Diario de León

El Vaticano pone su crédito en juego en el mayor juicio por corrupción de su historia

Procesan al cardenal Becciu y nueve jerarcas de la Iglesia por una turbia operación inmobiliaria

El cardenal Becciu. CLAUDIO PERI

El cardenal Becciu. CLAUDIO PERI

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Esta es la típica historia italiana donde la avaricia mata al gato.

Alguien saca a la venta un antiguo y lujoso edificio en la manzana más selecta del barrio londinense de Chelsea. El Vaticano le pone el ojo al lugar. Varios altos cargos y jerarcas eclesiales proyectan convertir el noble edificio en apartamentos exclusivos. Una operación inmobiliaria al uso, pero que una gestión deficiente y plagada de elementos extraños o delictivos convierte en un carrusel delirante que pone en jaque a toda la institución.

Entre los involucrados figuran el segundo al mando de la Secretaria de Estado vaticana, otros altos cargos de la Iglesia, además de funcionarios, brokers y abogados. Alguien decide pagar la inversión con créditos y con fondos del Obolo de San Pedro, el organismo que gestiona los donativos de los feligreses para programas de ayuda social.

Nadie sabe exactamente el motivo de recurrir a este dinero ni del desorbitado coste de la operación, que al final se descontrola y sale supuestamente por unos 400 millones de euros. Ya metidos en harina, el valor real del edificio se infla de partida. Y a eso se añaden los gastos ocasionados por diferentes programas financieros especulativos y de alto riesgo firmados para la transacción. En toda historia hay un nudo gordiano. En este caso, el plan salta por los aires (2014) cuando los monseñores se percatan de que han sido engañados, o al menos eso argumentan. El inmueble está hipotecado y, además, por su carácter histórico, no se puede tocar ni una piedra.

Aunque en los años posteriores, los involucrados tratan de revender la casa, sus manejos salen a la luz en 2018 durante una investigación financiera del Vaticano. Las indagaciones descubren que en esos años hubo pagos de comisiones multimillonarias y, por si fuera poco, el escándalo aparece con supuestas irregularidades, como tratos de favor, fraude y depósitos en paraísos fiscales.

Esta es la historia italiana que desde esta semana se estudia por parte de tres magistrados en una macrocausa histórica celebrada en una sala especial a escasos metros de la Capilla Sixtina. La Iglesia católica se enfrenta al juicio por corrupción más importante abierto en su seno, con diez acusados, una larga lista de imputaciones como resultado de dos años de investigación y la transparencia del Vaticano y sus finanzas en juego. El principal encausado es el cardenal Angelo Becciu, de 72 años, el que fuera número dos de la Secretaría de Estado en esos años, y nueve altos jerarcas más, entre ellos, René Brülhart y Tommaso Di Ruzza, responsables en aquellos años de vigilar las operaciones financieras del Vaticano, dos excolaboradores del cardenal, cuatro intermediarios y Cecilia Marogna. Otro personaje de historia italiana. Marogna se presentaba como espía y negociadora, que recibió casi 600.000 euros del cardenal con el supuesto fin de intermediar en casos de secuestro de misioneros.

El dinero lo usó supuestamente en comprar bolsos y complementos de lujo. Más allá de los acusados, el juicio sienta también en el banquillo la transparencia de la Iglesia y los negocios a veces caóticos en que se ha embarcado durante décadas.

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