Diario de León

El FBI registra la mansión de Trump, que dice ser víctima de un nuevo ‘Watergate’

En febrero los Archivos Nacionales recuperaron de su residencia 15 cajas de documentos

Imagen de agentes del FBI a las puertas de la residencia de Donald Trump. CRISTÓBAL HERRERA

Imagen de agentes del FBI a las puertas de la residencia de Donald Trump. CRISTÓBAL HERRERA

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Por primera vez en la historia un juez federal de Estados Unidos ha autorizado al FBI a registrar la casa de un expresidente del país. El objetivo, Mar-a-Lago, la mansión de Donald Trump en Palm Beach. «¡Hasta han abierto mi caja de seguridad!», se quejó el propio afectado en un comunicado.

Trump tenía razón. «Nada como esto le había pasado nunca a un presidente de EE UU». Pero no ha sido «la izquierda radical», sino un juez federal del sur de Florida el que, después de estudiar cuidadosamente las pruebas presentadas, ha considerado que el Departamento de Justicia tenía «causa probable» para ejecutar el registro. Las audiencias sobre el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 han demostrado que el presidente intentó manipular el sistema electoral para burlar los resultados de las elecciones y perpetuarse en el poder, en contra de la voluntad popular.

Por ahora no hay cargos contra él, pero por las declaraciones de los testigos de su propio Gobierno en ese período podría enfrentarse fácilmente a acusaciones que oscilan desde la conspiración para cometer fraude electoral a la sedición.

En febrero pasado los Archivos Nacionales ya tuvieron que recuperar de su residencia 15 cajas de documentos clasificados que, según la oficina del ex presidente, llegaron hasta allí mezcladas con sus objetos personales durante la mudanza. En su lugar, cualquier abogado le recomendaría guardar silencio pero, a falta de Twitter donde sigue vetado por difundir noticias falsas, Trump envió el lunes por la noche un largo comunicado a todos los medios en tiempo real. Los escribía o dictaba «mientras mi hermoso hogar de Mar-a-Lago, en Palm Beach, está actualmente siendo atacado, asaltado y ocupado por un amplio grupo de agentes del FBI», decía. Se quejaba de que la policía había hecho la redada «sin anunciarla», algo que por otra parte es habitual entre las fuerzas del orden. «¿Cuál es la diferencia entre esto y el ‘Watergate’, en el que los operativos irrumpieron en la sede del Comité Nacional del Partido Demócrata?», bramaba.

La principal diferencia es que se trata de una investigación policial, autorizada por un juez y ordenada por el Departamento de Justicia para investigar un delito, no de cinco ladrones disfrazados de electricistas que rompieron las cerraduras de las oficinas de una formación política para instalar micrófono con los que espiar a la oposición en busca de información que usar contra ella. El ‘caso Watergate’ costó la presidencia del país al republicano Richard Nixon que, según las declaraciones posteriores de los testigos en las audiencias públicas del Congreso, aprobó la operación para encubrirlo. Nixon fue enjuiciado políticamente mediante un proceso de ‘impeachment’, donde fue acusado de obstrucción a la justicia, abuso de poder y desacato al Congreso.

Trump sobrevivió a su segundo ‘impeachment’ tras el asalto al Capitolio del 6 de enero porque su partido decidió que no valía la pena forzar su dimisión a una semana de que abandonara el poder. Sin embargo, el fiscal general Merrick Garland ha prometido llegar hasta donde sea necesario para depurar responsabilidades. Nunca en la historia de Estados Unidos se ha enjuiciado a un expresidente. Se sabe que el Departamento de Justicia ha citado a altos cargos del Ejecutivo de Trump a declarar ante un gran jurado de Washington DC que decidirá sobre la pertinencia de los cargos.

Depurar responsabilidades

De ser condenado, Trump quedaría inhabilitado para volver a presentarse a un puesto público. De ahí que este empresario metido a político acuse ahora «a los demócratas radicales de izquierda» de utilizar el sistema judicial como arma. «Están desesperados por impedir que me presente a las elecciones de 2024», les acusó. «El ‘establishment’ me odia porque he puesto freno a su corrupción» arguye en un mensaje que todavía sigue calando bastante entre sus partidarios, aún un grupo importante entre los votantes republicanos.

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