Diario de León

Putin da cobertura a Lukashenko

El presidente ruso se reúne con su homólogo bielorruso en plena crisis por el secuestro del avión de Ryanair La UE recuerda a Minsk que están en juego 3.000 millones en ayudas

Lukashenko con Putin, durante su reunión en la ciudad balneario de Sochi. MIKHAEL KLIMENTYEV

Lukashenko con Putin, durante su reunión en la ciudad balneario de Sochi. MIKHAEL KLIMENTYEV

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El presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo bielorruso, Alexánder Lukashenko, se reunieron ayer en la ciudad balneario de Sochi por tercera vez en lo que va de año. En las dos veces precedentes —la anterior fue en Moscú— no se anunció ningún acuerdo. Tampoco suele avanzarse el contenido de los temas a tratar sobre la mesa.

No obstante, parece obvio que el aterrizaje forzoso de un avión de Ryanair el domingo pasado por una supuesta alerta de bomba que resultó falsa y cuyo objetivo no era otro que arrestar al bloquero Román Protasévich y a su pareja, la rusa Sofía Sapega, debió ser uno de los temas centrales de las conversaciones.

El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, estuvo todo el día repitiendo que Putin y Lukashenko tocarían asuntos de carácter económico y que, «probablemente» hablarían de lo sucedido con el avión de Ryanair, también de Sapega y su derecho a un «juicio justo». Aunque la reunión se había previsto antes de que saltara el escándalo internacional por la detención de Protasévich, todo quedó diluido en el contexto de una reunión secreta para abordar asuntos de Estado de máxima importancia.

Nada más comenzar la cumbre, Lukashenko prometió mostrar a su colega ruso algunos documentos relacionados con el secuestro del avión y denunció «intentos de desestabilizar la situación en el país con nuevas protestas».

Putin, por su parte, calificó el revuelo mundial en torno al incidente aéreo de «emociones desbocadas» y quiso dejar claro que, al margen de ello, «hoy (por el viernes) tenemos de qué hablar».

En declaraciones a la radio Eco de Moscú, el politólogo bielorruso, Valeri Karbalévich, señaló que «los verdaderos motivos del encuentro no saldarán a la luz». «No creo que se puedan esperar decisiones importantes o declaraciones cruciales. Pienso que la reunión terminará de la misma manera que las dos anteriores de este año. Es decir, no se proporcionará información sustancial sobre la esencia de las negociaciones», señaló.

A su juicio, entre los dos jefes de Estado «existe una negociación complicada sobre temas muy importantes pero, por ahora, no quieren sacarlos al espacio público». Karbalévich cree que «si los servicios de prensa proporcionan alguna información será en términos generales sobre cuestiones de cooperación, energía o integración». Efectivamente, así fue la nota distribuida por el Kremlin.

Sobre el fondo del asunto, la cuestión que Moscú no ha logrado resolver todavía es la permanentemente aplazada creación del «Estado unitario» ruso-bielorruso, que, de culminarse, sería una anexión encubierta de Bielorrusia. Los motivos que persigue Putin son de índole defensiva, ya que controlaría el corredor que conduce a Polonia dejando al norte a las repúblicas bálticas y con Ucrania en la parte sur.

Todos ellos son miembros de la Otan o países afines. Así, la ventaja para el Kremlin sería no solo estratégica, sino de imagen ante su propia población al mostrar que Rusia dominaría Crimea, el este de Ucrania, parte de Georgia y Bielorrusia. Las ventajas que obtendría Minsk serían económicas, comerciales, acceso a créditos y refinanciación de la deuda, además de petróleo y gas baratos.

Lukashenko, el promotor inicial de la unión ruso-bielorrusa, terminó dándole la espalda a Moscú, hasta el punto de que en Rusia son muchos los que creyeron que el proyecto no era más que una estratagema para obtener prebendas sin la menor intención de ceder soberanía.

La UE recordó ayer a Minsk que están en juego 3.000 millones en ayudas. El cheque se lo extenderá a Bielorrusia si cambia de rumbo político. La Comisión Europea lo presentó ayer sin firmar, pues para ello requiere la autorización de los Veintisiete.

El aislamiento de su espacio aéreo, las sanciones individuales y a empresas ligadas al régimen -algunas en ciernes afectarán a sectores estratégicos como el de la exportación de potasa- son la respuesta de castigo. La ayuda multimillonaria que se plantea ahora es como la zanahoria con la que se quiere espolear la transición democrática en el país y el fin del Gobierno sátrapa de Aleksánder Lukashenko.

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