Diario de León

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El declive de Ramiro Valbuena pone en alerta al comercio

Denuncian el mal estado de la calle, que se llena de insectos y suciedad

León

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En la calle Ramiro Valbuena hay más de cincuenta árboles, pero sólo resisten unos pocos. La mayoría han muerto de pie. Llevan así unos cuantos años. Tienen un aspecto tétrico, sobre todo ahora, recién podados. Algunos, incluso, amenazan con meter sus ramas por las ventanas de los pisos más bajos.

«Y lo peor está por llegar. En primavera, con el calor, se llenan de pulgones y no hay quien pasee por esta calle», denuncia Rubén Fernández, que regenta junto a su padre Carlos la carnicería Maestros Cárnicos. Asegura que muchos vecinos le trasladan la misma queja y que han hablado con el Ayuntamiento, pero «nadie hace nada», lamenta.

No entiende por qué no los retiran y ponen otros «elementos decorativos» que mejoren la apariencia de la calle. «Todo esto se nos llena de hormigas que vienen a comer el pulgón de los árboles y nosotros tenemos un negocio de alimentación. Estamos hartos de echar sal en la puerta para que no entren a la tienda», explica Rubén mientras señala a la carretera, donde todavía aguantan las manchas que deja la melaza segregada por esos insectos pegajosos. «Si te cae en el coche, olvídate. No hay quien la quite», apunta.

Tampoco hay muchos comercios abiertos en esta arteria del centro de la ciudad, que comunica Padre Isla con la Plaza de la Inmaculada. La mayoría de las trapas están bajadas. Hasta diez locales buscan arrendatario. «Es una pena. Los políticos solo se interesan por estos problemas cuando hay elecciones, pero después se olvidan. Hay algunos vecinos que no pueden ni abrir las ventanas. No sé por qué dejan las ramas tan altas si en este estado son un foco de suciedad», subraya Carlos.

Se alquila

La mayoría de los locales de este céntrica calle están cerrados; alguno lleva así años

Una opinión parecida aporta Verónica Gómez, de la panedería Migas. «Hemos tenido que aguantar tres obras en un año y no hay ni un solo paso de cebra en toda la calle. Solo al principio y al final. Además cambiaron las baldosas y las que pusieron resbalan cuando llueve. A mí me han llamado clientas para que les lleve el pan a casa porque no pueden venir si la acera está mojada», describe.

Tampoco hay mucha luz. Al menos así lo aseguran tanto Rubén Fernández como Verónica Gómez. «A partir de las seis de la tarde no se ve prácticamente nada y aquí vive principalmente gente mayor. Solo han puesto farolas en un lado. En el otro, ninguna», critican. «La decadencia cada vez es mayor. Incluso, ahí enfrente, se meten a dormir por la noche y hacen hogueras para calentarse», cuenta Rubén mientras señala a un pequeño rellano donde puede verse parte de la pared quemada. «Y, mira, todo está lleno de cables. Esto solo pasa en esta calle», insiste, frustrado.

«Julio del Campo la tienen mucho más cuidada pero parece que aquí no interesa», continúa Verónica. Uno de sus clientes suscribe la misma queja. «Cada vez hay menos comercios y está todo fatal».

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