Diario de León

Más de 50 países piden cuentas a la OMS por abusos sexuales de sus miembros

La organización sabía que había sexo a cambio de trabajo y despidos inmediatos si se negaban

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La táctica del avestruz tampoco ha funcionado a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Meter la cabeza bajo tierra y hacer como que nada ha ocurrido rara vez tiene éxito. Y menos en los casos de los abusos sexuales. La entidad dependiente de Naciones Unidas, en primer plano de la actualidad mundial por la pandemia de coronavirus, acapara ahora portadas de medios de comunicación de todo el mundo por un motivo no menos trágico.

La noticia de que algunos de sus trabajadores humanitarios habían sido protagonistas de chantaje sexual a medio centenar de mujeres —varias quedaron embarazadas— en la República Democrática del Congo durante la crisis del ébola en 2018 y 2019 se filtró ya el pasado año, pero en las últimas horas se ha sabido también que los dirigentes de la OMS no sólo eran conocedores de estos casos; también trataron de minimizarlos e incluso nada hicieron para buscar una solución al problema.

Se limitaron a señalar que sentían «indignación» y a anunciar una investigación para identificar y castigar a los culpables, pero que hasta ahora no ha dado frutos concretos. Aquellas denuncias apuntaban que prácticas similares también eran habituales en empleados de otras entidades humanitarias como Médicos sin Fronteras y Unicef.

Por ello, más de cincuenta países integrantes de la organización manifestaron ayer su «preocupación» mediante un comunicado presentado por la embajadora canadiense en la OMS, Leslie Norton, durante la Asamblea Mundial de la Salud. Estos Estados donantes a la organización pretenden presionar para que se abra una comisión independiente que publique sus resultados a finales de agosto. El texto lo suscriben, entre otros, la Unión Europea, Estados Unidos, Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, Guatemala y México.

Sexo a cambio de trabajo y despidos inmediatos en caso de negarse a las peticiones fueron las principales fórmulas de coacción que utilizaban los trabajadores de la Organización Mundial de la Salud con las congoleñas en el marco de la última crisis de ébola de 2018. Todo ocurría en el Hotel Classic de Beni, en el noreste del país africano.

Las víctimas trabajaban como cocineras, limpiadoras o agentes comunitarias de salud y fueron agredidas en repetidas ocasiones en oficinas y hospitales, e incluso encerradas en habitaciones para forzarlas. La mayoría de ellas no se atrevió a denunciarlo por vergüenza o por miedo a ser despedidas.

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