Diario de León

El Ejército de EE UU creyó que Trump estaba loco tras el asalto al Capitolio y quería atacar a China

Una camiseta muestra las muecas de Trump. ELIJAH NOUVELAGE

Una camiseta muestra las muecas de Trump. ELIJAH NOUVELAGE

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Dos días después del ataque del 6 de enero al Capitolio, el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Mark Milley, tomó personalmente medidas secretas extraordinarias para evitar que Donald Trump pudiera ordenar un ataque o lanzar misiles nucleares. Convencido de la inestabilidad mental del expresidente y extremadamente preocupado por los acontecimientos, el principal asesor militar estableció una autoridad en la sombra y hasta llegó a alertar a China.

Cuando parecía que nada podría sorprender ya sobre el mandato de Trump, un nuevo libro de investigación política del prestigioso periodista Bob Woodward y el veterano reportero del Washington Post Robert Costa expone revelaciones insólitas sobre la convulsa trama política de sus últimos días en el cargo.

Peligro relata cómo Milley convocó una reunión secreta en su oficina del Pentágono el 8 de enero para revisar el protocolo de actuación militar, incluido el lanzamiento de armas nucleares. En la sala de guerra ordenó a altos oficiales militares del Centro de Comando Militar Nacional que no siguieran las órdenes de nadie a menos que él estuviera involucrado. «Nunca se sabe cuál podría ser el detonante del presidente», dijo Milley a la cúpula militar, y después de ello, mirando a cada oficial a los ojos, les pidió uno a uno confirmación verbal de su aceptación de la orden, que entendió como un juramento, según escriben los autores. En la Casa Blanca, un cuasimaníaco presidente Trump en serio declive mental deambulaba por el Ala Oeste gritando a los funcionarios y construyendo su propia realidad alternativa sobre interminables conspiraciones electorales, añaden. Por ello, el general Mark Milley no escatimó precauciones ante las maniobras del presidente para aferrarse al poder tras perder las elecciones. Ya había realizado dos llamadas telefónicas por un canal secreto de alta seguridad con el jefe del Estado Mayor del Ejército chino e hizo una nueva urgente a su homólogo el general Li Zuocheng, en máxima alerta por el caos estadounidense.

A las siete de la mañana trataba de reasegurar a Pekín la estabilidad del Gobierno estadounidense a pesar de la percepción de convulsión que ofrecían las imágenes del asalto al Capitolio. La comunicación dejó a ambos más preocupados que aliviados. Con mediación de traductores, Milley trató de calmar la aprehensión de Li durante hora y media.

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