La ausencia de peregrinos deja ya un agujero de 30 millones en los negocios del Camino

La pandemia ha despejado de peregrinos el Camino de Santiago. Ayer no había ninguno en los albergues de la ciudad y apenas han llegado unos pocos desde que arrancó el Año Santo. Los alojamientos y comercios que dependen de esta ruta arrastran varios meses sin ingresos, sobre todo a partir de octubre, cuando la segunda ola endureció las medidas contra el virus. Y las expectativas no son buenas, al menos hasta la primavera, a pesar del Jacobeo.

«Empezamos muy bien el año pasado, con cifras superiores a las de 2019, pero el confinamiento lo cortó de raíz. Estuvimos sin peregrinos hasta junio y en verano hubo un pequeño repunte, pero ahora estamos otra vez a cero», explica Anselmo Reguera, presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago Pulchra Leonina.

En las estadísticas que maneja el balance es desolador. «En 2019 la caída fue de casi el 90% en comparación con un año normal y la presencia de peregrinos desde octubre es testimonial. «Vinieron 6.212 a la capital, que no es una mala cifra teniendo en cuenta las circunstancias», aclara. En condiciones normales «llegaban 53.000», matiza. Habría que sumar también los que duermen en hostales, pensiones y hoteles. Otros 20.000 solo en la capital, que suelen tener mayor poder adquisitivo. Calcula que por la provincia pasaban antes de la pandemia cerca de 100.000 peregrinos frente a los apenas 12.000 del año anterior, según las estimaciones que hacen desde la Asociación.

Su ausencia deja ya un agujero de entre 30 y 40 millones de euros en las arcas de la provincia. El gasto medio —apunta Anselmo Reguera— se sitúa «como mínimo entre 15 y 20 euros cada día, aparte del hospedaje». Hay que tener en cuenta además que varias etapas pasan por León y que las pernoctaciones suelen multiplicarse hasta por nueve. De hecho, el año pasado hubo 51.000 a pesar de que solo se contabilizaron 6.212 peregrinos.

«El impacto para la ciudad es muy importante, pero sobre todo se nota en las áreas rurales que dependen del Camino. Si no fuera por eso en muchos pueblos no habría ni tiendas ni bares», avisa. De momento dan el semestre por amortizado y miran ya a la primavera y al verano. «Nos llaman muchos peregrinos extranjeros porque al ser Año Santo hay bastante interés, pero tienen la imagen de que aquí, en España, existe cierto caos. Cada comunidad dispone de su propia normativa y eso no ayuda», reconoce Anselmo Reguera, convencido de que en 2022, que también será Año Santo, el Camino volverá a «florecer» porque —señala— «el 65% de los peregrinos viene de fuera de España, algo que cambió con la pandemia», lamenta. Lo saben bien en la Oficina del Peregrino que hay en Santiago de Compostela. «Esta mañana llegaron cero peregrinos». Es el mensaje que encabezaba ayer su página web. Y en la estadística mensual solo aparecen sesenta Compostelas selladas en el mes de enero, frente a las 1.999 del mismo periodo de 2019. Es el peor dato desde que hay registros.

El Albergue de las Carbajalas, cerrado desde marzo. MARCIANO PÉREZ