Diario de León

Un hijo de los reyes belgas, citado en un juicio por malversación de fondos

El capitán de navío Noel Vanesse, después de prestar declaración

El capitán de navío Noel Vanesse, después de prestar declaración

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Fernando Pescador - bruselas
León

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El hijo pequeño de los Reyes de Bélgica, el príncipe Laurent, un mocetón de bucles rubios y cara de angelote despistado, vive momentos de gran zozobra: un ex asesor personal, el capitán de navío Noel Vanesse, imputado en un feo asunto de desviación de fondos de la Marina, le acusa de haberse beneficiado de un mecanismo fraudulento puesto a punto para malversar dineros públicos. Se trata de unos 2,2 millones de euros, que cuatro oficiales, Vanesse entre ellos, habrían sustraído a lo largo de los años 90 por el manido sistema de las facturas falsas. Once personas están encausadas. El príncipe, plenamente al corriente de la situación según Vanesse, se habría beneficiado del sistema para pagar, con 175.000 euros, obras de renovación en su residencia «Villa Clementine», situada a las afueras de Bruselas. Cuando los hechos salieron a la luz, el pasado diciembre, y a Vanesse los jueces lo empitonaron, el antiguo asesor del príncipe aseguró que Laurent tenía serios problemas con el dinero. Lo describió como un joven perezoso (no ha terminado ninguna carrera), aficionado al lujo y a la buena vida, que derrochaba dinero a manos llenas, lo mismo comprando Ferraris de tres en tres que vaciando joyerías de relojes caros. Las reacciones fueron fulminantes, aunque la Casa Real y el propio Laurent permanecieron mudos. El primer ministro de Bélgica, Guy Verhofstadt, tomó posición en el escándalo advirtiendo que el príncipe carecía de inmunidad alguna para sustraerse a la rendición de cuentas a que hubiera lugar, mientras la fiscalía de Hasselt, sobre la que ha recaído la instrucción, certificaba que, efectivamente, «Villa Clementine» lucía mejor porque la Marina había invertido en ella. El juicio comenzó ayer y Vanesse se reiteró en sus planteamientos. Aseguró, vehemente, que su proceder respondía a órdenes cursadas por la superioridad (el almirante jefe del estado mayor de la Marina, Willy Harteleer, ni más ni menos), para, por lo visto, darle unos dinerillos al príncipe, que en los años 90 debía atravesar por algunas estrecheces.

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