La estructura de comunicación que apaga la estrella del sur de León
Para completar el tramo pendiente de la autovía entre León y Valladolid, la A-60 tiene que elegir: o la economía local, que acaricia con los dedos la llegada del regadío por el que espera desde hace treinta años como coletilla del maná anunciado al cierre del embalse de Riaño, por el que se justificó la destrucción del valle del alto Esla, o el hábitat de la avutarda, que marca el límite de la zona Zepa, al oeste de la Nacional 601, en la secuencia esteparia que bordea la comarca de los Oteros. Trece años después de que el Ministerio de Fomento (entonces) marcara el terreno con el proyecto de la autovía en el lado contrario, sobre la zona reservada para el regadío dependiente del canal Bajo de Payuelos, se volvió a abrir un periodo de esperanza para los municipios de la zona, que creen que la alternativa adecuada no es la que eligió el Gobierno. El resultado del envite es nulo. Los responsables ministeriales, los organismos que de ellos dependen en materia de gestión de carreteras, no dan brazo a torcer, e insisten en llevar la autovía por la traza al este de la N-601.
Esa traza deja de lado la conexión con la zona de los Oteros, y Coyanza, del polígono de Valencia de Don Juan, como enclave industrial de referenecia en este área de la geografía leonesa, de espaldas a ese desarrollo venidero con el que se justifica la construcción del tramo que resta por armar para completar el trazado de la A-60 desde León hasta la capital castellana.
El despertar del proyecto tras dos décadas atascado en los cajones del ministerio por la crisis y la voluntad política, no acarrea los beneficios para el entorno de la provincia afectado de forma directamente por el desarrollo de la autovía, que se armará a costa de desgastar más el territorio.
El corredor la N-601 por León espera desde hace años por soluciones estructurales que en la hora de su aplicación se solapan. La autovía lleva traza de dejar el desarrollo de León de espaldas, según se ve en el mapa.