Diario de León

Xi intenta convertirse en mediador mundial y Occidente le acusa de blanquear a Putin

Medvedev amenaza al TPI con el bombardeo de su sede en La Haya: «Todos estamos a merced de Dios y los misiles»

Xi Jinping y Putin ayer en Moscú, durante su reunión en el Kremlin. SERGEI KARPUHIN / SPUTNIK / KREM

Xi Jinping y Putin ayer en Moscú, durante su reunión en el Kremlin. SERGEI KARPUHIN / SPUTNIK / KREM

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EFE

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El líder chino, Xi Jinping, llegó ayer a Rusia con la intención de escenificar su nuevo papel de mediador internacional, en una visita de Estado que arrancó con una reunión informal con su homólogo ruso, Vladímir Putin, quien se mostró abierto a abordar el plan de paz de Pekín para la guerra en Ucrania.

Xi llegó sobre las 09.59 GMT al aeropuerto de Vnúkovo-2, en el suroeste de Moscú, donde fue recibido sobre la alfombra roja por la guardia de honor y el viceprimer ministro ruso, Dmitri Chernishenko. Seis horas y media más tarde estaba sentado en el Kremlin al lado de Putin, para mantener un «cara a cara» con su «querido amigo» y después una cena en la que el mandatario ruso le agasajó con sopa de esturión y asado de ciervo con salsa de guindas.

Xi es en estos momentos el aliado más poderoso de Putin y ambos hacen frente común a los planes declarados de Occidente de «contener» a los dos potencias nucleares.

Poco le importa al líder del gigante asiático en su noveno viaje a Rusia la fotografía sentado al lado de un mandatario sobre el que pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional (CPI), en la que Pekín ve un «doble rasero».

Tras lograr apuntase un tanto en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudí, el viaje de Xi a Rusia ha sido calificado por él mismo en un artículo en el periódico Rossíiskaya Gazeta como una «visita de amistad, cooperación y paz».

«Sobre la base de la esencia de lo que sucede, China mantiene una postura imparcial y objetiva, aplica activos esfuerzos para ayudar a la reconciliación y las negociaciones de paz», sostuvo Xi.

El intento de Xi de mediar entre Rusia y Ucrania, cuyo presidente, Volodímir Zelenski, trabaja en una posible conversación con el jefe de Estado chino tras su visita a Moscú, se produce cuando ni una ni otra parte está dispuesta a negociar tras el fracaso de la mediación del mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan, en la primavera de 2022.

Rusia, porque quiere conquistar —al menos— todo el Donbás y obligar a Ucrania a reconocer «las nuevas realidades» sobre el terreno, tras la anexión de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón, y a Occidente a abordar sus preocupaciones de seguridad. Kiev porque quiere conservar su integridad territorial y ve contradicciones en el plan chino.

En Occidente ni EEUU, ni la Unión Europea, el Reino Unido o Japón creen que la iniciativa china tenga recorrido. La comunidad internacional sigue de cerca las reuniones de Putin y Xi. En las capitales occidentales se teme que un mayor acercamiento político y económico (el comercio bilateral entre ambos países sumó el año pasado 190.000 millones de dólares, un 116 % más que hace diez años) pueda permitir a Rusia eludir las sanciones.

Pero también se ve con preocupación que Moscú pueda adquirir, según Washington, armas a China, pese a los desmentidos de Pekín.

Conscientes de que son vistos en Occidente como una amenaza y un desafío respectivamente, Rusia y China hacen frente común contra «acciones de hegemonía, despotismo y persecución», en palabras de Xi.

«China está dispuesta a defender firmemente con Rusia un sistema internacional basado en la ONU (...), a promover la multipolaridad en el mundo y la democratización de las relaciones internacionales», dijo nada más aterrizar en Moscú.

El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, acusó ayer al presidente chino, Xi Jinping, de no querer que el mandatario ruso, Vladímir Putin, rinda cuentas por la invasión de Ucrania.

«Que el presidente Xi viaje a Rusia días después de que la Corte Penal Internacional emitiera una orden de arresto contra el presidente Putin sugiere que China no quiere responsabilizarlo por las atrocidades en Ucrania», criticó Blinken.

Rusia respondió ayer al Tribunal Internacional de La Haya con la apertura de una causa penal a los jueces de esta corte. Tras la orden de arresto contra Vladímir Putin emitida el viernes, Moscú ha tomado represalias contra tres magistrados y el fiscal jefe. Los acusados habrían incurrido en un delito contemplado en el Código Penal ruso al poner en cuestión la protección de la que teóricamente goza el jefe de Estado ruso, según un comunicado del Comité de Investigación recogido por la agencia Interfax. Las autoridades del Kremlin consideran que los jueces del Tribunal Penal Internacional Tomoko Akane, Rosario Salvatore Aitala y Sergio Gerardo Ugalde Godinez, así como el fiscal Karim Ahmad Khan, habían solicitado el arresto del presidente ruso de manera «ilegal». El TPI acusa a Putin y a la principal responsable de los derechos de la infancia, Maria Lvova-Belova, de permitir la deportación forzada de niños desde zonas ocupadas por Rusia en el este de Ucrania.

El vicepresidente del Consejo de Seguridad del país, Dimitri Medvedev, amenazó al TPI con el bombardeo de su sede en La Haya. «Todos estamos a merced de Dios y los misiles. Señores jueces, miren cuidadosamente al cielo», ha subrayado este lunes a través de un mensaje en Telegram.

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