Diario de León

Cada día se 'pierden' 17

Los niños perdidos de Europa: sin rastro de 18.000 menas desde 2018

"La cifra real podría ser mucho más alta porque hay países que no dan datos", dice el grupo de periodistas que investiga estas desapariciones

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Darío Menor
León

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Cada día las autoridades de los países europeos pierden la pista a casi 17 migrantes menores no acompañados (menas), un colectivo vulnerable cuyo abandono pone de manifiesto el escaso interés de las naciones del Viejo Continente por cumplir sus propias leyes para proteger e intentar integrar en la sociedad a estos menores de edad. Son personas como Moussa, un chaval que escapó de su Malí natal a los 12 años huyendo de la guerra y pasó por Argelia antes de conseguir cruzar el Mediterráneo y llegar a Roma, donde acabó durmiendo en una estación de tren. O Ahmed, originario de Costa de Marfil y que, a sus 16 años, espera la oportunidad de cruzar la frontera con Francia desde Ventimiglia, una localidad costera de la región italiana de Liguria y que constituye uno de los 'puntos calientes' de las rutas migratorias en Europa.

Desde el canal de Sicilia, atravesando el Egeo o el estrecho de Gibraltar, pateándose los Balcanes o jugándose la vida en el Atlántico hasta desembarcar en Canarias, cada año arriban al Viejo Continente miles de menas. Aunque muchos de ellos acaban en centros de acogida para migrantes que no han cumplido los 18 años, al poco tiempo desaparecen del radar de las autoridades.

El colectivo Lost in Europe (Perdidos en Europa), formado por periodistas de doce naciones europeas, decidió cuantificar este fenómeno recogiendo datos de los distintos países y de la UE. Descubrió que entre enero de 2018 y diciembre de 2020 desaparecieron 18.292 'menas' de centros de acogida europeos. La clasificación por naciones la encabeza Italia, con 5.775 menores a los que se les ha perdido la pista. Le sigue Grecia, con 2.118 y España, con 1.800.

"La cifra real podría ser mucho más alta, porque hay países que no facilitan sus datos, como Francia y Reino Unido. En 2020 la mitad de las 30 naciones estudiadas tampoco han ofrecido información. Hay casos llamativos como el de Dinamarca, que nos ha respondido diciendo que no tienen un recuento de los menores extranjeros que desaparecen porque se van a los países escandinavos para ver a sus amigos", explica Adriana Holomova, coordinadora de la recogida de datos del proyecto Lost in Europe.

Una de las conclusiones de su trabajo es que la falta de cifras muestra el escaso interés de las autoridades por proteger a estas personas. "Son niños migrantes, pero deberían ser tratados primero como lo que son, es decir, niños. En cambio se les trata como a migrantes, lo que provoca un daño colateral muy alto, pues son chicos muy vulnerables".

Redes criminales En Ventimiglia se palpan las consecuencias de la política migratoria europea. Según la ONG Save the Children, al menos 200 menas cruzaron la frontera con Francia durante 2020, aunque algunos de ellos fueron devueltos a Italia por las autoridades galas. Ahora esperan una nueva oportunidad para seguir su viaje hacia el norte de Europa abandonados a su suerte en Ventimiglia, donde reciben la ayuda de algunas organizaciones humanitarias.

"Italia y toda Europa deben garantizar a los niños y adolescentes una red de acogida y protección adecuada y respetuosa de sus derechos fundamentales. Los chicos y chicas que llegan a Italia solos, sin familiares de referencia, necesitan un acompañamiento particular, como prevé la ley", destaca Raffaela Milano, directora de programas en Italia de Save the Children.

El retrato robot de los menas desaparecidos de los centros de acogida europeos es el de un varón (90%) de más de 15 años (85%) y proveniente de Marruecos, Argelia, Eritrea, Guinea o Afganistán. Sin apoyo de familiares ni de las autoridades, algunos acaban en las garras de las organizaciones criminales, como ocurre con las muchachas nigerianas que son obligadas a prostituirse en Italia. Estos chavales viven lo que Anna Riatti, de Unicef, llama la "triple transición", al tener que superar el trauma que dejan a sus espaldas, adaptarse al país de llegada y pasar de la adolescencia a la edad adulta.

"Esta situación aumenta el riesgo de violencia y explotación, en particular para las chicas. Tenemos el deber de apoyar a los menores refugiados y migrantes y ofrecerles soluciones seguras", recuerda Riatti en un llamamiento al que, en general, responden con oídos sordos las autoridades de los países europeos.

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