Diario de León

La ciudad que Rusia convirtió en un centro de torturas

Ucrania descubre con horror la represión de las tropas de Putin en la ciudad de Izium

Un equipo trabaja en las fosas comunes de Izium. OLEG PETRASYUK

Un equipo trabaja en las fosas comunes de Izium. OLEG PETRASYUK

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EFE

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El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, acusó ayer a Rusia de tortura y comparó la situación hasta ahora revelada en Izium, una de las ciudades liberadas de la región de Járkov, con la que se encontraron sus soldados en Bucha tras la retirada de las tropas rusas.

«Es prematuro avanzar cifras sobre las personas que han sido enterradas ahí. Las investigaciones están aún en marcha», afirmó el líder ucraniano, en un mensaje difundido por video, según el portal Ukrinform.

Según Zelenski, «hay claros indicios de torturas, vejaciones y humillación de la población. Además, hay indicios de que soldados rusos que se encontraban en las inmediaciones de ese lugar dispararon simplemente por diversión sobre esas tumbas».

Hasta ahora se han localizado unas 440 fosas en las cercanías de Izium, en la zona liberada por las tropas ucranianas de Járkov.

Según Zelenski, las tropas rusas habrían incurrido ahí en «atrocidades» comparables a las reveladas en Bucha, la localidad del extrarradio de Kiev, donde en abril se localizaron centenares de cadáveres de civiles con signos de tortura y aparentemente ejecutados.

Ucrania, respaldada por una comisión de la ONU e investigadores internacionales, acusa a Moscú de crímenes de guerra en esa localidad de la periferia de la capital.

Las fueras del orden ucranianas informaron ayer de que se han descubierto diez cámaras de tortura en los territorios de Járkov, seis de ellas en la ciudad de Izium, otras dos en la ciudad de Balaklia, una en el pueblo de Hrakovo, en el distrito de Chuhuiv, y una en la ciudad de Vovchansk.

Según las autoridades de la región, en Izium, las cámaras de tortura se encontraban en el territorio de la administración del distrito, la policía local, en el edificio del servicio de seguridad, la fiscalía, el centro de prestación de servicios administrativos y en la oficina de reclutamiento.

La liberación de poblaciones de la región de Jarkóv ha sacado a la luz atrocidades que, según Ucrania, recuerdan a Bucha, en el extrarradio de Kiev, mientras los habitantes de esas localidades denuncian torturas y quema de libros en lengua ucraniana bajo la ocupación rusa.

«Si hubiera sabido lo que iba a pasar no habría venido aquí», afirma a Efe por teléfono Marina Rubezhanska, desde el pueblo de Malyi Burluk, en el noreste de Járkov. «Vivir bajo las bombas era casi mejor que bajo la ocupación rusa», añade.

Esta residente de Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania, se trasladó al pueblo donde viven sus padres pensando que sería más seguro. Ahí se instaló días después del inicio de la invasión rusa a gran escala, al convertirse Járkov en el objetivo de bombardeos y ataques aéreos.

Pero el pueblo de sus padres pronto se encontró ocupado por los rusos. Y la vida de Marina y su familia se complicó rápidamente. «Los rusos buscaban a soldados ucranianos que hubieran participado en la operación antiterrorista en Donbás», cuenta Marina.

Su padre había sido el jefe del consejo del pueblo. Acudieron a él para que les diera los nombres. Se negó a colaborar y lo llevaron al campo de internamiento improvisado en que los rusos habían convertido una fábrica de la ciudad de Vovchansk, cercana a la frontera entre Ucrania y Rusia.

«Allí le golpearon repetidamente, sobre todo en la cabeza», cuenta despacio su hija. Le amenazaron reiteradamente con que dispararían a sus «chicas» o que quemarían su casa si no hablaba.

Su padre le contó que lo mantuvieron en una gran sala con otras 70 personas. La mayoría eran antiguos soldados ucranianos. Les torturaron con cables eléctricos, les introdujeron agujas bajo las uñas y les rompieron los huesos. Algunos fueron detenidos varias veces. Él estuvo a punto de sufrir un paro cardíaco. Sufrió un derrame cerebral después de ser liberado y de haber pasado dos semanas en la «prisión».

«¡No nos rendimos!», subraya Marina. Su madre, una bibliotecaria nacida en Rusia, se negó a cooperar cuando los soldados vinieron a confiscar los libros en lengua ucraniana. «Estaban especialmente interesados en los libros de historia ucraniana, que califican de nazi», subraya.

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