Diario de León

LEÓN ■ Derechos civiles

El Hospital de León sólo diagnostica como 'trans' un caso de cinco en tres años

Los colectivos LGTB+ denuncian que la Junta sigue sin un protocolo para ayudar a los menores transgénero

Imagen de una manifestación contra el colectivo LGTB+

Imagen de una manifestación contra el colectivo LGTB+

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CRISTINA FANJUL/REDACCIÓN DIGITAL
León

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Tan sólo uno de los cinco casos de disforia de género que el área de Salud Mental infantil ha analizado en los últimos años en el Caule ha sido diagnosticado como tal. Los especialistas consultados por Diario de León revelan que el estudio, que realiza un psicólogo, puede prolongarse entre seis meses y dos años, tras lo cual se emite el diagnóstico. En el caso de que el caso 'se acepte', el paciente comenzará la terapia hormonal en Valladolid, donde se centralizan todos los casos. Otra particularidad radica en el informe del endocrino. El estudio hormonal se realiza de manera paralela al psicológico y hasta hace pocos meses también estaba centralizado en la capital castellana. Sin embargo, ahora lo asumen los profesionales del Caule.

Y es que vivir en un cuerpo extraño no es fácil. Hacerlo en un cuerpo ajeno y que los médicos no te crean es mucho peor. Una de cada 10.000 personas en España en transexual. Sin embargo, en Castilla y León no hay servicios especializados para ayudar a los menores que se encuentran en esta situación. El suicidio la semana pasada en el País Vasco de un joven transexual a causa del proceloso sistema para iniciar un tratamiento hormonal que nunca llegó ha sacudido las emociones de una sociedad que casi nunca ve esta realidad. Y, sin embargo, existe. De hecho, el número de suicidios entre las personas transexuales durante su adolescencia es alrededor de un 30% más alto que entre el resto de jóvenes de su edad. 

Los menores atraviesan a esas edades un momento vital de grandes cambios físicos, emocionales y mentales y, además, sufren en muchas ocasiones el rechazo social por no poder expresar plenamente su identidad. León no es una excepción. La psicóloga de Awen, Carmen Villaverde, explica que la ausencia de una ley de identidad sexual que regule los procedimientos a seguir es la razón de que en muchas ocasiones los adolescentes tengan que enfrentarse a un sistema que no les comprende. Sin ir más lejos, en la provincia un menor ha peregrinado por varios centros de salud hasta que un médico de atención primaria ha creído su historia y le ha derivado a psiquiatría infantil. “Allí, el psiquiatra diagnosticó que no tenía disforia de género, con lo que el proceso tuvo que retomarse de nuevo”, denuncia Carmen. Fue a la tercera cuando este adolescente consiguió un diagnóstico que le permitirá comenzar su proceso de terapia hormonal sustitutiva. Y será en Valladolid. A pesar de los intentos de Diario de León por lograr que la administración explique el proceso que los menores tienen que seguir para lograr el cuerpo que corresponde a su identidad sexual, no ha sido posible. Nadie parece saber nada. 

El procurador de Podemos Pablo Fernández asegura que en la comunidad no hay servicios especializados. "Además, la mayoría de los menores necesitarían servicios de ayuda y asistencia por el acoso y persecución que sufren", denuncia. 

Desde la asociación de familias de menores transexuales Chrysallis destacan que no todos los menores transexuales precisan tratamiento hormonal. “Algunas personas trans y no binarias no sienten la necesidad de modificar sus cuerpos, por lo que no usan hormonas”, asegura Raquel Ruiz Miranda, uno de los miembros de Chrysallis. Y es que los integrantes de las plataformas LGTB+ se enfrentan en ocasiones a la incredulidad social y a un uso de las palabras que no se corresponde con la realidad. “La transexualidad es cuestión de identidad, con independencia de la corporalidad, y la identidad está en el cerebro”, manifiesta. Por otro lado, Raquel deja claro que una de las cuestiones cruciales a la hora de abordar esta realidad es la edad, ya que antes de la pubertad no se proporciona tratamiento alguno. “En la prepubertad suelen usar bloqueadores hormonales, para evitar que se desarrollen los caracteres sexuales secundarios, pero no todos los usan”, dice, y añade que es en la adolescencia cuando quienes lo precisan empiezan el tratamiento.

Sin embargo, en este momento, el lugar de residencia del menor condiciona la suerte que correrá. En Castilla y León no hay una ley de diversidad sexual. De hecho, debería haberse aprobado antes de finales del año pasado, según comprometió el propio gobierno de la Junta. El protocolo que articulará la eventual ley está finalizado. Esta es la razón por la cual los integrantes de Chrysallis denuncian que la comunidad está a la cola de España en lo que a derechos del colectivo se refiere. “Además en Castilla y León tenemos un protocolo sanitario muy patologizante, que prácticamente nos deja a criterio del "profesional" en cuestión en cada caso”, lamenta. Pone como ejemplo Burgos y Valladolid, dos provincias que están a años luz en cuanto al tratamiento de estos pacientes. Beatriz asegura que mientras que en Burgos hay un equipo médico que trata a los menores sin pegas y con respeto, en Valladolid se encuentran todo tipo de problemas. "Se ciñen al protocolo y lo interpretan como mejor les parece, sin tener en cuenta lo que las familias y los menores demandan”, denuncia.

Imagen de uno de los trabajos del proyecto de igualdad Divergente. ALEJANDRO PRIETO

Carmen Villaverde recuerda además que los niños comienzan a ser conscientes de su identidad a los dos años y subraya que una de las cosas que más les hace sufrir es el nombre. «Su nombre les persigue porque les gustaría que se refirieran a ellos con uno con el que se identificaran», destaca. Uno de los problemas a los que se enfrentan los menores es la participación en la vida deportiva. «Los colegios les permiten entrenar con los equipos con los que quieren estar, pero el problema surge cuando durante las  competiciones no se les deja jugar con sus compañeros porque en el DNI su identidad no ha cambiado todavía», asegura. Carmen Villaverde sostiene que el grado de sufrimiento de estos menores es «altísimo» porque se desarrollan en un cuerpo con el que no se identifican y, además, suelen sufrir en sus relaciones afectivas. «Cuando aún no tienen seguridad, se aíslan para no verse obligados a enfrentarse a la negación o al rechazo», manifiesta. Además, la especialista recuerda que una de las barreras a las que se enfrentan los niños es al ciberacoso, que multiplica el dolor. «Nuestro mayor desafío es lograr que las mayorías se den cuenta de que existen las minorías y hay que respetarlas», defiende.

Diario de León ha pedido a la Junta de Castilla y León los datos acerca de cuántos adolescentes se encuentran en esta situación y si existe algún protocolo al que tanto los especialistas como las familias y los menores puedan acogerse. Sin embargo, la Consejería de Sanidad ha preferido no contestar.

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