Diario de León

Polémica

La conspiración de los fantasmas del Windsor que un experto adelantó hace 14 años

Diario de León recupera la investigación que un profesor valenciano realizó en la que aseguraba que el incendio había sido provocado

Imagen de la portada de la revista publicada el 1 de abril de 2005

Imagen de la portada de la revista publicada el 1 de abril de 2005

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Era el 13 de febrero de 2005 y el centro de Madrid se convertía en una gran tea ardiente que podía divisarse desde cualquiera de los puntos cardinales de la ciudad. España asistía atónita y de  madrugada a la caída de uno de los representantes más sólidos del sistema financiero español. La Torre Windsor, situada en el número 79 de la avenida de Raimundo Fernández-Villaverde, con 106 metros de altura y 34 pisos, tenía el orgullo de haber sido el primero de los edificios que dio forma al panal económico de la capital. Era la abeja reina. No en vano, sus oficinas albergaban dos de las empresas más  importantes de la ciudad: Deloitte —la firma que más auditorías gestiona ( 20 de las 35 que cotizan en el Ibex 35)— y el bufete de abogados Garrigues. Cabe destacar que el portavoz del CGPJ, Enrique López, advertía por entonces de que más de 5.000 procedimientos judiciales se verían afectados tras el incendio, al estar personados abogados de los despachos citados.

Tal vez por eso las sospechas de que el incendio pudo haber sido provocado surgieron desde el momento en el que el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón manifestó que el origen del fuego estaba en un cortocircuito. Ahora, cuando Moncloa.com publica el documento que implica al excomisario Villarejo en el incendio con el fin de destruir información del BBVA que estaban en manos de la auditora Deloitte en el edificio Windsor en Madrid, Diario de León recupera una información publicada precisamente hace catorce años en la que Alfredo Piera, técnico superior de Protección Radiológica y experto en radiología experimental, aseguraba que el incendio había sido provocado. 

Este es el texto del reportaje, publicado en la Revista el 1 de mayo de 2005:

Una pareja que vivía justo enfrente del Windsor grabó aquella noche dos figuras se movían en el interior del Windsor en llamas sin prisa aparente por salir del edificio y con unos movimientos que parecían reflejar que sabían lo que hacían. Las teorías que se han lanzado son varias, pero la que más incógnitas despierta es la que asegura que uno de los intrusos parece llevar una linterna, mientras que los ademanes del otro podrían ser indicadores de que se ajusta una máscara de oxígeno. Se trata de una escena muy inquietante si se tiene en cuenta que a la una menos cuarto de la madrugada todos los bomberos recibieron la orden de abandonar el edificio. Además, las manifestaciones de los bomberos vienen a hacer más viable la posibilidad de que las imágenes correspondieran a personas de carne y hueso y no fueran —como también se ha defendido— sombras de inquilinos de los edificios de enfrente. Así, cabe destacar el hecho de que estas siluetas, que se encontraban en la planta 14, habrían soportado temperaturas no superiores a los cincuenta grados y nunca de 400 como se llegó a decir en algún momento.

Otra de las casualidades que se hizo pública pocos días después del incendio fue el descubrimiento de que esa noche había tres accesos subterráneos abiertos, accesos que podrían haber sido las puertas de entrada al lugar prohibido. Uno de los expertos que ha analizado de manera escrupulosa la cinta grabada por el matrimonio catalán es el valenciano Alfredo Piera, técnico superior de Protección Radiológica y experto en radiología experimental que ha realizado, entre otras investigaciones, las desarrolladas en el Panteón Real de San Isidoro.

Una sombra que medía al menos Un metro ochenta

Las incógnitas que gravitan alrededor del Windsor no terminan con el fuego. Las imágenes, grabadas en dos ocasiones por una videoaficionada desde un edificio cercano, muestran la silueta de lo que parece al menos dos personas en un despacho de la planta 16, cinco pisos por debajo del lugar donde se originó el fuego, con la luz encendida entre las tres y las cinco de la madrugada. La grabación fue realizada por una mujer desde otro edificio en dos momentos, primero hacía las tres de la madrugada y luego hacia las cinco, según marca el reloj de la grabación y según confirma la situación e intensidad de las llamas en esos momentos, en ambos casos varias horas después de que el edificio fuera desalojado por los bomberos. Posteriormente volvieron a tomar imágenes de la misma ventana de la planta 16, en la que de nuevo se veía la figura de dos personas. Fuentes de los bomberos descartaron que fueran agentes del cuerpo porque entre las 3.00 y las 5.00 no había ninguno de sus efectivos en el interior del Windsor. Además, según fuentes del Ayuntamiento de Madrid, todos los bomberos salieron de la torre «alrededor de la una de la madrugada». Las mismas fuentes dijeron que los encargados de mantenimiento aseguran que el edificio estaba desalojado ¿Quiénes eran las sombras chinescas y qué hacían? puesto que eran ellos los que llevaban el registro de entradas y salidas». Alfredo Piera ha llevado a cabo también un detallado estudio de las imágenes de las siluetas del interior del Windsor. Para ello, seleccionó diez imágenes y las convirtió a escala de grises, con el objetivo de poder medir los tonos escalados de cero a cien, perteneciente al cero el negro puro y a cien el blanco puro. Se hicieron constantes en todas las imágenes los siguientes parámetros: luz del techo, luz a nivel del suelo, luz detrás de la cabeza y luz detrás del cuerpo. A partir de estos datos, Alfredo Piera ha llegado a la conclusión de que el individuo tiene una cabeza de 22 centímentros desde el ángulo mandibular hasta la sutura interparital; un cuello de ocho centímentros, el tronco de 61,6 y las piernas de 90 centímetros. Las imágenes de la izquierda muestran la sombra proyectada por uno de los individuos. Según éstas, la silueta refleja un hombre cuya estatura no sería inferior a 1,80 metros. Además, el técnico asegura que una de las figuras llevaba un utensilio de forma semejante a un desencofrador, cuyo tamaño sería de 82 milímetros y cuyo diámetro no sería inferior a los 22 mm.

 

Piera ha analizado las imágenes de los intrusos y las de las llamas comiéndose el edificio y ha llegado a la conclusión de que el edificio Windsor se incendió de manera controlada en el piso 21 a través de los conductos de aire acondicionado. El técnico valenciano defi ende la tesis de que los presuntos pirómanos liberaron oxígeno a través del sistema anteriormente indicado. Cabe destacar el hecho de que la única ventilación que se llevaba a cabo en el Windsor se realizaba por conductos internos y no había corrientes de aire por el hecho de que se trataba de un inmueble estanco en el que no se abrían las ventanas. De esta manera, —y según la tesis de Piera— cada litro de oxígeno (comburente típico; sustancia en cuya presencia el combustible puede arder) liberado se convertiría de manera espontánea en 850 litros de gas a no menos de 15 grados. Una vez esparcido por los lugares deseados, los «pirómanos» habrían vaciado una botella de hidrógeno —combustible y altamente inflamable—. Este fluido se expande a temperatura ambiente y produce el calentamiento del gas. Su llama es de color azul pálido y durante el inicio del incendio es prácticamente invisible.

La del Windsor pudo haber sido una combustión lenta, producida sin emisión de luz y con poca emisión de calor, propia de lugares con escasez de aire, combustibles muy compactos o cuando la generación de  humos enrarece la atmósfera, como ocurre en sótanos y habitaciones cerradas. El incendio se habría producido presuntamente —y según esta teoría— de manera seccionada. El oxígeno licuado combinado con el hidrógeno habría actuado como un lanzallamas que en contacto con materiales de oficina como alfombras, maderas o cortinas podría haber alcanzado los 800 grados en pocos minutos.

Alfredo Piera llega a esta conclusión después de haber analizado de manera secuencial las imágenes del incendio. En un gran número de imágenes se pueden ver las lenguas de fuego azul que, al ser consumidas, irán variando al violáceo. Esta variación cromática se debe al hecho de que el origen de dicho fuego es azul pero la mezcla con la masa de fuego hace que combine el azul con el rojo y entre dentro de la banda violácea. «En todos los videos y fotografías que he visionado estas lenguas azuladas o violáceas, según el tiempo transcurrido de su inicio, coinciden siempre con las zonas en donde el fuego se inicia, mientras que no se ven cuando están en zonas en las que el fuego ya tiene poder devastador», manifiesta Piera.

Imagen del estado en el que quedó el edificio tras el incendio . RAQUEL P. VIECO

El jefe de bomberos de León, Álvaro Rodríguez, califica esta teoría de «peregrina» y manifiesta que en el caso de que se hubieran utilizado los conductos del aire acondicionado para provocar el incendio, éste  habría tenido que surgir en todas las zonas y plantas del edificio y no en una sala del piso 21. Asimismo, destaca que la tesis es inviable por el hecho de que los delincuentes tendrían que haber transportado las bombonas de oxígeno e hidrógeno a través de un edificio con fuerte vigilancia y deberían tener acceso al sistema de refrigeración.

Descarta la teoría de la conspiración y manifiesta su convencimiento en el hecho de que el incendio pudo originarse debido al sobrecalentamiento de algún aparato semejante al cargador del móvil.

Cabos sueltos

No obstante, Álvaro Rodríguez considera que existen muchos cabos sueltos en la noche del incendio. Explica que la noticia de que hubo bomberos intoxicados resulta difícil de creer por cuanto que todos los agentes deben ir —y van— siempre equipados con equipos autónomos de oxígeno. Asimismo, el responsable del parque de bomberos de León cree que el fuego podría haberse apagado si la decisión se hubiera tomado en el momento preciso y no se hubiera esperado hasta que ya no hubo remedio.

Hay que recordar que a las 23.05 horas, la sala de control situada en el sótano del edificio registró una señal de incendio y transcurrieron 16 minutos entre esta señal y el aviso a los bomberos, que llegaron al edificio a las once y veinticinco de la noche. El personal de seguridad afirma que transcurrieron otros 15 minutos desde la llegada de los bomberos hasta su primera actuación, lo que da un total de unos 30 ó 35 minutos después de que se registrara la primera señal de alarma en la sala de control. Sin embargo, otra teoría defiende la tesis de que el incendio se originó varias horas antes de que se diera el aviso a los bomberos, concordando con el testimonio de éstos de que cuando llegaron las llamas estaban muy extendidas.

Por otro lado, considera extraño que los cañones de agua sólo llegaran hasta la sexta planta cuando en León hay capacidad para hacerlo hasta la decimocuarta. No obstante, hace hincapié en el hecho de que el abastecimiento de agua no es tan fácil como podría pensarse puesto que las bombas pueden expulsar cinco mil litros de agua por minuto. «En poco más de un minuto, se puede acabar la reserva hídrica», dice.

Rodríguez manifiesta que el hecho de que el incendio se propagara hacia los pisos inferiores en lugar de haber seguido su ciclo natural (ascender) se debe al hecho de que el Windsor era un edificio construido en el exterior por muros cortina —fachadas continuas que no tienen transición entre pisos— y con una estructura perimetral. La confluencia de ambas con la acumulación de material de oficina pudo haber provocado que el fuego descendiera a esa velocidad.

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