Diario de León

Cómo sobrevivir para el día de mañana

Los comerciantes y hosteleros admiten que al menos hasta dentro de un año no se notará la recuperación y alertan del hachazo del invierno

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El empeño es «sobrevivir pensando en el mañana». La frase la repite Toño Gómez a la puerta del Carta Blanca, uno de los locales de ocio nocturno de referencia del casco histórico, pero podría apuntarla la mayoría de los hosteleros y comerciantes de León. El problema, como admite, está en que «el mañana», convertido en sustantivo, no en circunstancial de tiempo, se apunta como un eufemismo indeterminado. «Me gustaría ser optimista pero hasta el verano del año que viene esto no va a poder remontar. A ver quién es el guapo que aguantar un año entero con una facturación de un 60% menos que hace un año», lanza el hostelero al aire cuando ya se cumple un mes desde el final del estado de alarma que el Gobierno adornó como «nueva normalidad».

En esta nueva normalidad, los locales de ocio nocturno se han llevado la peor parte. En León, «están abiertos prácticamente todos», como anota Gómez, pero apenas «los que tienen terraza» cuentan con la opción de «compensar un poco la pérdida de la noche con lo que hacen por las tardes». «Pero hay mucho miedo. La gente, cuando levantas la terraza, no quiere entrar dentro y se va», describe el hostelero, quien no desaprovecha para recalcar que «los aforos, con un 75% en los bares musicales y un tercio en las discotecas, hace prácticamente inviable que se pueda sobrevivir». «Yo estoy ahora todos los días desde las siete de la tarde hasta las cuatro y media de la mañana para facturar lo que antes hacía un sábado. La plantilla la tengo bajo mínimos: de los diez que estábamos quedamos seis», detalla.

No ayudan las noticias de contagios en otras provincias en locales nocturnos, ni las imágenes de algún local en los primeros días de apertura, pero «la gran mayoría cumple», como expone Gómez, quien incide en que «luego hay pequeñas anécdotas que se llevan el protagonismo». «También es cierto que pasamos buena parte del tiempo recordando a la gente que se tiene que poner la mascarilla. Con todo lo que ha caído, ya tiene delito», apunta el profesional leonés, quien apenas hace tres meses, en pleno confinamiento, confiaba en que la crisis fuera la oportunidad para que los empresarios del ocio nocturno fueran «todos a una». «La cosa está muy complicada», admite ahora.

El escenario se ve mejor de día. Rubén Lera se apoya en una de las mesas de la terraza del Rúa 11 con el ánimo de convencer al resto de que «hay que ser optimistas y vivir el día a día». «Ahora, la cosa parece que está bien», concede a media mañana, mientras observa el trasiego de peatones por la calle que guía a los peregrinos en su entrada al casco histórico. «En el verano hay gente, hay ambiente, pero en octubre nos vamos a tener que poner a temblar. Los trabajadores en Erte, los espacios pequeños y las incertidumbres...», admite, aunque con el esfuerzo de repetir el mantra del «optimismo» para intentar capear el temporal.

Aunque «la cosa está muy complicada», como zanjan Mari y Elena Chacón. En Casa Condeso, en la plaza de Torres de Omaña, las tres hermanas sustentan el negocio solas «tirando para adelante». El resto de las empleadas sigue en el Erte. «A ver cómo aguantamos. Que lleguemos a dentro de un año, que es cuando se puede recuperar la cosa, depende de que no acaben», trasladan las hosteleras, conscientes de que la modificación de las condiciones marcadas por el Gobierno para auxiliar a los afectados por los recortes. Ahora, la caja ha bajado «un 50%» con respecto al mismo periodo del año anterior, aunque «cuando llegue el invierno va a ser todavía peor». «Por el momento, la gente se queda fuera pero luego se confundirá una gripe con la otra y va a ser mucho peor», vaticinan.

No llegará al invierno abierta Roberto. La tienda de moda, abierta en 1923 en la Calle Ancha y trasladada desde diciembre de 2014 al local de La Rúa en el que estuvo «La más bonita», otro negocio histórico, cierra por jubilación. Con la tercera generación se completa la historia de un comercio que ha visto pasar casi un siglo de León. Carmen Roberto, la nieta del fundador, ya había puesto el cartel «desde finales de enero, pero esto ha hecho que se aceleren las cosas». «Estoy liquidando al 40% de descuento. En cuento pueda, cierro. Me jubilo, aunque si no fuera por edad lo dejaría de todas formas según está el panorama», concede, ya desde el estribo, aunque preocupada «por todos los que van a caer». «Espero que aguanten muchos», ruega.

No sabe todavía cuánto aguantará Sabugo. En el codo que hace Azabachería con Cascalerías, la histórica firma tiene las puertas cerradas y un post-it pegado en el cristal con el número de teléfono. «Todavía no he tomado la decisión final», contesta María del Pilar Santos, al otro lado del auricular. «No he abierto, ni sé todavía lo que voy a hacer, ni cómo liquidar o no. No sé cuándo elegir el momento», zanja para dar testimonio de un momento que ha precipitado el adiós de muchos históricos.

La dentellada de la pandemia no se queda en el comercio de ropa. En el quiosco Caramelo, ubicado en la calle Cervantes, están «casi igual que en las semana del confinamiento». «La gente de León se ha ido a los pueblos y los de fuera no vienen. Encima hemos perdido muchas de las ventas de las revistas que se llevaban para las peluquerías y de los periódicos de los bares porque, aunque ya hay una directiva sanitaria que dice que no hay riesgo de contagio y que se pueden utilizar de una manera normal, hay quien todavía no se lo cree», lamenta Luis Andrés, uno de los dos hermanos que regenta el negocio. Aunque en la bajada de facturación anota otra causa importante. «La hostelería es lo que da la vida y la gente ahora tiene aversión a meterse dentro. A la una antes no eras capaz de pasar por aquí y ahora, fíjate», incita, mientras no se escuchan ni pasos por la calle.

La ausencia de movimiento afecta también al estanco de Jorge Carballal, al comienzo de Burgo Nuevo. Desde el 14 de marzo hasta esta pasada semana abrió «de lunes a domingo todos los días». «Me salía más caro meter a una persona que cerrar. Encima, ahora me ha llegado una carta de autónomos de Hacienda de los que decían que se podían aplazar con un recargo de 10 euros», se lamenta, ante «un horizonte negro».

En el surtidos de San Francisco, José Portomeñe no lo ve mejor. Anota apenas «un 25%» de lo que facturaba antes. «El turismo que venía se está reduciendo mucho y la gente no se mueve lo mismo. Una de las cosas que más estoy notando en la bajada es la hostelería que está a medio arrancar y el corte de las calles el fin de semana tampoco ayuda», manifiesta. Nadie hace cola a media mañana de un viernes. «No sé cuántos meses durará. No soy adivino. A ver el día de mañana», se resigna.

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