Diario de León

La derrota en Afganistán

Los últimos de Kabul

Los miembros de las fuerzas armadas españolas, el embajador, la segunda jefa de la legación y 82 evacuados afganos llegan a Torrejón de Ardoz en el último avión que salió de Afganistán Sánchez afirma que España debe tener «orgullo de país»

Las familias recibieron emocionadas a los militares en la base de Torrejón. MARISCAL

Las familias recibieron emocionadas a los militares en la base de Torrejón. MARISCAL

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Dentro del aeropuerto de Kabul se escuchó la explosión. Entre los afganos que han podido cruzar la imposible frontera entre civilización y barbarie, un perímetro estrecho alrededor de una pista de aterrizaje, estaban también miembros de fuerzas de seguridad de distintos países, y algunos diplomáticos, como los españoles Gabriel Ferrán Carrión, embajador desde finales de 2018, ya en funciones, y Paula Sánchez Díaz, quien desde hace un año ocupaba la segunda jefatura de la embajada.

Ayer, a las 19.25 horas, aterrizaron en la base de Torrejón de Ardoz en el mismo avión en el que viajaban los 20 policías y 82 militares españoles que se quedaron con ellos hasta el último momento. En la aeronave, además de cuatro militares portugueses, venían los últimos 82 ciudadanos afganos, muchos de ellos mujeres y niños, que lograron salir del país. Son colaboradores de las fuerzas armadas españolas y sus familias, del contingente de la OTAN y de Portugal. Están ya a salvo.

Como el viejo capitán en pleno naufragio, Ferrán, experto en Oriente Próximo y el Magreb con amplia trayectoria en el Ministerio de Exteriores, asumió el mando del regreso de sus compatriotas y el exilio de sus colaboradores afganos. Sánchez, experta en Género y en procesos de desarme, se ofreció de primer oficial mientras el barco se hundía. Ambos rechazaron la evacuación rápida, mientras sus homólogos de otras naciones subían a los primeros aviones y dejaban toda responsabilidad a los militares desplegados en la zona.

A mediados de agosto cerraron la embajada —como los demás países occidentales— ubicada en el Distrito 9 de Kabul, y se trasladaron al aeropuerto. Desde allí el embajador —con mandato vencido unos días antes de la embestida talibán, de 60 años y graduado en Derecho—, y Paula Sánchez —graduada en la Universidad Autónoma de Madrid en Traducción con un máster en la Escuela Diplomática de España— enfrentaron el caos. En tan complejas circunstancias resulta utópico tratar de imponer el orden, pero sí cumplir con el salvamento de vidas. Algunas de tantas. En once vuelos organizaron la salida de 2.206 personas. De ellos, más de la cuarta parte eran afganos y están ahora en España. Hombres, mujeres y niños.

De alguna forma, la caída de Afganistán ha sido una prueba prematura en el viaje iniciático tanto de Ferrán como de Sánchez. Era el primer cargo relevante fuera de España para ella, que orienta su carrera hacia los países en conflicto y los procesos de paz, habla cinco idiomas y fue la octava de su promoción. Y era el primer destino como embajador de él, aunque desde los noventa ocupa distintos cargos de responsabilidad en Líbano, Malasia o Costa Rica. Al reto de evacuar un país que se desploma se añadía el precipitado desenlace: todavía en julio abrieron una convocatoria para contratar gente local y un mes antes recibieron donativos para las universidades de la ciudad.

Y comenzó la escapada. Ordenaron el abandono de la sede, avisaron a sus colaboradores para que se reunieran con ellos en el aeropuerto, planearon en lo posible una vía de salida. Sobre las cualidades y personalidad de estos dos diplomáticos hablan sus actuaciones de los últimos días: tenían la lista de colaboradores y coordinaban la identificación. Estuvieron allí para recibirles y garantizar su integridad.

Las primeras horas fueron como recorrer un laberinto a ciegas. Sin mando real en una zona militarizada por las tropas norteamericanas, pero con el apoyo de 17 policías españoles de alto perfil en zonas de guerra, no pudieron llenar el primero de los aviones, que despegó con 53 personas.

Había sitio, pudieron huir pero se quedaron, les aplaudieron en las redes sociales. El aprendizaje sobre la marcha y también el orgullo, ejemplificado en la actitud de Paula Sánchez que nunca usó el velo para ninguna de sus actividades, les haría perfeccionar la estrategia.

Rescatar a todas las familias cuyas vidas dependían de España era la prioridad de Ferrán, cuyo padre, Gabriel Ferrán de Alfaro, refrendó el tratado de ingreso de la nación a la Comunidad Económica Europea en 1985. También de Sánchez, que hasta el último momento trabajó en un plan para erradicar los cultivos de opio, con propuestas alternativas dentro de la economía legal. Ahora ambos regresan como los últimos españoles residentes en Afganistán que, junto a otras 170 personas evacuadas, abandonan una tierra ocupada por quienes ahora la llaman Emirato Islámico.

«Misión cumplida»

Pedro Sánchez consideró que la operación de evacuación en Afganistán llevada a cabo por España es «un éxito de país» y un motivo de «orgullo colectivo». «España lo ha hecho bien», afirmó el presidente del Gobierno por la mañana en una comparecencia en la Moncloa tras dirigir la reunión del grupo de ministros que ha coordinado la tarea.

Sánchez se cuidó de no atribuir el éxito a su Gobierno porque todo el mérito es de «los servidores públicos» que han trabajado en Kabul. El presidente resaltó «la profesionalidad» de las Fuerzas Armadas y «la eficacia» de los diplomáticos y los funcionarios implicados que han trabajado en la evacuación. «Es un orgullo de país», subrayó en varias oportunidades.

Pedro Sánchez se mostró muy satisfecho de una «misión cumplida en condiciones dramáticas», pero reconoció que España no ha logrado sacar de Afganistán a todos los colaboradores y sus familiares. Se han evacuado a 2.206 personas, de las que 1.671 pertenecen al contingente español, 333 del servicio exterior de la Unión Europea, 131 de Estados Unidos, 50 de la OTAN y 21 de Portugal.

Fuentes gubernamentales precisaron después que de los 2.051 afganos llegados a Torrejón, 974, el 47%, son mujeres y 920, el 40%, son menores. De ellos, 1.771 han solicitado protección internacional, de los que 1.108 se han redistribuido por la red estatal de acogida en 16 comunidades autónomas. Hasta 146 han sido trasladados a Castilla y León, 136 a Cataluña, 108 a Andalucía, 100 a Aragón, 85 al País Vasco, 82 a Madrid, 70 a Murcia, 63 a Navarra, 61 a Castilla-La Mancha, 59 a la Comunidad Valenciana, 42 a Cantabria, 36 a Galicia, 32 a Asturias, 18 a Extremadura, otros 18 a La Rioja, y tres a Baleares. Solo Canarias se ha quedado fuera de la operación.

Unas cifras que, con ser importantes, constituyen apenas un 2% de las personas extraídas del aeropuerto de Kabul, que, según datos de la Casa Blanca, ascendían a 105.000 hasta ayer.

Sánchez precisó que ahora se abre «una segunda fase» para intentar sacar de Afganistán a los colaboradores de ese país que se han quedado allí. España, prometió, «no les va a dejar solos». Se buscará su salida «por otras vías» que no detalló. «Vamos a trabajar sin pausa, pero de forma discreta para articular un operativo» que permita culminar la evacuación al cien por cien. «España —aseguró— no se va a desentender de los colaboradores afganos y sus familias que no hemos podido sacar».

El presidente del Gobierno no quiso profundizar si esas otras vías incluyen, como han anticipado otros países, la apertura de negociaciones con las autoridades talibanes para abrir un corredor humanitario o esperar al restablecimiento de los vuelos comerciales desde el aeropuerto de Kabul. Admitió que la retirada ha sido «una tragedia, una crisis y un fracaso» y, aunque lo hizo de forma velada, mostró su desacuerdo con la decisión estadounidense de abandonar Afganistán de esa manera.

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