Diario de León

Promesa incumplida

Las 16 familias de las últimas chabolas de León piden el realojo prometido hace 30 años

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León

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Una promesa incumplida sigue endureciendo la vida de más de 16 familias que aún habitan Las Graveras, a orillas del Bernesga, y los Altos del Duero, la explanada elevada frente al Hospital de León. Cuando los vecinos llegaron a estas chabolas —unos venían de la calle Las Fuentes, otros de la Corredera—, les dijeron que sería por una estancia de cinco años. Han pasado treinta y allí siguen. Pese al acuerdo de la Junta, el Ayuntamiento y el Secretariado Gitano por el que en febrero de este mismo año se comprometían a erradicar el chabolismo como muy tarde en 2020, sus habitantes aún no tienen noticia alguna, como tampoco la tuvo ayer este periódico por parte de los Servicios Sociales. Hace años se elaboró un plan que fechaba la desaparición de estos suburbios en 2007.

 

Tras la reciente clausura del poblado de Villaquilambre a principios de esta semana, la pelota está en el tejado de la Junta y el Ayuntamiento de León, que tendrán que demostrar su compromiso y el camino a seguir para solventar la situación de las últimas chabolas de la ciduad. El anterior mandato municipal vislumbró una salida dentro del plan de fondos europeos Edusi con el que reubicar a, al menos, seis familias. Dentro de dicho plan se aprobaron, hace dos años, 28 millones (14 los pone la Unión Europea y los otros la administración municipal) para los barrios del norte, lo que incluye Altos del Duero. Sin embargo los vecinos de Las Graveras no entran en dicho plan porque no forman parte de los barrios subvencionables. Entretanto, el futuro de estas familias con más de 70 miembros, entre ellos varios pequeños, sigue en el aire.  

La última noticia fue el acuerdo firmado el 12 de febrero de 2019 por la Consejería de Fomento y Medio Ambiente, la Consejería de Familia y la FRMP (Federación Regional de Municipios y Provincias), en el que entró León, para buscar a las familias más que un alquiler social. La supuesta intervención, en la que mediarían profesionales del Secretariado Gitano y del Ayuntamiento de León —su concejala de Bienestar Social, Vera López, no encontró un momento en todo el día de ayer para hablar del asunto—, abriría el catálogo de líneas y programas sociales que necesitan para su integración: desde la Renta Garantizada de Ciudadanía, a medidas de apoyo a la escolarización, la formación para el empleo, la atención a la infancia, la dependencia o la discapacidad.  

«Que los niños puedan levantarse sin catarro e ir a la escuela. Si los millones se están gastando en otras cosas, como hacer parques, que se acuerden de nosotros», reclama Álvaro León, uno de los vecinos de Las Graveras. Vale cualquier cosa a fin de tapar las ventanas para evitar el invierno en su casa. «El frío entra hasta por los enchufes, cuando nieva lo pasamos fatal. Los chavales de aquí son unos guerreros, porque han ido a clase siempre estando enfermos». Aunque les quieran llevar bien vestidos y aseados, en cuanto salen de casa «están embarrados», lamenta Álvaro, que también se queja de las indeseables ratas que merodean por la zona. Su mensaje lo comparte Aquilino, que lleva más de veinte años en la barriada. «Siempre nos venden que vamos a salir en un tiempo. Yo tenía mi propia vivienda y me engañaron, dijeron que serían unos años y llevo aquí 22», denuncia. En frente viven dos mujeres que pronto serán madres solteras y, justo a su lado, un minusválido. Todos comparten el malestar generado por el olvido del Ayuntamiento. Cuando cae la noche todo son sombras, ya que llevan seis años sin alumbrado desde que lo robaron para obtener el cobre de los cables. «Estamos hartos de esperar y nunca hacen caso».  

El paisaje es similar en Altos del Duero. «Nos dejaron sin contenedor de la basura porque no podía entrar el camión», dice con cierto tedio Pilar Torres, que fue la última de las siete familias en llegar a este núcleo poblacional. El año pasado un técnico asistió a su casa, a orden de la antigua concejala de Servicios Sociales, Aurora Baza, para confirmarle lo que ella ya sabía: la vivienda era y es inhabitable. «Están muy deterioradas y vivimos en malas condiciones. Que se acuerden ya de tramitar lo que habían dicho y lo hagan lo antes posible», reclama. Otro de los residentes, Ricardo Barrul, exige que «se den prisa». «Hace unos años nos dieron botes de aceite de linaza para pintarlas y se olvidaron de nosotros, no hemos vuelto a saber nada», critica con recelo de los pisos de protección oficial vacíos ubicados en Las Ventas.

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