Las diferencias entre productores ponen en peligro la marca Miel de la Provincia de León

En el camino de convertirse en la marca de calidad número diecisiete de la despensa autóctona y en la novena de las mieles con marchamo de origen del país, tras la de Asturias, la leonesa llegará el mes que viene a la Comisión Europea para que el reglamento reciba el visto bueno definitivo, después de superada la supervisión del Itacyl. Será una IGP (Indicación Geográfica Protegida), con el nombre Miel de la Provincia de León y los primeros botes envasados podrán utilizar el nuevo sello en la campaña 2022. La marca está promovida por la Asociación Leonesa de Apicultura (ALA), que inició los trámites hace un año y medio, como cuenta su presidente, Javier Morán.

El marchamo nace con polémica ante la falta de consenso del sector y la implicación únicamente de una de las tres asociaciones de apicultura que existen en la provincia. Tanto la Asociación para el Desarrollo de la Apicultura Tradicional y Ecológica (Adape), como la Asociación Berciana de Apicultores (Aberpi) aseguran desconocer los pasos que hasta ahora ha dado ALA para conseguir la marca de calidad, ni cómo serán las mieles que pueden integrarse en el consejo regulador de la IGP. La falta de diálogo y entendimiento ha provocado una situación en la que una parte del sector ha sido ya excluida.

El presidente de ALA —nacida a principios de los sesenta y actualmente con 587 miembros— defiende la actuación de su colectivo y el nombre de la marca «como aglutinadora de toda la provincia». La documentación para solicitar el marchamo llegó al Itacyl el 31 de diciembre de 2020. Tres son los tipos de miel que podrán llevar la nueva etiqueta: las de brezo, castaño y melatos de roble y encina. Una decisión que deja fuera a las multiflorales, presentes sobre todo en el sur de la provincia.

Las estimaciones de ALA fijan en 15 toneladas envasadas la cantidad suficiente a partir de la cual pueden afrontarse los gastos fijos del consejo regulador. La presencia en la IGP de 30 apicultores profesionales (con al menos medio millar de colmenas) haría viable la marca.

Sin embargo, Urbano González, presidente de Adape (con un centenar de miembros), considera que «en León aún falta infraestructura para contar con un sello de calidad; tenerlo es muy interesante, pero quizá ahora no sea el momento; requiere una mayor profesionalización del sector». Incide en que el «momento no es idóneo estratégicamente y aún no resultará eficaz».

Lamenta —al igual que el presidente de Aberpi (con 200 integrantes), Pablo Iglesias— que la decisión de ALA haya sido unilateral y sin tener en cuenta a estas dos asociaciones. Ambos recuerdan que las tres se reunieron con el anterior presidente de la Diputación, Martínez Majo, en enero de 2018. La institución quería impulsar la marca de calidad Miel de León y en aquel encuentro el representante de ALA «desveló que habían iniciado los trámites para la etiqueta Miel del Bierzo». Todos se quedaron asombrados ante la noticia, de la que nadie aseguró conocer nada previamente. «Ya no hubo margen para nada al saber que estaban tramitando una marca. Creo que la unión hace la fuerza y lo propio sería que toda la provincia estuviera unida en este sello», asegura Iglesias.

«Desde entonces no hemos sabido nada, sólo por los medios. En la reunión previa que tuvimos todos en Astorga, antes de ir a la Diputación, ya nos percatamos de que querían ir por su cuenta», abunda González.

En ALA avalan su decisión en solitario con el sello y su responsable recalca que son la asociación más antigua. Creen que lo del presidente de Adape es una pataleta después de abandonar la asociación decana. «Era socio y se fue para montar otra donde le siguieran su juego».