Diario de León

Millones de ucranianos reciben 2023 lejos de sus hogares

Imagen de Ganna con sus hijos. ROSTYSLAV AVERCHUK

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Varios millones de ucranianos desplazados internos reciben el Año Nuevo lejos de sus hogares ocupados o bombardeados, mientras reconstruyen sus vidas en medio de los continuos ataques rusos y cortes de electricidad.

La llegada de 2023 a Ucrania ha estado marcada por una serie de ataques con misiles y drones kamikaze en todo el país. Sólo en la noche de Año Nuevo, 45 drones de producción iraní fueron derribados por las defensas aéreas.

Mientras suena la alarma antiaérea y desaparece la electricidad en su alojamiento temporal de Leópolis, Ganna, una desplazada interna ucraniana de Mariúpol, permanece imperturbable.

«No tenemos que correr a escondernos en ningún sitio. Es aquí donde otros huyen, buscando seguridad en un parque, y encuentran alivio al ver lo tranquilos que permanecemos», dice a Efe.

El parque, o más bien un campo de refugiados internos instalado allí, ha sido el nuevo hogar de Ganna durante los últimos 7 meses.

Una única habitación con dos literas en la que vive junto a su marido, sus dos hijos y un gato, es casi diez veces más pequeña que su casa en Mariúpol, destruida por una bomba rusa días después de que abandonaran la ciudad sitiada. «No puede haber perdón por lo que han hecho los rusos», dice al ver cómo ha cambiado su vida, y la de todos los ucranianos, en el último año.

«Imagínate ver a una persona tirada en el suelo sin la mitad de la cabeza», recuerda la destrucción de la ciudad por los aviones y la artillería rusos.

Al desvanecerse las esperanzas de que la ciudad no cayera, parte de su familia emprendió un arduo viaje hacia un lugar seguro en las regiones controladas por Ucrania, y cada uno de ellos sólo pudo llevarse consigo varias mochilas pequeñas.

Su hijo mayor, de sólo 34 años, no pudo huir con ellos y murió inesperadamente en Mariúpol.

«Hay muchos como él, sobre todo hombres jóvenes, que se van a dormir y sencillamente ya no despiertan», dice Ganna, explicando que no pueden hacer frente a la conmoción de la destrucción y ocupación de su ciudad.Ganna sabe con certeza que a su padre, de 86 años, le dispararon a sangre fría. «¿Qué peligro podía suponer para nadie?», pregunta retóricamente, y sugiere que podría haber intentado proteger a su hijo. «Si no llega a ser por el extenuante trabajo físico en el parque, no sé cómo habría podido sobrellevarlo todo», dice.

Ganna también se siente orgullosa de sus hijos Bogdan y Yelisei, que estudian en una universidad y en una escuela local, respectivamente.

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