Diario de León

Trump se lanza a un baño de masas convencido de que él es inmune

El Senado se aplica en la aprobación exprés de la jueza ultracatólica impuesta por el presidente

La jueza Amy Coney Barrett ayer, en su ‘examen’ ante el Senado de los Estados Unidos. ERIN SCHAFF

La jueza Amy Coney Barrett ayer, en su ‘examen’ ante el Senado de los Estados Unidos. ERIN SCHAFF

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Sanford no es Miami, sino que se parece al otro extremo de Florida. Ese que conecta más con la piel de Alabama y Georgia, fronterizos, que con el color tostado de los latinoamericanos instalados entre palmeras e hispanohablantes. En Florida cualquiera lleva un arma, pero en Miami lo fácil es que se disparen por una disputa al volante o en la puerta de un bar. A Sanford, sin embargo, se la conoce por el vigilante de barrio que mató al adolescente negro Trayvon Martin en 2012.

Como Sanford no es un gueto sino un suburbio residencial al norte de Orlando, la gente con armas tiene muchos simpatizantes. Los ven como voluntarios que se juegan la vida para ayudar a la policía en su labor de defender las urbanizaciones valladas de césped bien cortado que simbolizan su estilo de vida.

Donald Trump les ha metido el miedo en el cuerpo con la amenaza de que si gana Joe Biden los demócratas promoverán la construcción de viviendas de protección oficial en sus bonitos barrios insertando guetos de pobres que lo infectarán todo de drogas y delincuencia. Una epidemia más peligrosa que la del «virus chino», a juicio de los que acudieron ayer a apoyarle en su vuelta a la campaña.

El médico personal del presidente le ha dado el alta y le ha declarado libre de virus, aunque se ha negado a contar cuándo fue la última vez que dio negativo en un PCR. Como no se sabe cuándo se contagió, tampoco se puede calcular el tiempo en dejar de propagar virus. Al menos cuatro empleados de la Casa Blanca y 27 cargos políticos se han contagiado en su entorno, pero tampoco se conoce la magnitud del foco porque la portavoz de la Casa Blanca Kayleigh McEnany anunció que dejaría de informar de nuevos casos justo antes de que ella misma se contase entre los infectados.

Trump ya eligió el aeropuerto de Sanford para un mitin de campaña en octubre de 2016, cuando sus posibilidades de ganar las elecciones parecían tan efímeras como ahora. Florida acabó convirtiéndose en uno de los estados que lo impulsó a la Casa Blanca, pese a perder el voto popular frente a Hillary Clinton. Cuatro años después planea repetir la fórmula, envalentonado por la química de los esteroides y la de sentarse en el despacho más poderoso del mundo.

El baño de masas con que se estrenó anoche el ‘contagiador en jefe’ completa el cóctel de euforia con el que sale de su convalecencia. La idea de abrirse el pecho ante la prensa para mostrar una camiseta de Superman, como filtró The New York Times que pretendía hacer al salir del hospital, revela su estado mental y el del sus seguidores, que le ven ya como un semidios capaz de vencer hasta «el virus chino». «¡Cuatro años más!», coreaban anoche.

Mientras, jueza conservadora Amy Coney Barrett, nominada por el presidente estadounidense, Donald Trump, para el Supremo, abogó por un tribunal «independiente» durante las audiencias para su confirmación ante el Senado.

Ha empezado ya la carrera exprés para que Barrett asuma el puesto de la fallecida Ruth Bader Ginsburg, «nadie jamás ocupará» el lugar de la jueza progresista.

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