Diario de León

Separadas de clase

«Era feliz cuando no se podía salir de casa»

Una madre relata el acoso sufrido por su hija en los Maristas y aunque la pequeña de 10 años «está más fuerte, la herida aún no está cerrada»

La pequeña sufrió coacciones, agresiones verbales y aislamiento social el curso pasado. FERNANDO OTERO

La pequeña sufrió coacciones, agresiones verbales y aislamiento social el curso pasado. FERNANDO OTERO

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«Mamá, soy una mierda. Lo hago todo mal». Esta es una de las frases que tuvo que escuchar la madre de una niña que con 9 años sufrió acoso escolar el curso pasado en el colegio Maristas San José y que también se extendió a las clases extraescolares. Ahora, superado el trance, con la pequeña separada de clase de las compañeras que las hostigaban psicológicamente, la madre relata el calvario sufrido y, sobre todo, los problemas que se encontró para conseguir una solución. Critica que no se dieron los pasos adecuados, la falta de transparencia y los errores continuados en la aplicación del protocolo diseñado por la Consejería de Educación para estos casos.

En septiembre de 2019 comenzó la agonía. Nada mas iniciarse el curso. Tres compañeras le decían a la niña que era una «inútil» porque no podía hacer el espagat y la «castigaban» a hacer abdominales. «Cuando hablaba con otras niñas, la hacían el vacío, intentaban que nadie jugase con ella, la aislaban o le decían que volviera con ellas. Entonces, la machacaban más», explica su madre.

Con el confinamiento «estaba feliz porque no salía de casa, pero no se quería conectar a las clases y tampoco quiso participar en el video de despedida porque se reirían de ella, como hacían en los chats de las clases», dice que su madre, para añadir que cuando se pudo empezar a salir a la calle, le pidió que la llevara al psicólogo «porque tenía miedo a empezar el próximo curso». La valoración psicológica: «Ansiedad, depresión y bullying. Él nos dijo que había sufrido acoso y aislamiento social en forma de coacciones y agresiones verbales». Algo que ya había intuido la pediatra, a la que acudieron cuando la niña decía que no podía tragar. Tanto el psicólogo como la pediatra fueron los que animaron a la madre a denunciar el acoso.

En diciembre la madre ya había hablado con la tutora para comunicarle que su hija no estaba bien y que la cambiaran de clase, pero en julio se desencadenó todo el proceso. La madre explica que en la reuniones con el centro se las trató «como delincuentes. Le preguntaron por qué seguía jugando con ellas si le hacían eso, e intentaron pillarla en contradicciones. A mí me reprocharon que no lo hubiese contado antes».

«Ella está más fuerte, pero la herida aún no está cerrada porque no se ha actuado bien», apunta. El director de Maristas, Javier García Calleja, defiende que «el caso quedó cerrado en julio y se separó a las niñas de clase a principio de curso». Añade que con las acosadoras se trabajó en tareas de reflexión y en el reconocimiento de la situación y «firmaron un escrito en el que se comprometían a que si volvía a ocurrir se les abriría un expediente». «La situación ahora es de absoluta normalidad», dice Calleja. Desde Educación añaden: «La actuación del referido centro en el caso ha sido asesorada y supervisada por la inspección educativa, y el procedimiento que ha seguido el centro es conforme a la normativa sobre prevención del acoso escolar. La documentación sobre el procedimiento está en regla».

Pese a todo, la madre insiste en que se hicieron reuniones personales, «cuando el psicólogo nos lo desaconsejaba y me quedó claro que el director quería zanjar a toda costa el asunto y que no quedara constancia escrita del proceso, con lo que él denominaba ‘proceso abreviado’». Asegura que tampoco «ha habido un reconocimiento de los hechos, sólo nos han pedido disculpas y el expediente se ha archivado sin más».

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