Diario de León

Coladilla, el milagro del yogur

La mitad de los cuarenta habitantes de esta localidad de la montaña leonesa trabaja en industrias radicadas en el pueblo que inició su desarrollo a partir de una lechería Pueblo, marca comer

Vista parcial de Coladilla, que mantiene una actividad económica sin comparación en León

Vista parcial de Coladilla, que mantiene una actividad económica sin comparación en León

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L. Urdiales - león
León

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Coladilla atesora la pirámide de población rural más saludable de la provincia de León. En medio del bombardeo de teorías y buenas intenciones sobre desarrollo rural, esta pequeña localidad de la montaña central leonesa esconde la fórmula del remedio a la despoblación. Ahí, al menos, funciona. El pueblo es un cúmulo insuperable de excepciones entre la generalidad de parámetros económicos que definen a la provincia leonesa; es una cuarentena de habitantes, un 20% de niños, un porcentaje de ancianos algo más reducido y casi un 50% de población activa; veinte cotizan a la Seguridad Social. El registro de sociedades tiene en esa plaza tres iniciativas industriales. No caben más excepciones en una aldea que dos décadas antes estaba en el punto de mira de la esquela rural. Si se salvó fue «por la puesta marcha de un proyecto integral de producción de lácteos y quesos; ese fue el principio». Resume la solución el profesor Julio Lago Rodríguez, que en más de una ocasión cita a Coladilla a sus alumnos de económicas para ejemplificar qué es un proyecto de desarrollo alternativo. Pese a saberse materia lectiva en el ámbito universitario, y objeto de debate entre estudiosos o políticos inquietos por encontrar la combinación capaz de redimir de la desaparición a toda actividad económica del medio rural de la provincia leonesa, protagonistas directos de esta historia se muestran ajenos a cualquier dosis vanidosa. José Luis Yuste, que es uno de los tres socios fundadores de la sociedad agraria de transformación El Sendero, repite sin descanso dedicación y vocación mientras trata de resumir los últimos quince años en Coladilla. «Primero hicimos queso, después yogur; más tarde se instalaron una fábrica de embutidos y un taller de cerámica; también un mesón; y hay otras dos explotaciones ganaderas; una de vacas de carne y otra de ovejas». Yuste avanza más las consecuencias del negocio para explicar que el pueblo en el que se instaló junto a su mujer hace 20 años, después de dejar la ciudad o de cambiar la docencia por una explotación bovina, está inmunizado contra la fiebre migratoria que ha dejado al pie de la agonía poblacional y económica a casi todas las comarcas de León, en especial las del norte. «No vale quedarse porque sí; primero ha de gustarse; y después debes de tener paciencia para hacer los que te gusta. Sí, nosotros hemos sacado adelante un negocio que reúne todas las posibilidades que nos da el entorno; mantenemos una ganadería, transformamos la leche, hemos logrado cauces para distribuir los quesos y yogures. Pero yo creo que lo esencial en todo esto es tener el núcleo de desarrollo, hay que tener argumentos económicos para llevarlo a cabo». Lo último que espera encontrar el forastero en su primera visita a Coladilla es encontrar un pueblo con recursos económicos para dar empleo a 19 personas; el mayor foco, en la lechería que El Sendero puso en marcha para crear el yogur que distinguió con el nombre de la localidad de la vera del Torío, a la postre, redentor de la vida del pueblo. El potencial endógeno de la zona se observa también en el turismo rural. Cualquier fin de semana del año, la actividad comercial en Coladilla se escapa a lo que se le supone a un pueblecito de montaña, como los de casas cerradas. El trasiego en la pequeña tienda de la lechería es constante; igual que en el mesón La Rinconada, el taller de cerámica Pilar Tirados o en la fábrica de embutidos Prieto Gabela. Esta es la actividad industrial que condensa un pueblo de cuarenta habitantes; el ejemplo más claro de apertura a nuevos procesos productivos en el que se han fijado algunas otras localidades de la provincia, ávidas de escapar del destino que se asoma inevitable. En Viñayo, Vega de Espinareda, Valdeteja, Valdearcos o Mansilla, ya se han puesto en marcha proyectos del mismo tono para aprovechar el valor añadido del entorno. «Dependemos del territorio; a partir de nada, del pasto de las vacas que es un ciclo renovable», resume uno de los impulsores de la industria láctea. Así es Coladilla; además de yogur, un pueblo con recursos; de gente con iniciativa.

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