Diario de León

La guerra golpea a los civiles más allá del frente de Karabaj

Imagen de una familia víctima de los proyectiles armenios en Azerbaijan. AREG BARAJAN

Imagen de una familia víctima de los proyectiles armenios en Azerbaijan. AREG BARAJAN

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La guerra en Nagorno Karabaj, como ocurre con cualquier otra, se ha extendido más allá de la geografía de esta región separatista y golpea con crueldad a la población civil en Azerbaiyán sin distinguir edades ni condición social. «Tengo 78 años y estoy acostumbrado al ruido de los bombardeos, porque Terter, mi ciudad natal, está solo a 5 kilómetros de la línea del frente. Viví aquí la primera guerra de Karabaj, pero no recuerdo que hubiera habido bombardeos como el primer día de la nueva guerra», afirma Elshad Husaínov.

El anciano, un campesino que además de cuidar de su huerto recibe una pensión del Estado, recuerda que el 27 de septiembre el cañoneo comenzó en torno a las 7 de la mañana.

INTESIDAD SIN PRECEDENTES

«A mi pesar, he aprendido perfectamente los sonidos de la guerra. Nos disparaban con carros de combate y artillería pesada. Fue un cañoneo incesante. Cayeron decenas, quizás centenares de proyectiles sobre la ciudad», dijo en conversación telefónica con Efe. Asegura que él y su familia tuvieron suerte, porque su casa no sufrió daños, a diferencia de algunas viviendas vecinas que quedaron destruidas.

«Abandonamos la ciudad. Se puede decir que salimos huyendo, porque partimos con lo puesto. Nos instalamos en Bardá, unos 20 kilómetros al este de Terter», indicó Husaínov. El campesino dice que los azerbaiyanos no quiere combatir, pero recalca: «Algún día la justicia tiene que restablecerse». «Desde Terter nos dicen que hay muchas destrucciones. Incluso un jardín infantil fue destruido. Gracias a Dios, no había nadie dentro», narra con voz temblorosa.

Bardá, con 40.000 habitantes, se encuentra a menos de 300 kilómetros de Bakú, y es la ciudad a la que se dirigen aquellos que buscan alejarse de la línea de frente. Kamil Gulíev, un campesino de 62 años radicado en la aldea de Aleslkerlí, se trasladó con su familia a Bardá el 27 de septiembre, el primer día de las acciones militares. «Hace casi 30 años vivimos en condiciones de guerra, pero no recuerdo un cañoneo tan intenso. Vinimos adonde unos parientes», dijo a Efe Gulíev.

Sin embargo, no había lugar para todos, por lo que el jefe de familia pasa la noche en un salón de té, que ha sido acondicionado provisionalmente como refugio.

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