Diario de León

Irán denuncia con la abstención el control absoluto de los ayatolás

Raisi, sin oponentes por la selección de candidatos de Jamenéi, será elegido presidente sin más

El ayatollah Ali Jamenei, votando ayer en un colegio electoral en Teherán. LEADER OFFICE HANDOUT

El ayatollah Ali Jamenei, votando ayer en un colegio electoral en Teherán. LEADER OFFICE HANDOUT

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Irán eligió ayer nuevo presidente en unas elecciones en las que los votantes expresaron su malestar con el régimen islámico con una fuerte abstención. La participación no llegó al 40%, según datos de la agencia Fars, en unos comicios en los que el clérigo conservador Ebrahim Raisi es el claro favorito para suceder a Hasán Rohaní, que tras completar dos mandatos no tenía opción a volver a presentarse. Todo apuntaba a que superará el 50% de los votos con holgura y será elegido presidente sin necesidad de una segunda vuelta. Los resultados definitivos están previstos para hoy.

Los iraníes cierran la etapa de un Gobierno moderado que desde la llegada de Joe Biden ha intentado resucitar el acuerdo nuclear roto por Donald Trump y abren una era en manos de los ultraconservadores, tradicionalmente críticos con los contactos con Occidente, que deben decidir si se sigue o no con el diálogo con Estados Unidos. Aunque en este tema la última palabra siempre la tiene el Líder Supremo, Alí Jamenéi. De la recuperación de este acuerdo depende el nuevo equilibrio en Oriente Próximo.

Los sondeos habían anunciado una alta abstención después de tres semanas de campaña apática, de una selección de candidatos que dejó fuera a reformistas y moderados, y del repunte de la pandemia. El líder fue el primero en depositar su papeleta y no perdió la ocasión para llamar a los 59 millones de ciudadanos con derecho a voto a que acudieran a las urnas. «Votar es un deber cívico y hay que hacerlo lo antes posible.

Todos los votos cuentan», señaló Jamenéi ante los micrófonos de la televisión nacional.

Rohaní acudió poco después y destacó que «las elecciones son importantes pase lo que pase y pese a los problemas debemos ir a votar», una alusión al descontento generalizado por la selección de candidatos por parte del Consejo de Guardianes de la Revolución. El ambiente que percibió en Teherán no le debió recordar a las elecciones de 2017, cuando resultó reelegido en primera vuelta con una participación del 73%, y por eso dijo ante las cámaras que «hubiera querido ver más gente».

En el sistema iraní, por encima de los partidos políticos, la escena se compone de dos grandes corrientes que hasta ahora habían mantenido cierto equilibrio desde el establecimiento de la república islámica en 1979. Los conservadores o ‘principalistas’ y los reformistas, que comparten su fidelidad a los principios revolucionarios aunque difieren en matices a la hora de la libertades individuales y la política exterior, han ido relevándose al frente del Gobierno en un país en el que el verdadero poder está en manos del Líder Supremo, no del Ejecutivo.

Esta alternancia daba una imagen de aparente democracia en las últimas cuatro décadas, pero se rompió en 2009 con la ‘revuelta verde’, que acabó con los dos líderes reformistas, Mousavi y Mehdi Kerrubi, en arresto domiciliario por no aceptar la victoria de Mahmoud Ahmaedineyad y llamar a sus seguidores a protestar.

APARENTAR LEGITIMIDAD

Mousavi reapareció ayer con un mensaje en el que denunciaba que «la palabra república del nombre ‘República Islámica’ ha perdido su significado» y mostró todo su apoyo a los iraníes que «están hartos de elecciones manipuladas y humillantes». Unas palabras contundentes de un dirigente reformista que fue primer ministro de Irán en los duros años la guerra contra Irak y que vive bajo arresto por sus discrepancias con la deriva cada vez más monocolor y autoritaria del régimen.

Sohail Jannesari, profesor iraní de la Universidad Pompeu Fabra, no votó porque «no sirve de nada. No hay una competencia real y todo está preparado para que Raisi sea presidente. Estamos ante una ‘selección’ más que una elección». Jannesari piensa que esta vez el régimen «no quiere sorpresas y apuesta por una sola corriente: la ultraconservadora.

Hasta ahora la participación era importante para ellos para dar imagen de legitimidad, pero en este caso la sacrifican a cambio de tener una victoria clara de su candidato». El único de los cuatro aspirantes que se presentaba como moderado era Abdolhossein Hemmati, un tecnócrata no muy conocido que fue vicepresidente de la radiotelevisión pública y director del Banco Central de Irán.

Esta apuesta abierta por Raisi es interpretada por algunos analistas como un deseo del Líder de prepararle para su sucesión. Jamenéi, de 82 años, fue también presidente antes de suceder a Jomeini y los problemas de salud que ha atravesado han reabierto el debate sobre la retirada.

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