Diario de León

El partido de la guerra pierde la paciencia con Putin

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Guerra en Ucrania 6

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Los rusos siguen apoyando mayoritariamente la intervención militar en Ucrania, pero cada vez son más las voces críticas tanto con la marcha de la campaña como con sus funestas consecuencias para el país. Los halcones demandan una inminente movilización, mientras los pacifistas piden la pronta firma de un alto al fuego.

"Si no declaramos la guerra, la perderemos", aseguró en una entrevista Ígor Guirkin, el retirado oficial ruso que lideró la sublevación armada prorrusa en el Donbás en 2014.

Según las encuestas, muchos rusos comienzan a entender después de cien días de combates que el objetivo real de la "operación militar especial" no es tanto defender a la población del Donbás, como proclamó el presidente, Vladímir Putin, el 24 de febrero, sino garantizar la defensa de su país de la amenaza de la OTAN.

La palabra victoria ha desaparecido del vocabulario propagandístico ruso, sólo se habla de "objetivos" y la información sobre lo que realmente ocurre en Ucrania llega a cuentagotas a ojos y oídos de los rusos.

Con los partes de guerra del Ministerio de Defensa como única fuente de información diaria, los rusos no saben si están ganando o perdiendo la guerra.

Fracaso de la operación especial.

Al respecto, los partidarios de la guerra consideran que el Ejército ruso no ha logrado su principal objetivo -la desmilitarización de Ucrania- y, de hecho, acusan al Kremlin de renunciar a la victoria total sobre los "nazis" ucranianos, lo que debería incluir la toma de Kiev.

"Lamentablemente (...) la operación especial ha fracasado completamente", subrayó Guirkin, alias Strelkov, quien admitió "muchas bajas" en las filas rusas.

Los halcones consideran que el análisis de la situación política y militar en el país vecino era "erróneo", que Ucrania cuenta con un Ejército "disciplinado y motivado", armamento moderno, una artillería efectiva, unos oficiales experimentados y menos aviones, pero muchos más drones de asalto y equipos de comunicaciones.

Mientras, apuntan, los oficiales rusos apenas tienen experiencia militar, sus estrategias están trasnochadas, y los soldados y los milicianos prorrusos no están debidamente instruidos, lo que les convierte en carne de cañón para el enemigo.

"Acuso a (el ministro de Defensa, Serguéi) Shoigú, como mínimo, de negligencia criminal", insistió Guirkin, acusado junto a otras tres personas por el derribo en 2014 en el Donbás del avión de Malaysia Airlines MH17 con 298 personas a bordo.

En la misma línea, la organización conocida como Asamblea Rusa de Oficiales, que agrupa a antiguos miembros del Ejército y las fuerzas de seguridad, cree que el Kremlin ha desaprovechado la ocasión de "reunificar" a las tres Rusias en una -Rusia, Ucrania y Bielorrusia-, la vieja aspiración de los nostálgicos del imperio ruso.

Consideran que Ucrania es ahora escenario de una "guerra sangrienta" en la que participa abiertamente Occidente con el suministro de armamento occidental.

Ahora, denuncian, las potencias occidentales apoyan al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, "por todos los medios"; el ingreso de Finlandia y Suecia en la OTAN es "cuestión de días"; la confederación entre Ucrania y Polonia está en marcha; y Rumanía se propone acelerar la reunificación con Moldavia.

Declaración de guerra. 

Mientras los miembros de las fuerzas de seguridad no se atreven a romper filas, el comité directivo de la Asamblea Rusa de Oficiales publicó una carta en la que exige abiertamente una declaración de guerra como única salida al estancamiento en el frente ucraniano.

En su opinión, esa medida solucionaría los actuales problemas de insubordinación en el frente, además de la reticencia de muchos soldados profesionales a combatir en Ucrania.

También exigen declarar la movilización parcial de la población y la imposición de dos años de servicio militar obligatorio, y el restablecimiento de la pena de muerte.

Además, abogan por crear un Comité de Defensa Estatal que sería el mayor órgano ejecutivo en el país durante la guerra y que se encargaría de crear unidades de defensa territorial, milicias populares y cuerpos especiales de reconocimiento y espionaje militar.

Todas esas medidas se extenderían tanto a las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, cuya independencia fue reconocida por Putin, como a los territorios ucranianos ocupados.

La paz, única salida digna.

Según avanza la contienda y se vislumbra de manera más clara su impacto, el atrevimiento de los más críticos con el Kremlin va en aumento. No sólo es el encarcelado líder opositor, Alexéi Navalni, quien no tiene nada que perder, ya que cumple 9 años de prisión.

Profesores, activistas, diputados municipales y personalidades de la cultura han roto una lanza en favor de la paz. Muchos otros han protestado exiliándose.

La mejor demostración de que muchos jóvenes rusos no están dispuestos a combatir es que se han producido varios ataques contra centros de reclutamiento en diferentes partes del país.

Además, cientos de miles de informáticos han buscado la paz en la emigración por temor a ser llamados a filas.

Por eso el Kremlin se opone a la movilización. La sola sospecha provocaría un nuevo éxodo de cerebros jóvenes que sería irreparable para la economía nacional.

Las autoridades han abierto más de un centenar de expedientes penales por proclamas pacifistas, pero la represión policial no hace sino aumentar el descontento.

La propia presidenta del Senado, Valentina Matviyenko, se ha mostrado contraria a una "caza de brujas" en la sociedad rusa.

Oligarcas y empresarios se han sumado también a las críticas por la ausencia de un plan de salida. Y es que consideran que las actuales sanciones no sólo hipotecan el futuro de la economía, sino que lastrarán el desarrollo del país para las próximas décadas.

Los pacifistas tampoco ven factible encontrar una alternativa política, comercial e intelectual en Asia, ya que ellos se consideran parte de la civilización europea.

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