente).

En cierta manera, lo previsto. El ‘brexit’ (como otros grandes asuntos geopolíticos) es propenso a estos mensajes extremos cuando el calendario estrangula. En este caso, las 23:00 del día 31, hora británica. Poco más de tres semanas. Pero menos tiempo, de hecho, si se tiene en cuenta que el próximo jueves y viernes los líderes europeos celebran la última cumbre ordinaria del año y esperan algún resultado. Hay impaciencia.

Son ellos los que tienen que aprobarlo por unanimidad. Y tras ellos, el Parlamento Europeo que se prepara desde hace tiempo para programar un pleno extraordinario bien el 23 bien el 28 de este mes. Todo excesivamente comprimido, contrarreloj, al uso de las grandes negociaciones en la UE. Con picos y valles de tensión. El de ayer, pico.

A última hora del jueves el Gobierno de Boris Johnson hablaba de «retroceso» en las perspectivas de un acuerdo inminente. Desde Londres se culpaba a un supuesto «nuevo paquete de demandas» introducidas por el equipo europeo (y negadas por este) en el último momento. Culpaban directamente a funcionarios franceses de haber estado «presionado duramente» a Barnier y los suyos.

Un último giro drástico, quizá para forzar cesiones en la contraparte. Pero que llegaba justo cuando parecían haberse dado avances en los tres asuntos clave que han siendo causa de estancamiento durante meses: la gobernanza del futuro acuerdo, la competencia justa, y el acceso recíproco a los caladeros pesqueros. La UE defiende que su potente sector no pierda el acceso a las aguas británicas. Y en lo referente a la competencia, que empresas (sobre todo en relación con las ayudas de Estado) y trabajadores continúen ajustándose a los estándares de la Unión. Frente a esto, los principios de Boris Johnson: control absoluto de sus aguas y soberanía para articular sus propias reglas.

La cuestión es que tras el jarro de agua fría de Londres, la penúltima traca del embrollo la tiraba París. El ministro de Asuntos Europeos, Clement Beaune, aseguraba durante una entrevista a Radio Europe 1 que Francia estaba dispuesta a bloquear cualquier acuerdo del ‘brexit’ que no satisfaga sus intereses nacionales. «Si hubiera un acuerdo que no fuera bueno (...) nos opondríamos». «Todos los países tienen derecho a veto», aseguraba a continuación para dejar claro el sentido de su amenaza.

La andanada pillaba a Charles Michel compareciendo en rueda de prensa para hacer balance de su primer año al frente del Consejo Europeo, un acto ‘conmemorativo’ que, por cierto, Von der Leyen había decidido suspender. Cuando se cuestionó al belga por las manifestaciones del ministro Beaune, optaba por rebajar la tensión. Se retrotraía a 2016 (año del referéndum británico) para destacar que los Veintisiete han mantenido siempre la «unidad» y el respaldo a Barnier. Se mostraba, de hecho, «optimista» ante la posibilidad de que Bruselas y Londres consumasen en «horas o días» un acuerdo. Eso sí se cuidó muy mucho de que ese mensaje no fuese leído como predicción. La ruptura a las bravas, el descarrilamiento, nunca se descarta.

«Los Estados miembros tendrán que decir cuál es su análisis tras haber estudiado lo que esté encima de la mesa», añadía el máximo responsable.

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